España coloca a Borrell, Ribera y Calviño en la carrera por la cúpula de la Comisión Europea
España sigue atenta los equilibrios políticos, territoriales, y de género para ganar fuerza en el próximo reparto de cargos
Ni un solo candidato, ni a por un solo cargo. España se reserva varias bazas para hacerse con alguno de los puestos más influyentes en la cúpula de la próxima Comisión Europea. Entre las posibles figuras emerge con fuerza la de Teresa Ribera. Su nombre suena junto a otros barajados hasta ahora como Josep Borrell, Luis Planas o Nadia Calviño. La decisión final, según fuentes españolas, se tomará en función del perfil del futuro presidente de la Comisión, y buscará ofrecer la personalidad más idónea para encajar en las potentes vicepresidencias que completarán el organigrama del poder en Bruselas.
“En contra de lo que se piensa, España tiene varios y muy buenos candidatos”, apuntan fuentes del Gobierno en funciones de Pedro Sánchez. “Y a diferencia de otros países, no apostamos por un solo puesto sino que podemos optar a varias posiciones en función de cómo se desarrolle el reparto”.
La prioridad del Ejecutivo español se centra, de momento, en colocar en la presidencia de la Comisión a alguna personalidad próxima a los intereses españoles, sin importar su pasaporte. Y el candidato socialista, el holandés Frans Timmermans, tajante en la defensa del marco constitucional español frente a los intentos del independentismo catalán de implicar a Bruselas en una mediación, encaja en esa descripción y cuenta con el respaldo de Sánchez. Una vez colocada la pieza principal del organismo, España moverá sus fichas en función del equilibrio político, geográfico y de género que desencadene ese primer nombramiento, explican fuentes del Gobierno.
El todavía ministro de Exteriores y numero uno de la lista socialista al Parlamento Europeo, Josep Borrell, se perfilaba como el candidato natural a una vicepresidencia de la Comisión. Dado su bagaje y experiencia comunitaria, en círculos europeos se daba por descontado que Borrell aspiraría a ser Alto Representante de Política Exterior de la UE. El cargo reposa ahora en manos de Federica Mogherini, y si su sustituto fuese un español, simbolizaría a la perfección el relevo de la España europeísta a la Italia euroescéptica en el peso institucional. Sin embargo, el puesto no parece colmar las aspiraciones de España, ansiosa por recuperar influencia y poder ejecutivo tras un largo periodo de infrarrepresentación.
Además, el resultado de las elecciones al Parlamento Europeo del 26 de mayo ha alterado los cálculos españoles. La fragmentación del hemiciclo obligará a una coalición de al menos tres partidos (conservadores, socialistas y liberales) para aprobar el nombramiento del próximo presidente de la Comisión. Y ese escenario ha abierto la posibilidad de desbancar al candidato del Partido Popular Europeo, Manfred Weber, y colocar a Timmermans con apoyo de los liberales.
Fuentes españolas apuntan que adaptarán su oferta “al color político, edad y género del futuro presidente”. Y dado que casi todos los candidatos son varones y uno de los objetivos de la próxima Comisión es la paridad de género, podría designar a una mujer, con más opciones, en principio, de hacerse con una cartera potente.
En ese escenario, varias fuentes aúpan a la actual ministra de Transición Ecológica en funciones, Teresa Ribera, hasta la cúpula de una Comisión que, según el borrador de la Agenda estratégica de la UE, situará la crisis climática en el epicentro. Las negociaciones en la Eurocámara sobre el mandato de la futura Comisión, que arrancan mañana, también han colocado clima y energía entre sus cinco ejes prioritarios.
La candidatura de Ribera iría propulsada por su enorme prestigio europeo e internacional en el sector energético y medioambiental. A Ribera se le atribuye parte del impulso que llevó a la firma del Acuerdo climático de París.
Su salto a Bruselas podría depararle una vicepresidencia de la Comisión en una cartera cuyas competencias marcarán desde la política industrial de la UE hasta la estrategia para reducir la dependencia energética del continente. Sería una posición poderosa pero delicada dadas las tensiones que se esperan con la industria pesada, sobre todo la alemana, en un lustro marcado por la transformación tecnológica para cumplir los objetivos de reducción de emisiones de 2030 y llegar a 2050 a la neutralidad total de CO2 expulsado a la atmósfera. El inconveniente de la actual ministra es que su gran especialización no facilitaría su asignación a otra cartera, lo que limitaría sus opciones dentro de la Comisión.
Mucho más versátil es Nadia Calviño, otra de las bazas del Gobierno. La ministra de Economía y antigua directora general de la Comisión Europea conoce los entresijos de Bruselas gracias a su experiencia al más alto nivel en departamentos clave como los de Competencia, Mercado Interior y Presupuestos, lo que le abriría el camino, con toda probabilidad, hacia una cartera de mucho peso en el área económica.
Fuentes comunitarias en Bruselas dudan, sin embargo, de que Sánchez vaya a prescindir de una pieza tan valiosa. Calviño goza de gran prestigio e influencia en el Eurogrupo, y sus idas y venidas a Bruselas han facilitado que la Comisión Europea aceptase sin rechistar el programa de estabilidad presentado por España para los próximos Presupuestos.
Otra pieza versátil y trasplantable a la capital comunitaria es Luis Planas, actual titular de Agricultura y Pesca. Su currículo es su mejor baza: ha sido eurodiputado, embajador español ante la UE, secretario general del Comité Económico y Social y jefe de gabinete de los comisarios Manuel Marín y Pedro Solbes, con lo que su regreso a Bruselas no requeriría de adaptación.
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