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La UE acuerda la creación voluntaria de centros para migrantes en su territorio

Los Veintiocho alcanzan un compromiso tras 14 horas de cumbre. Fuentes gubernamentales niegan que España vaya a albergar alguno de los nuevos centros para migrantes donde se evaluará si son refugiados o irregulares

El primer ministro italiano, Giuseppe Conte, a su llegada a la cumbre en Bruselas. En vídeo, declaraciones de Pedro Sánchez.Foto: atlas | Vídeo: JOHN THYS

Europa ha esbozado los primeros compromisos para rebajar la tensión migratoria. Tras las amenazas que lanzó Italia de bloquear la cumbre europea que arrancó este jueves en Bruselas, los 28 países comunitarios alcanzaron esta madrugada un acuerdo general sobre la migración. El texto requirió muchas horas de negociación, que resultaron en el beneplácito de todas las partes. El acuerdo establece la creación de centros controlados dentro de la UE para llevar a los migrantes rescatados en el mar. En estos centros se separará a los posibles refugiados de los llamados inmigrantes económicos. Estos últimos serán devueltos a sus países de origen mientras los demandantes de asilo serán repartidos -"reubicados", dice el pacto- por los Estados que se ofrezcan voluntarios a acogerlos. Cada país decidirá "de forma voluntaria" si acoge o no uno de estos establecimientos, lo que pone fin a las cuotas obligatorias de reparto y contenta a los Estados que se niegan a recibir a un solo refugiado o inmigrante irregular.

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La UE apoyará financieramente "todos los esfuerzos de los Estados miembros, especialmente España y los países de origen y tránsito, para prevenir la inmigración ilegal". También se ha acordado la inyección de 500 millones de dinero comunitario en el fondo fiduciario para África, destinado a combatir las causas de las migraciones, como ya se había adelantado en el encuentro informal celebrado el pasado domingo.

"En el territorio de la UE, quienes son salvados [del mar] de acuerdo con el Derecho Internacional, deben ser atendidos, sobre la base de un esfuerzo conjunto, mediante su traspaso a centros controlados establecidos en Estados miembros, solo de forma voluntaria, donde un procesamiento rápido y seguro permitiría, con total apoyo de la UE, distinguir entre irregulares y refugiados", se asegura en las conclusiones. 

El primer intento de acercamiento lo promovieron cinco países mediterráneos —la propia Italia con Francia, España, Grecia y Malta—, favorables a compartir la gestión de los flujos migratorios. Estos Estados abogaron por crear una especie de centros controlados dentro de Europa para transferir a los extranjeros irregulares llegados a las zonas de mayor presión. La idea despierta especial recelo en el bloque del Este, pero en general ningún Estado parece —de entrada— dispuesto a habilitar centros con esas características.

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Algunas fuentes diplomáticas apuntaban a España y Grecia como candidatos, pero no hay nada cerrado. Fuentes gubernamentales niegan que España vaya a albergar un centro de ese tipo. "Los centros pueden ser una opción para algunos países. La nuestra es seguir con nuestros instrumentos y agradecer que se vuelquen recursos económicos en los países de origen y de tránsito", explicó al término de la cumbre, pasadas las 4.30 de este viernes, el presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez. El mandatario aludía al apoyo explícito —también de tipo financiero— del club comunitario a Marruecos por la cooperación en gestión migratoria, según adelantó este diario. Lo que sí aceptará el Ejecutivo español es hacerse cargo de algunos refugiados venidos de Alemania gracias a un acuerdo bilateral limitado.

La migración sacude la agenda europea en el momento de menor presión de flujos desde la crisis de 2015: aquel año entraron en Europa más de un millón de inmigrantes; en lo que va de 2018 apenas 43.000, según los datos de Acnur. Da igual: las tensiones políticas en Alemania, con un Gobierno que pende de un hilo por el movimiento de refugiados, y el ardor del discurso antiinmigración en Italia caldearon este jueves el ambiente de la cumbre de jefes de Estado y de Gobierno, centrada principalmente en este conflicto.

El arranque fue rotundo. “La migración puede decidir el destino de la Unión Europea”, advirtió la canciller Angela Merkel, consciente de que también su propio destino está en el alero. Merkel está fraguando los primeros acuerdos con países europeos —entre ellos, España— para que compartan parte de la responsabilidad sobre este colectivo. Italia, entretanto, amenazó con vetar el resultado del Consejo Europeo si no lograba su propósito: que otros Estados atiendan también a los extranjeros llegados irregularmente a su territorio.

En esa cumbre del todo o nada, los líderes se aferraron a una de las pocas ideas que suscita —con matices— consenso. Se trata de las plataformas de desembarco que la Unión Europea quiere financiar fuera de sus fronteras para llevar allí a los migrantes que se embarquen en el peligroso camino hacia suelo europeo. Los gobernantes dieron el mandato político para que esta idea, sobre la que hay muchas más preguntas que certezas, comience a concretarse. Lo único seguro es que solo se podrá trasladar hasta allí a las personas rescatadas en aguas ajenas al territorio europeo. Si el migrante llega a aguas comunitarias, deberá ser conducido a un puerto de la UE.

