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Erika Kirk, viuda de Charlie Kirk y nueva mesías del cristianismo MAGA

La esposa del activista trumpista asesinado se revela como una figura emergente, a medio camino entre política y religión, en el conservadurismo estadounidense

Iker Seisdedos

El gobernador de Virginia, Glenn Youngkin, se propuso el jueves pasado responder a la pregunta del millón de estos días en la derecha estadounidense: ¿Quién será el próximo Charlie Kirk? “Vosotros”, dijo Youngkin. “Todos vosotros”.

El político republicano se dirigía a un auditorio a rebosar en Virginia Tech, universidad en la que estaba previsto que hablara Kirk, líder juvenil MAGA (Make America Great Again) y aliado clave en la victoria de Donald Trump en las últimas elecciones por su poder de seducción del voto joven. Tendría que haber sido la tercera parada de la gira por diversos campus que empezó el 10 de septiembre en Utah Valley, día en el que una bala acabó con su vida mientras debatía ante una multitud de estudiantes. “Tendréis una líder que es extraordinaria”, añadió Youngkin. “Erika Kirk ha demostrado que tiene el coraje de un león y el corazón de una santa”.

La viuda del activista y madre de sus dos hijos ha emergido como una influyente figura en la política estadounidense tras el asesinato de su marido. Pero, sobre todo, desde la celebración el domingo pasado del memorial en honor a Kirk, asesinado a los 31 años. Fue una mezcla de mitin republicano y servicio religioso de una de esas megaiglesias protestantes que solo existen en Estados Unidos. Al acto asistieron 100.000 personas, repartidas en dos estadios de Glendale (Arizona), y en él, el homenajeado fue celebrado en una extraordinaria confusión entre religión y política como un “mártir” por el presidente y por buena parte de su Gabinete.

Ella dijo que había perdonado, “como habría hecho Jesucristo”, al presunto asesino de su esposo, un joven de 22 años llamado Tyler Robinson. Criado en un hogar mormón y republicano, Robinson, según los documentos judiciales y los testimonios de sus familiares, había abrazado últimamente posturas “izquierdistas” y confesó a su pareja que se había cansado del “odio” que consideraba que esparcía Kirk con su discurso ultraconservador.

Las palabras de su viuda, sobre todo, en contraste con las que pronunció poco después Trump ―“Odio a mis oponentes, y no les deseo lo mejor; lo siento Erika”― han recibido esta semana el aplauso desde ambos lados del espectro político. También el de Jimmy Kimmel, cómico al que un comentario sobre Robinson le trajo una suspensión temporal de su programa entre los ataques del Gobierno a la libertad de expresión. “Si crees, como yo, en las enseñanzas de Jesús”, dijo Kimmel con la voz rota durante el monólogo con el que regresó a antena, “ahí estaban, en ese acto desinteresado de gracia, [en] el perdón de una viuda afligida”.

“Desde luego, la retórica del perdón es preferible a la de la guerra santa, pero no hay que olvidar que ella también ha esgrimido ese discurso”, explica en una entrevista telefónica Jeff Sharlet, experto en la relación entre la religión y el poder político en Estados Unidos y autor de La familia (Capitán Swing). Sharlet se refiere al discurso que Erika Kirk dio un par de días después del asesinato, en el que dijo: “No tienen ni idea del fuego que acaban de desatar en esta esposa, el llanto de esta viuda resonará en todo el mundo como un grito de guerra”.

“Tampoco hay que olvidar que su perdón llegó después de que otros oradores [pero, sobre todo, Stephen Miller, adjunto a la jefa de Gabinete de la Casa Blanca] la compararan con una ‘tormenta’, con una ‘espada’ o con un ‘dragón’, y antes de que Trump hablara abiertamente de odio, para después fundirse con ella en un abrazo, casi como la representación de los arquetipos masculino y femenino del nacionalismo cristiano”, añade Sharlet sobre uno de los credos esenciales de la extrema derecha en este país: la fe ciega en que la identidad estadounidense solo puede ser cristiana. “Pocos hicieron más por esa idea que Charlie Kirk. Le decía a sus seguidores que fueran a la iglesia, sí, pero sobre todo atrajo a la iglesia al mundo MAGA, porque ahora MAGA es la verdadera fe: eso es el nacionalismo cristiano”.

¿Sucesora de Trump?

El experto considera que su viuda es la “sucesora” natural. “Todos se preguntan qué vendrá después de Trump. ¿J. D. Vance? No lo creo. Podría ser Erika Kirk. Ella es la primera dama ahora. Está desempeñando el papel de Evita Perón, y lo está haciendo brillantemente“, considera Sharlet, que se apresura a aclarar que eso no significa que “su dolor no sea auténtico” para distanciarse de quienes la han juzgado por el modo público, casi retransmitido en directo, de vivir su duelo, hasta el punto de, según The Washington Post, “redefinir el papel de la viuda política” en el imaginario estadounidense. Esa reacción a la muerte de su marido también han desatado variadas y salvajes teorías de la conspiración en los rincones MAGA más oscuros.

