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Cataluña no llora por ti, Laura Trump

La ya expresidenta del Parlament ha mostrado en su despedida la rabia endiosada de quien enciende a conciencia el fuego populista

La ya expresidenta del Parlament Laura Borràs en una comparecencia tras haber sido suspendida por la Mesa este jueves en Barcelona.
La ya expresidenta del Parlament Laura Borràs en una comparecencia tras haber sido suspendida por la Mesa este jueves en Barcelona.LORENA SOPENA - EUROPA PRESS (LORENA SOPENA - EUROPA PRESS)
Jordi Amat

Desde el instante en que se le abrió juicio oral acusada de corrupción, la suerte de Laura Borràs estaba echada. Lo sabían quienes apostaron por ella como presidenta del Parlament. Lo sabían quienes recientemente la han elegido presidenta de Junts en un congreso del que ya salió debilitada. Todos sabían que cuando se le abriese el juicio del que viene hablándose desde hace años —“trapis” contractuales para favorecer a un amigo—, ella sería suspendida de sus funciones de diputada en virtud de lo impuesto por el cuestionable artículo 25.4 del reglamento de la Cámara. Para evitar esa degradación de la institución, los miembros de la Mesa le pidieron que dimitiese. Bueno, los miembros de la Mesa y los del partido con el que el suyo gobierna en coalición, dirigentes de Junts en sordina...

Y ella dijo no. Recientemente, dijo más, usando el registro lírico que tal vez usaba en las aulas donde impartía clases de literatura. “Los que me quieran muerta, deberán matarme y ensuciarse las manos. Yo he venido a hacer la independencia, no a suicidarme por la autonomía”. Durante las últimas semanas, ante el escenario inevitable, hubo una cierta movilización. No solo la habitual de sus miles de seguidores que se retroalimentan en las redes mostrando, a través del odio, una fidelidad onanista a su liderazgo melifluo. También se institucionalizó un grupo de amigos que impulsó un manifiesto firmado por diversos expresidentes de la Generalitat o un acto en el Ateneu donde fue jaleada como una víctima de la lawfare españolaza.

Hace dos o tres días ese mismo grupo convocó una manifestación de apoyo a las puertas del Parlament. ¿Habría momentum trumpista? Lo que estaba en juego este jueves en el Parc de la Ciutadella era cuantificar la actual capacidad de convocatoria de Borràs, calibrar hasta qué punto es robusto el movimiento que orbita en torno a ella y que tiene a Quim Torra como principal cómplice. Viendo las imágenes, la conclusión es inequívoca: el fracaso ha sido estrepitoso. En un primer momento, las 200 personas reunidas insultaron a los periodistas locales —”prensa catalana, manipuladora”, ya no es solo la española—. Al cabo de unas horas alguno de los congregados optó también por la lírica sucia. A Najat Driouech, diputada de Esquerra, la llamaron “mora de mierda”.

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Lo más revelador de la jornada, una vez que ya había dejado de ser presidenta al aplicarse el reglamento, ha sido el descaramiento de la otra Borràs. A las 14.33, exactamente cuando acababan los titulares del noticiario de TV3, compareció en una sala del Parlament para que sus palabras fueran retransmitidas en directo. Además de su autorreivindicación y la repetición de su eslogan —”soy hija del 1 de octubre—, lo que se escuchó fue la rabia endiosada de quien enciende a conciencia el fuego populista. No los nombró, como sí hacía Donald Trump, pero se refirió en varias ocasiones a los miembros de la Mesa que tomaron la decisión a la que estaban obligados. Cinco diputados, dijo, “vestidos de jueces hipócritas”. Demasiada demagogia para una Cataluña, Laura, que no llora por ti.

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Sobre la firma

Jordi Amat
Filólogo y escritor. Ha estudiado la reconstrucción de la cultura democrática catalana y española. Sus últimos libros son la novela 'El hijo del chófer' y la biografía 'Vencer el miedo. Vida de Gabriel Ferrater' (Tusquets). Escribe en la sección de 'Opinión' y coordina 'Babelia', el suplemento cultural de EL PAÍS.

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