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Columna
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Tractores ultras

Por arte de birlibirloque, todo el campo político europeo ha girado a la derecha con el riesgo de que, para satisfacer las demandas de los agricultores, se socave o paralice la agenda verde

Tractores ultra | Máriam M Bascuñán
DEL HAMBRE
Máriam Martínez-Bascuñán

Son tiempos inciertos, ya lo saben, y es difícil distinguir entre los problemas reales y su explotación política, aunque alguna pista haya. Miremos las protestas de los agricultores. Su miedo existencial es bien real y sus reivindicaciones hablan de las dificultades de la transición ecológica, pero asunto distinto son los ropajes con los que se presentan. ¿Qué pensarían si les dijera que, según el Financial Times, las manifestaciones de Bruselas las organizó el autodenominado think tank húngaro MCC Brussels? Lo han adivinado: nacido para “agitar el debate europeo”, está financiado por el Gobierno ultra de Orbán y busca inocular “una narrativa alternativa a la de la burbuja europea”. Y aunque es cierto que el contexto difiere en los distintos países de la UE, los grupos de agricultores ya han conseguido crear una coalición europea impulsados por esa narrativa reaccionaria que aprovecha y explota las contradicciones de todo problema complejo. Por eso hablan de “la cólera de los agricultores”, para enfrentar la imagen falsa del honrado campesino al frívolo urbanita, el buen pueblo frente a las élites de Bruselas, la nostalgia de una falsa autenticidad perdida que anuncia el inevitable repliegue proteccionista, la promesa de recuperar el control: puro Brexit.

¿Recuerdan aquello que dijo la Dama de Hierro casi en su lecho de muerte? “Mi gran logro fue Tony Blair”. Thatcher nos decía que su principal legado fue construir la hegemonía ideológica que consiguió descafeinar la socialdemocracia. Del mismo modo, y aunque Nigel Farage se lamente de la desaparición de su partido tras el Brexit, su gran triunfo fue inocular el veneno del minoritario UKIP en toda la política británica, con consecuencias que aún vemos hoy. Desconocíamos hasta qué punto su ideario había infectado la sangre de toda la ultraderecha europea, desde Hungría hasta Alemania, pasando por Italia, Francia o España. ¿Pero por qué salir de la UE si pueden hacerse fuertes dentro y conseguir sus objetivos? De momento, han colocado su agenda en el corazón de la campaña para las elecciones europeas y aprovechan la “cólera” de los agricultores para atacar lo que más les molesta, junto con la inmigración: el pacto verde. Por arte de birlibirloque, todo el campo político europeo ha girado a la derecha, con el riesgo de que, para satisfacer las demandas de los agricultores, se socave o paralice la agenda verde.

¿Cuál es, entonces, su secreto? Para purgar las ideas liberales, el activismo conservador ha entendido que debe dar la batalla del lenguaje y lo hace francamente bien. Tanto tiempo preguntándonos cómo era posible que el clima no estuviese en el centro de la agenda política y hete aquí que por fin ocupa el corazón de nuestros debates electorales, pero en manos de a quienes nada les importa el clima ni quienes lo sufren. Inmersos en discusiones bizantinas, ni siquiera hemos intentado implicar a los agricultores en la solución del problema, dándoles los medios para ello y reconociendo el papel clave de la agricultura en cualquier estrategia de lucha contra los efectos del cambio climático. Es otra ocasión perdida en la urgente tarea de generar una nueva narrativa de esperanza ante la crisis más grave de nuestro tiempo, un relato que construya y apele a esa “nueva clase ecológica” de la que hablaba Bruno Latour y que hoy, tristemente, permanece atrapada en las poderosas garras de la melancolía y el miedo.

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