“Sin duda, [Kirk] tendrá una influencia duradera y de gran alcance en Estados Unidos”, coincide el comentarista conservador Matthew Continetti. “Con su capacidad de comunicación, su conmovedora historia y su conexión personal, podría convertirse en la próxima Billy Graham [tal vez el predicador evangélico más famoso de Estados Unidos y figura influyente en expresidentes como Richard Nixon, George Bush hijo o Bill Clinton], guiar a una generación al cristianismo y ser la primera mujer presidenta”.

Trump y la viuda se conocen desde 2012, cuando el republicano era dueño del concurso Miss USA y Erika Kirk, la representante por Arizona. De adolescente, montó una fundación. Estudió Ciencias Políticas y Derecho. Trabajó en la primera campaña de Trump. Conoció a su futuro esposo cuando él la entrevistó para un trabajo en Turning Point USA (TPUSA), organización sin ánimo de lucro que él había fundado a los 18 años junto a un poderoso activista del Tea Party. En aquel encuentro, le dijo: “No quiero contratarte, sino salir contigo”. En 2021, se casaron.

Aunque siempre a la sombra de su marido, Erika, de 36 años, ya tenía perfil público antes del asesinato. Incluía un podcast religioso semanal (uno de cuyos capítulos, en los que ambos hablaban, se tituló “sumisión no es una palabrota”), una línea de “ropa bíblica” y un evento anual de TPUSA para mujeres, que reúne anualmente a las principales voces de Estados Unidos contra el feminismo. En una entrevista de este año, él respondió la pregunta de cuál de los dos era más conservador: “Ella. A su lado, soy un moderado”.

Tres días antes del funeral televisado ―y consumido, según los organizadores, por unos 100 millones de personas―, Erika Kirk fue elegida consejera delegada de TPUSA, una organización con 1.500 empleados que en 2023 declaró ingresos por valor de 85 millones de dólares. Desde la muerte de su fundador, han llovido tanto las donaciones millonarias como las solicitudes, unas 37.000, de abrir sucursales en universidades de todo el país.

En el discurso que ofreció en su memorial, Erika pidió a los “hombres occidentales” que “acepten el desafío de Charlie y abracen la verdadera hombría”. “Tu esposa no es tu sierva, ni tu empleada, ni tu esclava. Es tu ayuda. No sois rivales. Sois una sola carne, y debéis trabajar juntos por la gloria de Dios”. Tras su nombramiento, Tyler Bower, portavoz de TPUSA, escribió en X que “si Charlie Kirk vino y convirtió a los hombres jóvenes”, ella hará lo propio “con las mujeres jóvenes”, un sector demográfico tradicionalmente nefasto para el Partido Republicano.

Además de ante esas elevadas expectativas, el relevo la deja al frente no solo de la maquinaria de eventos en universidades que hicieron famoso a su marido por acudir a ellas para debatir con alumnos liberales y tratar de convencerlos de que en esos lugares les estaban “lavando el cerebro” con ideas progresistas; también queda al cargo de Turning Point Action, el brazo destinado a la promoción de candidatos conservadores, y de la parrilla de podcasts que se graban en un estudio en Phoenix, a cuyas afueras vivía el matrimonio.

The Charlie Kirk Show era el lugar en el que el activista fallecido exponía sus opiniones polémicas, sus creencias religiosas, su pasión por Trump y sus ideas tránsfobas y antiinmigración. Defendía el matrimonio tradicional por encima de la carrera de la mujer; señalaba a profesores universitarios; y se burlaba de las iniciativas de discriminación positiva. Desde su muerte, el programa ha continuado con una cantera variada de presentadores y la colaboración de destacados miembros del movimiento MAGA, como el vicepresidente, J. D. Vance.

Carlie Kirk era evangélico, pero tanto Vance como Erika Kirk son católicos. Ambos pertenecen a esa facción ultraconservadora que en Estados Unidos considera el Vaticano fue demasiado lejos con el papa Francisco y que no confía ahora en que con su compatriota, León XIV, vayan a cambiar las cosas. “Católicos que reniegan de Roma... ¿no es lo mismo que decir protestantes?“, se pregunta Sharlet.

Este viernes, la viuda participó en el podcast de su marido para dar más detalles sobre los planes de TPUSA. No piensa sustituir a Kirk al micrófono, en el que continuarán turnándose sus colaboradores. El show pondrá a “Charlie primero para mantener vivo su legado”. Además, tirarán de “material inédito”. “Tenemos especiales dominicales de sobra, discursos, entrevistas… él se aseguró de dejar suficiente contenido”.

En cuanto a los actos en los campus, actos como el del pasado jueves en el que el gobernador de Virginia tuvo una visión con miles de Charlie kirks, las preguntas que solía contestar el activista asesinado las responderán otros, como, en aquel caso, la periodista Megyn Kelly, ex Fox News. La viuda promete que seguirán organizándose, aunque ya no serán al aire libre.

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Sobre la firma

Iker Seisdedos
Es corresponsal jefe de EL PAÍS en EE UU. Licenciado en Derecho Económico por la Universidad de Deusto y máster de Periodismo UAM / EL PAÍS, trabaja en el diario desde 2004, casi siempre vinculado al área cultural. Tras su paso por las secciones El Viajero, Tentaciones y El País Semanal, ha sido redactor jefe de Domingo, Ideas, Cultura y Babelia.
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