La carga mental de las madres se multiplica en navidades: “Lo que más me abruma es que la familia de mi marido me pregunte a mí, y no a él, qué compran a los niños”
La planificación de regalos, comidas, actividades escolares y compromisos familiares recae principalmente sobre las mujeres, generando más estrés, agotamiento y menor disfrute de estas fechas


Desde finales de noviembre, coincidiendo con el Black Friday, Miriam Blázquez, 44 años, madre de dos hijos y vecina de Alcobendas (Comunidad de Madrid), empieza a sentir la presión de decidir qué regalos de Navidad comprar y cuánto dinero puede ahorrar en estas fechas, algo que recae principalmente sobre ella. “Lo que más me abruma es tener que gestionarlo y que la familia de mi marido me pregunte a mí, y no a él, qué eligen para los niños”, cuenta. En diciembre, la carga mental aumenta cuando comienzan las actividades escolares relacionadas con el fin del trimestre y, con ellas, el quebradero de cabeza para cuadrarlas con el trabajo. A todo esto se suma la logística relacionada con el elfo navideño, una tradición relativamente reciente que consiste en colocar cada día al elfo de juguete en un lugar diferente de la casa con alguna trastada para sorprender a los niños y mantener viva la ilusión navideña, lo que requiere dosis extra de creatividad, pero también tiempo, según explica Blázquez.
La carga mental de las madres es una presencia constante a lo largo de todo el año. Así lo reflejaban los datos de una encuesta realizada por la organización Make Mothers Matter, presentada a finales de septiembre en el Parlamento Europeo, que apuntaban a que el 78% de las madres españolas afirman sentirse sobrecargadas. Son diversas las causas que ponen en contexto este malestar, como, por ejemplo, que ellas asumen el 64% de las tareas domésticas independientemente de su situación laboral, una desigualdad que afecta tanto a su bienestar como a su estabilidad económica. Además, solo el 53% siente que su rol como madre es reconocido socialmente.
La organización de la Navidad, al igual que otras celebraciones o vacaciones, implica una carga mental adicional que recae principalmente en las mujeres, debido a los roles de género internalizados desde la infancia y años de hábitos asumidos. Así lo señala María Isabel Jociles, catedrática de Antropología, doctora en Sociología y profesora-investigadora del Departamento de Antropología Social de la Universidad Complutense de Madrid. Según la experta, las construcciones de género siguen asignando a las mujeres el trabajo invisible del cuidado, incluso en parejas donde ambos trabajan. “En las relaciones en las que no se comparten de forma equitativa las responsabilidades domésticas y de cuidado, ellas asumen en mayor medida todas aquellas tareas destinadas a garantizar el bienestar emocional del hogar”, explica. “Ese bienestar incluye evitar conflictos, mantener la armonía familiar, gestionar la comunicación con la familia extensa y planificar celebraciones”, prosigue, “y la Navidad intensifica este patrón, porque implica coordinar regalos, comidas, visitas y decisiones sobre fechas y actividades”. “No son detalles menores, sino parte central del cuidado relacional, y que recaen sobre las mujeres, precisamente porque la sociedad asocia ese rol con la identidad femenina”, subraya Jociles.
Entre la ilusión y la exigencia
Para Marta (que prefiere no dar su apellido), una madrileña de 46 años con dos hijos de 10 y 12 años, su carga mental navideña también arranca en noviembre, cuando empieza a organizar compras y actividades para evitar el estrés de última hora. Reconoce que parte de esta dedicación es voluntaria: desde que sus hijos eran pequeños se esfuerza por crear una Navidad mágica, llena de detalles y fantasía. Sin embargo, esa ilusión se convierte en agotamiento cuando tareas que deberían compartirse recaen únicamente sobre ella. “Lo que más me agota es encargarme de todos los regalos: comprobar que haya stock, buscar los mejores precios, gestionar envíos y asegurarse de que todo llegue a tiempo”.
Según cuenta Marta, su pareja no percibe la urgencia ni la carga real de este trabajo, hasta el punto de que en alguna ocasión se ha visto comprando incluso su propio regalo. A esto suma, como Miriam, la planificación de compromisos y actividades, que también asume sola. “Aunque disfruto parte de la preparación, el peso de toda esta logística termina por convertir la Navidad en una fuente de estrés más que de disfrute”, dice Marta.

Y es que, como advierte la psicóloga y duvulgadora Paola Roig, la carga extra navideña puede agravar la presión sobre madres que ya se encuentran agotadas, afectando su salud mental y aumentando el estrés en una época que debería ser de goce. “La sobrecarga coincide con un contexto social en el que las madres nos exigimos constantemente”, señala la también autora de los libros Madre (Bruguera, 2022) y La crianza imperfecta (Bruguera, 2023). Para Roig, la suma de actividades adicionales —como calendarios de Adviento, el elfo de la Navidad o múltiples compromisos— complica aún más la planificación, lo que genera estrés, ansiedad y tristeza, dificultando que estas fechas se vivan plenamente como un tiempo de conexión y bienestar familiar. Según Roig, este estrés acumulado puede traducirse en insomnio, fatiga crónica y mayor irritabilidad, haciendo más tangible el impacto de la sobrecarga en la vida diaria de las madres.
Miriam disfruta de las celebraciones, pero se siente agotada por tener que organizar, pensar y ejecutar tantas tareas a la vez. Reconoce que, aunque intenta repartir la carga navideña, nunca llega a ser equitativa y muchas tareas, especialmente las relacionadas con el colegio, se dan por hechas. “Delegar no siempre alivia la presión que tengo, ya que me da miedo que mi pareja no cumpla con lo que le corresponde y, al final, estoy pendiente”, dice. Para Marta lo peor es que todas estas tareas no se ven ni se aprecian: “Hasta que no se lo digo yo y le explico todo lo que hay detrás no ve todo el esfuerzo que supone. Y esto suele suceder cuando estoy ya desbordada y exploto”.
La estrategia que recomienda Roig para la Navidad es la misma que sugiere para gestionar la carga mental en general: hacer un cuadro de tareas. Esto implica desglosar cada actividad en pasos concretos y asignar responsabilidades. Por ejemplo, según explica la psicóloga, en la comida navideña no solo se trata de cocinar, sino también de planificar el menú, calcular el número de comensales, hacer la compra, preparar la mesa, organizar los platos y coordinar quién se encarga de cada tarea. Lo mismo aplica a los regalos: no es solo comprarlos, sino hablar con los niños, redactar cartas a Papá Noel y los Reyes Magos, negociar detalles y asegurar que cada responsabilidad esté clara y repartida. Además, Roig cree que puede ser útil establecer límites claros, pedir colaboración explícita a otros miembros de la familia y reducir actividades extra, de manera que la planificación sea más realista: “Todo suma, y por eso es fundamental visibilizar cada tarea y distribuirla para que ninguna recaiga siempre sobre la misma persona”.
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