Reino Unido, España y las trincheras de adentro
Abundan en Occidente líderes polarizantes; la división que provocan en las sociedades tiene un coste muy grave
En una entrevista concedida a este diario hace unos días, Michael Bloomberg lamentaba la desgarradora polarización política que sufre Estados Unidos y señalaba que el último presidente de ese país que intentó realmente unir a la sociedad fue Clinton. “Trump intenta dividir. Obama no tuvo interés en unir a la gente. George W. Bush, un poco. Clinton fue el último que lo hizo”, afirmó. La consideración del exalcalde de Nueva York y fundador del imperio mediático que lleva su apellido toca una llaga extendida en Occidente: las trincheras de adentro, la división de las sociedades. Europa no está exenta de ese virus.
La actitud de los líderes es un elemento clave en la determinación del grado de cohesión de las sociedades. Los dirigentes magnánimos tienen visión de largo plazo y buscan unir pese a los posibles costes del corto plazo; los pusilánimes buscan reforzar su posición a través de la polarización. Los centristas, por lo general, enfrían; los radicales suelen inflamar.
Otros artículos de la serie 'La brújula europea'
- El problema del liderazgo en la nueva etapa de la UE
- Contra 100 años de fascismos
- 'Tories', Cinco Estrellas, Ciudadanos... la era de la muda de piel y alma de los partidos
- Por qué Italia tiene Gobierno y España todavía no
- Arde en Occidente la hoguera de la complejidad
- Cómo afrontar la violencia de ultraderecha
- Memorándum mitológico para la UE
- Hiperliderazgos, hipopartidos
- ¿En qué lado de las barricadas estás, Europa?
- Una Europa descabezada en medio de la tormenta
- ¿A quién beneficia la UE?
- Llega el pastel, cuidado con los cuchillos
- Lecciones de Italo Calvino para la UE de este milenio
Los pulsos entre naciones obviamente son los más peligrosos. Pero las invisibles trincheras internas de las sociedades también tienen un coste. Porque la política que se aleja del pragmatismo y se adentra en el territorio emocional e ideológico, suele ser menos eficaz; y porque las relaciones sociales que se agrían e intoxican la coexistencia frenan el desarrollo.
En Europa, el Reino Unido es un caso de país con fuerte polarización. El Brexit y su manejo por parte de muchos políticos representa una trinchera que será probablemente una herida duradera. Es todo un símbolo que el primer ministro Boris Johnson anunciara esta semana su propuesta a los Veintisiete para un acuerdo de salida —probablemente el hecho más importante para la sociedad británica en siete décadas— en la conferencia anual de su partido. En cambio, el Parlamento, la institución que representa a todos los británicos, quiso cerrarlo durante cinco semanas críticas del proceso.
El caso británico apunta al carácter de arma de doble filo de los referendos. Por un lado, son un alta expresión democrática. Por el otro, a veces, un arma incendiaria que exalta la división; la política que, en lugar de buscar soluciones consensuadas y pragmáticas, abdica y recurre al demos para que se pronuncie de forma binaria sobre cuestiones complejísimas a veces enferma, en vez de sanar, una sociedad.
España es otro caso de país con fuerte polarización propiciada por sus líderes. En la cuestión catalana, claramente, el deterioro es de tal magnitud que el daño causado a la coexistencia de ciudadanos de distintas ideas políticas en ese territorio es enorme. A nivel nacional, las cuartas elecciones en cuatro años escriben el epitafio de una clase dirigente tan rígida, polarizada y polarizante como para ser incapaz de gestionar la voluntad de los ciudadanos y volver una y otra vez a ellos con un lamentable subtexto: la vez anterior os equivocasteis, a ver si esta vez votáis mejor.
En el Este del continente, las iniciativas de dirigentes populistas radicales producen también un género de división interna de la sociedad muy tóxica. En ese caso el pulso se libra alrededor de la misma supervivencia de la democracia liberal.
Aunque afortunadamente no se mida en términos de víctimas mortales ni sea fácil cuantificarla en función de puntos del PIB, las trincheras de adentro dañan.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.