Gambia pone a prueba su joven democracia con unas reñidas elecciones
El actual presidente, Adama Barrow, se enfrenta al veterano Ousainou Darboe en los primeros comicios libres tras la caída del dictador Jammeh
Decenas de coches y furgonetas con personas encaramadas en lo alto luciendo camisetas y gorras amarillas, el color del candidato opositor, pasan como una exhalación por la avenida principal de Banjul. En el bar Black Café, expertos y ciudadanos discuten sobre política y desarrollo en un debate retransmitido por una televisión privada mientras mil jóvenes se preparan con orgullo para ser observadores en los comicios. Tras 23 años de dictadura y cinco de la caída del autócrata Yahya Jammeh gracias a una intervención militar de los países de la región, Gambia celebra este sábado sus primeras elecciones presidenciales democráticas y libres con seis candidatos en liza, una cita histórica para este pequeño país africano que aspira a consolidar su libertad recién conquistada.
“Hay un enorme entusiasmo”, asegura John Charles Njai, responsable de la plataforma de organizaciones de la sociedad civil Tango, “la gente tiene sed de democracia y unas elecciones son la mejor manera de participar. Hace cinco años había miedo, te jugabas ir a la cárcel o la vida si te arriesgabas a hablar. Hoy todo el mundo opina, debate, se ha conseguido mucho en términos de democracia”. Los problemas económicos y sociales no han desaparecido de un plumazo y las necesarias reformas y la reconciliación son asignaturas pendientes, pero Gambia ha cambiado. “Los candidatos hacen campaña y proponen. Ahora toca decidir”, añade Njai.
Aunque los comicios están muy abiertos y el sistema electoral gambiano, de mayoría simple y con una gran transparencia, facilita el juego limpio y, por tanto, que pueda haber sorpresas, de los seis aspirantes, todos hombres, dos parten como favoritos. El primero es, sin duda, Adama Barrow, el actual presidente. A sus 56 años este empresario del sector inmobiliario llegó al poder en enero de 2017 tras ganar de manera sorprendente las elecciones de diciembre de 2016 frente al dictador Jammeh, quien se negó a aceptar los resultados y tuvo que ser desalojado tras una intervención militar de los países de la región encabezada por las tropas senegalesas.
Barrow se había presentado al frente de una coalición opositora inédita en Gambia (2. 416.000 habitantes), lo que le aupó a la victoria. Durante su mandato contó con un sostén inestimable de la comunidad internacional, preocupada por la fragilidad de la transición democrática: solo la Unión Europea reunió unos 1.500 millones de dólares (1.326 millones de euros) en 2018 para apoyar al Gobierno gambiano en sus planes de desarrollo. Esta inyección económica, en buena medida canalizada en proyectos que crearan empleo entre los jóvenes, permitió mejorar las condiciones de vida de muchos gambianos y atenuar la oleada migratoria hacia Europa, hoy en horas bajas si se compara con la situación de hace un lustro.
Precisamente la gestión de las migraciones ha provocado un reciente choque entre Gambia y la UE después de que Bruselas castigara a este país africano con restricciones de visados por no admitir vuelos de repatriación de sus ciudadanos desde suelo europeo. Lo cierto es que las autoridades de Banjul sí que han autorizado dichas deportaciones en el pasado, pero este año, con las elecciones a la vuelta de la esquina y al tratarse de una medida que genera malestar social y podía castigar electoralmente al presidente Barrow, decidieron paralizarlos. Gambia es el país subsahariano con más nacionales pendientes de devolución en Europa, unos 12.000, lo que da idea del vigor del éxodo gambiano en los años recientes.
En este tiempo, decenas de gambianos de la diáspora regresaron a un país donde surgían de nuevo las oportunidades de invertir en sectores como el turístico. Es verdad que la covid-19 frustró muchas expectativas, pero las obras y reformas de hoteles florecen en Banjul en la confianza de tiempos mejores. Sin embargo, no todo es de color de rosa. “La reforma de la Constitución es una gran tarea pendiente”, asegura el periodista Babucar Ceesay, director del periódico The Monitor, “así como la renovación del sector de las Fuerzas Armadas”. Una Carta Magna aprobada en tiempos de la dictadura y un Ejército que aún integra a muchos mandos que colaboraron en la dura represión de los tiempos de Jammeh son amenazas que siguen pesando en el ánimo de los gambianos.
El gran aspirante a impedir un segundo mandato de Barrow es el veterano líder opositor, abogado de derechos humanos y carismático referente de la lucha contra la dictadura Ousainou Darboe. A sus 73 años y con aspecto frágil, sentado en una silla en el centro de una decorada habitación de su residencia, atiende con santa paciencia a los periodistas de todo el mundo que estos días acuden a entrevistarle. “Hemos esperado este momento durante mucho tiempo, pero estoy confiado de mi victoria. Tengo la fuerza física y la capacidad mental para dirigir este país”, asegura a EL PAÍS, intentando así despejar las dudas que corren en Gambia sobre su estado de salud.
Darboe, quien no se pudo presentar a las elecciones de 2016 porque estaba en la cárcel, lidera el partido mejor vertebrado de Gambia, el Partido Democrático Unido (UDP), una potente maquinaria política que ha demostrado su músculo durante la campaña y que cuenta con una gran implantación en la capital, el feudo más decisivo de las elecciones. Los otros aspirantes son Mama Kandé, que obtuvo un respetable 17% de los votos en 2016 y quien cuenta con el apoyo explícito del dictador Jammeh desde su exilio en Guinea Ecuatorial; el socialista Halifa Sallah, con un gran prestigio en Gambia por su honestidad y larga lucha contra la dictadura; y los independientes Abdoulie Ebrima Jammeh y Essa Fall, este último uno de los abogados que dirigió la Comisión de la Verdad, la Reparación y la Reconciliación (TRRC) que investigó los crímenes de la dictadura.
Con un censo de 960.000 personas, las elecciones se intuyen abiertas. “Nadie va a ganar con más del 40% de los votos”, comenta Njai, “va a estar muy reñido. Pero lo más importante no es eso, sino que todo transcurra en paz, que los candidatos respeten los resultados proclamados por la comisión electoral y que no haya desbordamientos en las celebraciones. Este es un pueblo de paz y hemos fortalecido nuestra democracia en estos cinco años para llegar a este momento”. Los 1.500 colegios electorales previstos en todo el país abren este sábado a las ocho de la mañana y los resultados se esperan para el mismo domingo.
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