Muerto Franco, la hora de olvidar los rencores
El Partido Comunista de España ya reclamaba en 1971 renunciar a hurgar en las heridas para construir la democracia


Francisco Franco murió el 20 de noviembre de 1975, y en ese momento era difícil saber qué iba a ocurrir en este país, si por fin se llegaría a conquistar la democracia. De todo hace ya 50 años, incluso alguno más. A finales de junio de 1971 el Partido Comunista de España celebró un gigantesco mitin en el parque Montreau, al este de París y Mundo Obrero, el órgano de su Comité Central, reprodujo el día 21 el discurso de su presidenta, Dolores Ibárruri, La Pasionaria. “La política que nosotros propugnamos no es una política de borrón y cuenta nueva, pero tampoco es una política de revancha”, dijo entonces. “Renunciamos a hurgar en las heridas que apenas se han cicatrizado y queremos olvidar los rencores que la injusticia acumuló en nuestra conciencia y en la conciencia de todos los que sufrieron de la criminal represión que diezmó nuestro país con la victoria de Franco”. Ese, el de la reconciliación, era el tono de la organización que más se había significado en la lucha contra la dictadura.
“Un mitin glorioso”, titula Mundo Obrero. Luego apunta que “alrededor de 50.000 españoles y millares de trabajadores y demócratas franceses” se reunieron en aquel parque de la localidad de Montreuil. Es posible que la cifra estuviera un poco inflada, pero en la imagen publicada no cabe literalmente ni un alfiler. El discurso de La Pasionaria fue interrumpido una y otra vez por grandes ovaciones. Empezó agradeciendo la ayuda que Francia dio a la República en el verano de 1936, cuando se produjo el golpe de los militares franquistas, y luego ya fue entrando en materia. Quería hablar de lo que estaba por venir, y en su discurso explica con claridad que “no es una solución comunista lo que se madura en España, sino un cambio democrático” que su partido quiere apoyar con todas sus fuerzas.
Estaban empezando los setenta, y es curioso cómo Dolores Ibárruri no tiene en ese momento el menor empacho en reclamar la democracia en España al mismo tiempo que celebra una dictadura, la de la Unión Soviética. No vayan a equivocarse, comenta, “nosotros somos hoy, políticamente, lo que fuimos ayer”. “Y que no hay ninguna fuerza humana ni divina”, afirma, “que pueda apartarnos de nuestro camino, ni de nuestra amistad con la Unión Soviética, con el gran país socialista, que es el fundamental factor de progreso en el mundo de hoy, amistad que extendemos y mantenemos a todos y con todos los países que forman en el campo del socialismo”.
Palabras, palabras, no hay manera de imaginar qué democracia tenía en la cabeza La Pasionaria, pero fuera la que fuera, el Partido Comunista se aplicó a pelear por ella, y en el camino tuvo que hacer importantes concesiones —como el resto de las fuerzas que negociaron los cambios—. Es importante subrayar de su discurso cuando explica que su partido tiene que partir en la elaboración de sus políticas “no de formulaciones dogmáticas abstractas, sino de la realidad viva y actual de España”. Javier Pradera, que iluminó a través de muchos de los editoriales que escribió en este periódico la enorme transformación que se produjo para conquistar la democracia durante esos años, escribe en Corrupción y política (Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores): “Esa democracia intransigente defendida tanto desde la derecha como de la izquierda lleva a la pira a las democracias existentes en nombre de las democracias imaginarias”. Todavía hay quienes hoy cuestionan la democracia que con todos sus defectos y fragilidades se construyó tras la muerte de Franco con la vara de medir de una lejana y quimérica y fantasiosa abstracción.
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