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África No es un paísÁfrica No es un país
Coordinado por Lola Huete Machado

Misiones médicas y crónicas urbanas desde Nairobi

Igor G. Barbero, periodista de Médicos Sin Fronteras, reflexiona en su reciente libro ‘Vislumbres de África Oriental’ sobre la vida en el continente hoy, la ayuda humanitaria y las maneras en que los extranjeros se acercan a regiones convulsas

Igor G. Barbero 'Vislumbres de África Oriental'
Una mujer carga con su hijo enfermo de malaria en un hospital de la ciudad de El Fasher, en el estado sudanés de Darfur Norte, en octubre de 2019.MSF
Analía Iglesias

No sería osado decir que una de las ONG que goza de mayor confianza de la ciudadanía, a nivel internacional, es Médicos Sin Fronteras (MSF). En esa organización trabaja actualmente el periodista Igor G. Barbero (Bilbao, 1983), autor de un libro recientemente publicado, llamado Vislumbres de África Oriental (editorial UOC, 2021), que es una obra personal pero basada en su experiencia de trabajo para la entidad, en Nairobi (Kenia), durante los últimos dos años. En esas páginas se entremezclan las misiones que le llevaron a Sudán, Sudán del Sur, Kenia y Etiopía con sus apuntes de expatriado en la capital keniana, una ciudad “marchosa, dinámica, exuberante” y, a la vez, “una balsa de aceite en una región convulsa”.

Igor G. Barbero.
Igor G. Barbero.Martí Casas

Desde Nairobi, Barbero –que fue corresponsal de la Agencia EFE en varios países de Asia y África y cofundador de Revista 5W– nos relata por escrito su visión de esa subregión: “África Oriental es fascinante en muchos sentidos. Es el origen de la humanidad, alberga maravillas arquitectónicas, playas paradisíacas y los lagos más grandes, las cimas más altas y la fauna salvaje más impresionante. Las históricas iglesias etíopes de Lalibela, el archipiélago de Zanzíbar, el Lago Victoria, el monte Kilimanjaro o el Masái Mara apenas necesitan presentación. Este enclave es, además, cuna de la principal lingua franca africana: el suajili”.

Pero África Oriental también afronta, según el autor, “múltiples desafíos: dictaduras y regímenes autoritarios, naciones jóvenes con dificultades para asomarse al desarrollo, revoluciones inspiradoras a la vez que frágiles, conflictos brutales que han desplazado y desheredado a millones, o una crisis climática que en pocos lugares tiene tanto impacto como aquí”.

Este libro (del que podemos leer aquí un fragmento) explica Barbero, “intenta dar forma, estructura y sentido a una serie de vivencias, entrevistas, conversaciones y lecturas”. Y acerca de esas razones y sus escritos mantuvimos, vía correo electrónico, este diálogo:

Pregunta: ¿Considera que hay menos bibliografía y repercusión mediática sobre lo que pasa en África oriental que de lo que sucede en otras regiones del continente?

Respuesta: La información que llega al lector español sobre África lo hace a menudo al calor de coletazos de la actualidad mediática, a través de pequeñas pinceladas asociadas generalmente a acontecimientos negativos como puede ser un golpe de estado en Sudán, la nueva fase de la guerra civil en Etiopía o unas graves inundaciones en Sudán del Sur, o que se extinga el último rinoceronte blanco del norte en Kenia. También puede ser por situaciones pintorescas, que llaman la atención por contraste, pero no hay un flujo asiduo que ayude a entender sociedades muy diversas sencillamente porque el ratio de periodistas que cubren un continente de 54 países y 1.200 millones de personas es bajísimo. Algunos corresponsales españoles cubren prácticamente el continente entero. La agencia EFE tiene una base en Nairobi que monitorea 40 países.

No pienso que el Cuerno de África esté peor cubierto, seguramente sí menos que el Magreb, pero esta última es una región un tanto estratégica para España, con vínculos mucho más directos. Además, uno puede leer a voces interesantes de África Oriental como los kenianos Wangari Maathai o Ngugi Wa Thiong’o, escritoras más jóvenes como Nanjala Nyabola, o el tanzano Abdulrazak Gurnah, último Nobel de Literatura, así como una lista de firmas extranjeras que han puesto sus ojos en la región, empezando con el icónico Kapuscinsky, o el compañero de EFE, Javier Triana, que este año publicó Matumbo, sobre Kenia.

Una mujer carga con un cubo de agua en la cabeza en un campo de desplazados en la localidad de Malakal, en Sudán del Sur, en mayo de 2019.
Una mujer carga con un cubo de agua en la cabeza en un campo de desplazados en la localidad de Malakal, en Sudán del Sur, en mayo de 2019.MSF

P: ¿Cuál es la principal emergencia a la que se enfrenta una organización como MSF en esa región?

