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LA BRÚJULA EUROPEA
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

La UE, el titán sin músculos ni garras

El bloque no tiene la fuerza militar, la cohesión política y la innovación tecnológica en sectores clave para competir como potencia global

Andrea Rizzi
La presidenta electa de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, y el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, antes de reunirse en Bruselas el pasado día 30.
La presidenta electa de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, y el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, antes de reunirse en Bruselas el pasado día 30.REUTERS

La afirmación de la UE como potencia global parece ser el leitmotiv de la nueva fase de la experiencia comunitaria. Ursula von der Leyen sostiene que la suya será una Comisión Europea “geopolítica”. Josep Borrell, próximo responsable de Exteriores del club, afirmaba ya en una entrevista concedida a este diario en el pasado mes de mayo que Europa debe “jugar una lógica de potencia frente a Estados Unidos”. El concepto es recurrente en declaraciones, entrevistas, debates de políticos y analistas. Pero: ¿está realmente capacitada la UE para pelear con eficacia en el ring global con actores como EE UU y China?

En términos económicos, es notorio que el conjunto de la UE es una potencia indiscutible, al representar algo más de un 20% del PIB global, frente a un 24% de EE UU y un 14% de China, según datos en dólares corrientes del FMI. Sin embargo, este estatus de gigante económico no se traduce automáticamente en los atributos esenciales para ejercer como potencia global efectiva: fuerza militar, tecnología puntera en sectores estratégicos, y una unidad política que permita acciones eficaces. Estos atributos ni están, ni se les espera.

La cuestión militar. Según datos del Instituto Internacional de Estocolmo de Investigaciones para la Paz, Francia fue en 2018 el quinto país con mayor inversión en defensa del mundo (unos 63.000 millones de dólares en 2018), el Reino Unido, el séptimo (50.000) y Alemania, el octavo (49.000). La distancia con las dos principales potencias es abismal en el caso de EE UU (650.000) y muy grande en el de China (250.000). Las únicas fuerzas armadas europeas con capacidad de combate considerable son Francia y el Reino Unido.

Sin embargo, el segundo se dispone a salir de la UE; y ambos dejaron ver evidentes graves límites operativos en la intervención en Libia de 2011, en la que en cuestión de días quedó claro que era indispensable el apoyo de EE UU pese a la cercanía del teatro de operaciones y la debilidad del adversario en términos convencionales.

Hacen falta una decena de los mayores inversores europeos para igualar el presupuesto de China, que crece a gran ritmo mientras el europeo se estanca. En paralelo, los proyectos de integración militar europea avanzan lentísimos, en medio de un cortocircuito francoalemán en el que París quiere profundizar lazos con grupos reducidos de países dispuestos a alta operatividad, mientras Berlín desea avanzar todos juntos a menor velocidad.

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La cuestión tecnológica. La UE dispone de un entramado industrial notabilísimo. Sin embargo, se halla muy rezagada en las tecnologías más estratégicas en materia de inteligencia artificial, redes, servicios a los consumidores/gestión de datos, comunicaciones. La innovación en esos sectores clave, en Europa, es insuficiente como para sostener ambiciones globales. Compañías como Google, Apple, Facebook, Microsoft no solo encabezan los listados de capitalización bursátil del mundo —reflejo de la fe en ellas de los inversores— sino que abren caminos tecnológicos que redundan en beneficio de su país de origen. Europa tiene grandes compañías, pero no en esos sectores clave. Es notable que esos gigantes de EE UU sean compañías relativamente jóvenes, mientras que Europa es incapaz de alumbrar nuevos titanes: los que tiene son viejos clásicos del sector industrial, farmacéutico, petrolero. China, por su parte, tiene dos empresas de esos sectores clave —Tencent y Alibaba— que se abren paso entre aquellas con mayor capitalización bursátil.

La cuestión política. Por último, el consabido problema de falta de cohesión política que entorpece la proyección global. Von der Leyen propuso superar el requerimiento de la unanimidad en materia de política exterior en su discurso de presentación en el Parlamento Europeo. La verdad es que no es muy realista pensar que la UE pueda actuar de forma constante y consistente como un actor cohesionado y asertivo.

Ello no impide que haya elementos de vigor y éxitos. El tamaño económico y las competencias en materia comercial que ostenta Bruselas en nombre del bloque le ofrecen fortaleza en una de las áreas de choque de potencias. En materia de tecnologías verdes la UE puede ser pionera. En política exterior, la acción en la crisis de Ucrania puede considerarse como relevante. Pero, en paralelo, es evidente la práctica irrelevancia de la UE en tantos conflictos y pulsos, incluido algunos tan cercanos como el sirio o la cuestión palestina. Conviene mantener una mirada realista sobre el presente y el futuro.

Sobre la firma

Andrea Rizzi
Corresponsal de asuntos globales de EL PAÍS y autor de una columna dedicada a cuestiones europeas que se publica los sábados. Anteriormente fue redactor jefe de Internacional y subdirector de Opinión del diario. Es licenciado en Derecho (La Sapienza, Roma) máster en Periodismo (UAM/EL PAÍS, Madrid) y en Derecho de la UE (IEE/ULB, Bruselas).

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