Las oscuras maniobras ucranias de Rudy Giuliani
El exalcalde de Nueva York y abogado de Trump se reunió en Madrid con un asesor del presidente electo de Ucrania
Donald Trump deposita toda su confianza en su familia. Y en ese estrecho círculo íntimo entra, además, Rudy Giuliani. Es el abogado personal del presidente de Estados Unidos, su principal escudo ante la multitud de frentes legales que le acechan. El también conocido como alcalde de América —fue regidor de Nueva York durante el 11-S— es ahora una pieza clave en el proceso de destitución que puede apartar al mandatario republicano de la Casa Blanca por haber pedido este verano a su homólogo de Ucrania, Volodimir Zelenski, que ayudase a investigar al hijo del exvicepresidente Joe Biden, hoy candidato en las primarias demócratas para las elecciones de 2020.
El nombre de Rudy Giuliani, de 75 años, se situó en el centro del escándalo el pasado viernes, cuando el diario The Wall Street Journal reveló que Trump había pedido varias veces al dirigente ucranio que trabajara con su abogado y con el fiscal general de Estados Unidos, William Barr, para que investigara por corrupción a Hunter Biden, hijo del exvicepresidente demócrata.
Giuliani informó en el pasado mes de mayo de su intención de viajar a Kiev para impulsar esa investigación, viaje que canceló debido a la intensa polémica que causó el anuncio. Giuliani reconoce en cambio que se encontró con el asesor del presidente de Ucrania el 3 de agosto en Madrid. Pero en su reconstrucción de los hechos afirma que fue el departamento de Estado el que le pidió ir a esta “misión”.
Como alcalde de Nueva York (1994-2001), el republicano Giuliani se convirtió en una especie de héroe para los estadounidenses en las horas sucesivas a los ataques de Al Qaeda contra las Torres Gemelas en septiembre de 2001. No solo por cómo gestionó la crisis, sino por el mensaje de unidad que lanzó en un momento de máxima vulnerabilidad y dolor de toda la nación.
Fue una figura muy polémica por su mano dura contra el crimen. Nadie cuestiona que su gestión durante los años noventa permitiera revitalizar la economía de la ciudad. Con su imagen por todo lo alto tras el 11-S, probó suerte para hacerse con un asiento en el Senado, pero abandonó la carrera por un cáncer de próstata. Fundó la firma de seguridad Giuliani Partners y fue uno de los actores clave en la campaña de reelección de George W. Bush.
Pese a ser republicano, difiere del ala más conservadora del partido en cuestiones como los derechos de la comunidad gay, el control de armas o el aborto. Con estas características, formó un comité para explorar las opciones que tenía para hacerse con la nominación a las presidenciales de 2008. La historia, sin embargo, cambió de golpe. Se empezó a cuestionar su liderazgo tras el fatídico 11-S y, tras abandonar la campaña, se convirtió en un tertuliano político muy punzante.
Trump, ya como presidente electo, le integró en el equipo que preparó la transición en la Casa Blanca, como asesor en cuestiones de seguridad. Al año se convirtió en su asesor legal. Abandonó su firma para concentrarse en trabajar exclusivamente para el presidente durante la investigación sobre la injerencia rusa en las elecciones de 2016. Siempre negó que hubiera colusión durante la campaña.
Se convirtió así en todo un especialista en sacar basura de los adversarios del presidente. Rudy Giuliani es más que un fixer, un solucionador de problemas, y siempre tiene una vía de escape. Reconoce que se encontró con el asesor del presidente de Ucrania el 3 de agosto en Madrid. Pero en su reconstrucción de los hechos afirma que fue el departamento de Estado el que le pidió ir a esta “misión”.
La investigación del Congreso estadounidense determinará si de verdad consiguió que la Administración entrara en este juego y si Giuliani la utilizó para tumbar a un oponente político. Eso se vería como una traición al mismo país que le consideró su alcalde.
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