El texto aprobado en este asunto es genérico:  "El Consejo Europeo pide al Consejo (de la UE) y a la Comisión explorar rápidamente el concepto de las plataformas de desembarco regional, en estrecha cooperación con países terceros relevantes, así como con el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados y la Organización Internacional para las Migraciones". 

Merkel aludió ya a ese modelo nada más llegar a la cumbre. “Podemos hablar sobre el desembarco de buques en otros países, por ejemplo en África del norte. Pero tenemos que hablar con esos países, no lo podemos hacer a sus espaldas”, razonó. La dirigente germana trataba así de anticiparse a posibles recelos de esos países candidatos —los diplomáticos los sitúan en el norte de África— a acoger las plataformas. Marruecos ya ha rechazado de plano esa posibilidad. El Consejo, que representa a los Estados miembros, pretende iniciar conversaciones “cuanto antes” para encontrar posibles aliados.

Ampliando un poco el espectro, el presidente francés, Emmanuel Macron, señaló: “Hay trabajo que hacer fuera de las fronteras de Europa, en las fronteras y dentro de Europa, basado en dos principios: responsabilidad y solidaridad”, resumió. También el presidente español, Pedro Sánchez, aludió a estos dos pilares y pidió practicar la solidaridad con Alemania, destino del grueso de refugiados llegados a Europa entre 2015 y 2016. Algo que Berlín solo hizo con cuentagotas a lo largo de la crisis del euro.

La UE ha contemplado varias veces en el pasado la posibilidad de establecer alguna instalación exterior para contener a los migrantes al otro lado del Mediterráneo. Sin llegar a fijarla, ese es el espíritu que ha inspirado las políticas migratorias de la UE en los últimos años, con fondos extraordinarios para financiar políticas de retornos voluntarios de los migrantes a sus países de origen y también para contención directa de flujos por ejemplo, al entrenar a la guardia costera libia y suministrarle material .

Pero el bloque comunitario ha encontrado ahora la llave para poder profundizar en esa posible infraestructura: el aval de Naciones Unidas. Dos agencias de esa organización —la de refugiados, Acnur, y la de migraciones, OIM— escribieron el miércoles a los presidentes de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, y del Consejo Europeo, Donald Tusk, para avalar ese proyecto. Pese a todo, estos organismos siguen abogando por realizar los desembarcos en el sitio más seguro de la UE “y potencialmente también en otros sitios”.

Merkel negocia acuerdos bilaterales

En lo más duro de la crisis del euro, la canciller alemana, Angela Merkel, apoyada en Bruselas y Fráncfort, presionó para hacer caer al menos dos Gobiernos: el del italiano Silvio Berlusconi y el del griego Yorgos Papandreu. Los estertores de la crisis migratoria han puesto ahora a Merkel en el disparadero: la canciller maniobraba este jueves en los márgenes de la cumbre para lograr acuerdos bilaterales para salvar la pelota de partido en casa. España y Francia están cerca de ese acuerdo. Hasta Grecia ha dado luz verde a Merkel.

Plataformas y mafias

Más que crear un macrocentro para atender a los migrantes y dilucidar allí quiénes tienen derecho a asilo y quiénes no, Bruselas tiene la expectativa de que la mención de esa plataforma, incluso antes de construirla, desincentive a las mafias que trafican con migrantes. El motivo es que, al no haber perspectivas de llegar al club comunitario, la ruta pierda interés, confían los promotores de esta idea. Fuentes del Consejo citan como ejemplo el pacto suscrito con Turquía en 2016, que redujo drásticamente las llegadas de refugiados sirios de las costas turcas a las griegas porque se anunció que todos serían devueltos al país vecino, donde gozaban supuestamente de una protección equivalente a la europea.

Consciente de que todas las propuestas que generan adhesiones son más de contención migratoria que de gestión de los flujos, el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, se escudó en el riesgo de que triunfen los discursos más radicales. “Puede que algunos piensen que soy muy duro en mis propuestas. Pero créanme, si no nos ponemos de acuerdo en eso, verán propuestas verdaderamente duras de tipos verdaderamente duros”, deslizó.

De entre todas las intervenciones, ninguna tan dura como la del primer ministro húngaro, el ultraconservador Viktor Orbán. “Haremos lo que la gente realmente pide: no más migrantes dentro de la UE y los que hay, deben ser expulsados”, proclamó tras mantener su afirmación de que Europa vive una “invasión” con la llegada de irregulares.

La Unión Europea ha sido siempre una idea en busca de una realidad. Durante los 10 últimos años la realidad era muy cruda: una crisis prácticamente existencial que estuvo a punto de hacer añicos el proyecto europeo. Pero las grandes crisis son al final políticas: indefectiblemente políticas. Y ahí, en la política, ha terminado la policrisis europea: la histeria política de líderes como Orbán no tiene base real. Los flujos han caído a plomo desde el millón largo de entradas de 2015 a los menos de 50.000 en lo que va de 2018.

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