R: África Oriental es una zona donde hay países con altos niveles de inestabilidad política. Surgen con frecuencia conflictos nuevos y otros viejos se cronifican. Y también hay un fuerte impacto de los desastres naturales. Durante 2021, la crisis en la región de Tigray, en el norte de Etiopía, ocupó una parte importante de los esfuerzos de los equipos de emergencia de MSF. Desgraciadamente, a finales de junio, tres compañeros fueron asesinados y poco después nos vimos obligados a retirar nuestros equipos mientras buscábamos aclarar las circunstancias en las que se produjeron sus muertes. Tampoco han resultado fáciles las cosas a nivel administrativo con las autoridades etíopes. El acceso humanitario se ha complicado, a pesar de que las necesidades de la población son altísimas. Otras situaciones de los últimos meses han sido, por ejemplo, la respuesta a la llegada de refugiados etíopes a Sudán o las inundaciones que están golpeando a cientos de miles de personas en Sudán del Sur (un país donde, además, todavía hay una gran parte de la población fuera de sus hogares a pesar de los avances de los últimos años en el proceso de paz). Tampoco hay que olvidar las consecuencias de conflictos crónicos como el de Somalia, un país que lleva tres décadas de inestabilidad política, o el de Darfur, en Sudán, donde a menudo estallan picos de violencia.

P: ¿Cuáles son los aciertos y los errores de la intervención europea en aquellos países azotados por la corrupción, la injusticia económica y la violencia?

R: Está claro que la huella del colonialismo es muy alargada. La mayoría de los países en África están cumpliendo seis décadas de independencia, pero el colonialismo no se acabó en el momento en que esas naciones obtuvieron su libertad. Los primeros pasos que dieron tuvieron lugar en un contexto de Guerra Fría y el poscolonialismo estuvo marcado por muchas injerencias. Ha habido también una evolución en las injerencias externas sobre África. Europa sigue teniendo un peso importante, sobre todo, algunos países como Francia en la parte occidental del continente, pero han aparecido (o resurgido) otras potencias regionales y mundiales con una agenda africana, en la que se mezclan intereses económicos y geopolíticos: China, Rusia, países del Golfo… además de EE UU.

Huir del paternalismo es importante. Hay una frase de la Nobel de la Paz keniana Maathai que me parece clave: “África es como una persona que se ha caído en un hoyo. Alguien le está diciendo: ‘Te arrojaré una cuerda para que puedas salir’. Pero la cuerda que se le proporciona nunca es lo suficientemente larga para que ella la agarre. Es lo suficientemente larga para que tenga la esperanza de alcanzarla”. Hay muchos ejemplos de esto, quizá el más sangrante hoy en día es el nacionalismo de las vacunas y la no liberalización de las patentes. Otra queja habitual es que una parte de la ayuda al desarrollo se hace sin consultar con la población destinataria, lo que para algunas voces significa que, lo que no se hace con alguien, se hace contra alguien. Quizá es algo maniqueo, pero sin duda tiene mucho de cierto.

Vislumbres de África

Las interferencias externas para solucionar problemas internos no son bien recibidas en casi ningún país del mundo. Las soluciones militares aplicadas por Occidente en algunos de los principales conflictos del siglo XXI han traído consecuencias desastrosas. Y muchos programas de ayuda o desarrollo no estaban adaptados a los tiempos de la sociedad a la que iban destinados: tenemos muchas sociedades paralelas que discurren a velocidades dispares. Los cambios que suelen perdurar son los que surgen de manera genuina dentro de las sociedades.

Al mismo tiempo hay un evidente problema de liderazgo en muchos países africanos, con líderes que se perpetúan en el poder. El continente ha registrado varios golpes de Estado en los últimos meses y supera cada año el número de restricciones de bloqueos de internet a la población, un punto clave hoy en día en la merma de libertades y de acceso a información. Pienso que la diplomacia es extremadamente importante, pero se trata de acompañar e intentar influir, más que de imponer. Se trata de transferir y compartir conocimiento, sin olvidarnos de que todos podemos aprender de todos.

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Sobre la firma

Analía Iglesias
Colaboradora habitual en Planeta Futuro y El Viajero. Periodista y escritora argentina con dos décadas en España. Antes vivió en Alemania y en Marruecos, país que le inspiró el libro ‘Machi mushkil. Aproximaciones al destino magrebí’. Ha publicado dos ensayos en coautoría. Su primera novela es ‘Si los narcisos florecen, es revolución’.

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