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EE UU tensa la cuerda en la negociación del TLC: “El progreso es muy lento”

México confía en que se produzca un acercamiento político en las próximas semanas, después de que Washington rechazara de plano las propuestas de Canadá

Ignacio Fariza
Guajardo, Freeland y Lighthizer, este lunes en Montreal, al término de la conferencia de prensa.
Guajardo, Freeland y Lighthizer, este lunes en Montreal, al término de la conferencia de prensa.G. H. (AP)

Nuevo aviso a navegantes de Estados Unidos. El representante de Comercio de la Administración Trump, Robert Lighthizer, ha urgido este lunes a México y, sobre todo, a Canadá, a acelerar el ritmo de las conversaciones para la renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLC), una de las fijaciones del presidente republicano. “Por fin empezamos a debatir los asuntos fundamentales, pero el progreso es muy lento”, ha dicho en la conferencia de prensa con la que se daba por clausurada la sexta ronda de conversaciones para la actualización del tratado. “Iremos hasta donde estas negociaciones nos lleven”, ha remarcado, dejando la puerta abierta a cualquier escenario: la renegociación en positivo o la salida de su país del acuerdo, como tantas veces ha amenazado Trump.

A diferencia de lo ocurrido en las cinco rondas anteriores, cuando el objetivo predilecto de sus ataques era México, en Montreal Lighthizer se ha despachado a gusto sobre el superávit comercial de Canadá con su país. "¿No es justo que nos preguntemos si este desequilibrio es justo?", se ha preguntado retóricamente. A su izquierda, la ministra de Exteriores canadiense, Chrystia Freeland, aguantaba estoica con una media sonrisa. El lenguaje corporal lo decía todo: la química entre ambos es inexistente y eso complica aún más las cosas en una negociación ya de por sí muy compleja. "En un momento dado, [el secretario de Economía de México, Ildefonso] Guajardo parecía ser el único adulto en la sala", decía, poco después, un representante empresarial en tono jocoso. Por el contrario, la relación entre Guajardo y Lighthizer -como ha reconocido el propio político mexicano- es fluida.

Pero las palabras más duras de Lighthizer contra Canadá han sido sobre un tema comercial, pero ajeno al TLC: la decisión de Canadá de elevar al tribunal de la Organización Mundial del Comercio (OMC) la disputa bilateral por los aranceles estadounidenses sobre la madera. “No tiene precedentes y es imprudente e, incluso, malintencionado”, ha cargado el representante comercial estadounidense en declaraciones recogidas por Reuters. “Es un ataque contra nuestras leyes comerciales”.

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Era la ronda más “crítica y decisiva”, en palabras de los Gobiernos mexicano y canadiense, pero ha echado el telón con mínimos avances –todos ellos en los capítulos que menos suspicacias han despertado–, sin un comunicado conjunto –a diferencia de lo ocurrido en las ocasiones anteriores– y con una evidente escalada en el tono de EE UU. Aunque, como sus contrapartes mexicana y canadiense, Guajardo y Freeland, Lighthizer se ha esforzado por mostrar un optimismo algo forzado, el hombre fuerte de la Casa Blanca en las conversaciones ha rechazado de plano los cambios propuestos por la delegación canadiense para el cálculo de la regla de origen el sector automotriz –una de las piedras angulares de la negociación–, con los que el Gobierno de Justin Trudeau trataba de acercar posturas. “[El nuevo método de cálculo] podría, en realidad, llevar a una reducción en los puestos de trabajo en EE UU, Canadá y, probablemente, también en México. Es justo lo contrario de lo que buscamos”.

Las conversaciones se alargan

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La negociación seguirá a finales de febrero en la Ciudad de México. En el ínterin, el Gobierno mexicano espera una aproximación formal entre los tres países para destrabar los asuntos que siguen bloqueando las conversaciones. “Sin duda debe haber un acercamiento político de todas las partes para llegar a la ronda de México vislumbrando soluciones en los temas más difíciles”, ha dicho Guajardo en conversación con la prensa mexicana presente en Montreal.

En los últimos días, el secretario de Economía había dejado la puerta abierta a una ampliación del espacio temporal propuesto para alcanzar un acuerdo (en un principio, finales de 2017; ahora, marzo de este año) hasta bien entrado 2019. Eso supondría dejar el tramo final de la negociación al nuevo presidente mexicano que salga de las urnas en julio, y no a Enrique Peña Nieto (PRI). Hoy, sin desechar del todo esa posibilidad, Guajardo ha negado que las conversaciones puedan ponerse en estado de hibernación durante el periodo electoral en México y en EE UU (que celebrará comicios legislativos en noviembre). “Es un proceso que no podemos poner a hibernar. Tiene que haber flexibilidad de las partes involucradas, pero esa no es una posibilidad real. No nos podemos dar el lujo”, ha subrayado.

