Cruzar el cielo para llevar ayuda
Hans Kunz es piloto de helicópteros que llevan comida y personal en misiones humanitarias
Volar es su pasión. A ello se une ahora su compromiso con la ayuda humanitaria. Su destreza en el aire le permite sortear peligros que por tierra se hacen imposibles. Viajar a los lugares más peligrosos y devastados del mundo podría parecer una locura para la mayoría, pero para el austriaco Hans Kunz es un trabajo. Es piloto de helicópteros en misiones humanitarias.
Empezó su carrera como piloto comercial hace menos de cinco años, hasta que en julio de 2016 se unió a una operación del Programa Mundial de Alimentos (PMA) para llevar ayuda al noreste de Nigeria. “La zona del lago Chad era un área tranquila, de pescadores. Pero cuando apareció el grupo terrorista Boko Haram, agricultores, pescadores, todos huyeron. Hay muchos campamentos en la región y toda esta gente no puede volver a su casa porque la situación no es segura. Ahí es a donde llevamos ayuda”, cuenta. Boko Haram fue quien secuestró a 200 niñas en Chibok en 2014 y ha causado que más de dos millones de personas huyan de sus casas, según datos de la ONU.
Kunz explica con serenidad que en cada vuelo pueden sufrir un ataque con explosivos e incluso un secuestro. Por ello, los pilotos tienen la instrucción de pasar en tierra el menor tiempo posible: aterrizar, descargar y volver. “Este trabajo es como ser parte de una gran familia donde todos estamos pendientes del otro. Se trata de que todos vayamos en la misma dirección”, dice. Los dos helicópteros de la operación en la que participa Kunz han llevado este año 16.488 kilogramos de alimentos, vacunas y medicinas, y a 4.031 personas, ya sea personal sanitario o miembros de ONG.
Todo se organiza desde un lugar seguro, a una distancia de entre 40 y 200 kilómetros de las zonas de conflicto. “Un convoy por tierra tarda cinco o diez horas para llegar hasta allí porque va paso a paso, hay controles militares, tienen que asegurarse de que no hay peligro en el camino… En cambio en helicóptero nos lleva 14 minutos”, relata Kunz durante una entrevista en Madrid, donde participó la semana pasada en la Conferencia Internacional de Aviación Humanitaria, organizada por el PMA.
Esta agencia de la ONU tiene una división de aviación que coordina misiones de ayuda regular en 33 países y en cualquier punto donde se presente una situación de emergencia, como recientemente en Haití por el huracán Matthew. Cuando se vuelve casi imposible llegar por tierra a un lugar, el PMA contrata a empresas de aviación que tienen a los pilotos mejor capacitados para lograrlo. Actualmente, tiene acuerdos con 100 operadores de todo el mundo, entre los que no hay ninguno español.
“Este trabajo es como ser parte de una gran familia donde todos estamos pendientes del otro”
Kunz trabaja desde hace un año para la alemana Global Helicopter Service (GHS), que en 2014 empezó a dar servicio al PMA y a la ONG Médicos sin Fronteras en Sierra Leona, para atender la crisis del Ébola.
En la respuesta humanitaria a esa epidemia participó también el sudafricano Jan Rehousek, piloto por más de 30 años y ahora coordinador de operaciones de Air-Tec. Esta compañía llevó misiones a Liberia, donde hubo más de 10.000 casos de contagio de Ébola y casi 5.000 muertes. Ante los riesgos, varios pilotos se negaron a ir, recuerda Rehousek, pero muchos otros aceptaron. “Para algunos de ellos es una oportunidad. Se involucran mucho en las operaciones y ven esto como una carrera, porque lo disfrutan y encuentran que tiene un impacto en la vida de las personas”.
La principal diferencia entre ser un piloto humanitario y uno comercial, explica, es que en una aerolínea no interactúa con los pasajeros y su trabajo se limita a llevarlos del punto A al B. “Aquí somos como socios. Nuestros clientes nos hacen sentir comprometidos con la importancia y resultados de la misión. Tienes que conocer a tus pasajeros, entender, saber cómo va todo. Esa es la diferencia, y es ahí donde ves el impacto de tu trabajo”, resume.
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