El Ejecutivo de Trump ha anunciado este lunes que pedirá al Congreso una ampliación del periodo en el que el presidente tiene manos libres para negociar tratados comerciales con otros países: expiraba en julio y, si logra la autorización de la Cámara, se extenderá hasta 2021. Una prueba de que un proceso de este tipo lleva mucho más tiempo de lo previsto originalmente. Y de que, a estas alturas, las posiciones permanecen mucho más alejadas de lo que cabría esperar.

Que la negociación se dilate en el tiempo aleja el escenario más temido -que EE UU se levante de la mesa- y permite a México y Canadá ganar tiempo para el desarrollo de una estrategia comercial alternativa a su, por mucho, principal socio comercial. La tarea es ardua –las tres cuartas partes de lo que exporta Canadá van a parar a EE UU– cifra que asciende al 80% en el caso de México-, pero los dos países se han activado en varios frentes: ambos acaban de cerrar el Acuerdo de Asociación Transpacífico (TPP), ya sin EE UU -la primera gran decisión de Trump como presidente fue sacar a su país de este pacto-, que se firmará en Chile la semana que viene; Canadá está a la espera del visto bueno del visto bueno de todos los Parlamentos del Viejo Continente para que su tratado comercial con la Unión Europea (UE) entre en vigor; y México apura los plazos en su negociación con el bloque comunitario para sellar la renovación de su acuerdo comercial. En previsión de que el TLC pudiese quedar en papel mojado por obra y gracia de Trump, el país latinoamericano también ha tratado de estrechar sus vínculos con las otras dos grandes potencias regionales, Brasil y Argentina, donde podría conseguir buena parte del maíz y la soja que hoy compra en EE UU.

La Casa Blanca dinamitó las conversaciones sobre el TLC en octubre, pocos días antes de la cuarta ronda de negociaciones, al poner encima de la mesa sus exigencias sobre el contenido regional mínimo que deben incorporar los automóviles fabricados en la región y al proponer una cláusula que, en la práctica, suponía fijar una fecha de caducidad del tratado cada cinco años. En un primer momento, México y Canadá rechazaron ambas alternativas, pero con el paso de los meses han ido reblandeciendo su postura. Hace dos semanas, el país latinoamericano abrió la puerta a cambios en las reglas de origen del sector automovilístico y Canadá hizo lo propio esta semana al proponer una nueva fórmula de cálculo del contenido regional que acercase el umbral mínimo a lo que quiere Washington. Ambos también han accedido a sentarse a evaluar los pros y los contras del texto cada cinco años -como quiere Trump- siempre y cuando eso no implique poner en riesgo la continuidad del tratado -como también ha exigido el magnate-. Pero el republicano, fiel a su duro estilo negociador, sigue sin mover sus líneas rojas: o todo o nada.

Avances solo en el plano técnico

Desde el primer día de la negociación del TLC, los avances se han reducido a cuestiones técnicas y no al meollo de la discusión: las reglas de origen del sector automotriz, la cláusula de terminación automática cada cinco años y el mecanismo de resolución de controversias. En la última semana, el centenar largo de funcionarios -acompañados en Montreal por un séquito de empresarios y legisladores de los tres países-, han logrado cerrar el capítulo de anticorrupción y han dejado encarrilados otros tres: medidas sanitarias y fitosanitarias, telecomunicaciones y obstáculos técnicos al comercio, que intentarán zanjar en la cumbre que se celebrará en la capital mexicana entre el 26 de febrero y el 6 de marzo para poder sumarlos a la escueta lista de los puntos ya sellados: pymes y competencia.

"El tren de la negociación discurre por dos raíles completamente dispares", ejemplificaba esta semana un negociador, "y mientras los técnicos avanzamos, los políticos no progresan". Sin ese empuje político, tan largamente reclamado por los empresarios de los tres países, las conversaciones están en vía muerta.

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Sobre la firma

Ignacio Fariza
Es redactor de la sección de Economía de EL PAÍS. Ha trabajado en las delegaciones del diario en Bruselas y Ciudad de México. Estudió Económicas y Periodismo en la Universidad Carlos III, y el Máster de Periodismo de EL PAÍS y la Universidad Autónoma de Madrid.

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