No vengan a Noruega por el Ártico, los echaremos a Rusia
Tras vivir un récord de llegadas, el Gobierno pretende limitar derechos e incentivar el retorno
En enero pasado, cuando las temperaturas rondaban los 30 bajo cero, Noruega deportó a Rusia a 22 solicitantes de asilo por la frontera de Storskog, en el Círculo Polar Ártico. Con aquel criticado gesto —“Podrían acabar en tierra de nadie y se arriesgan a morir congelados”, advirtió el coordinador de ACNUR para Europa, Vincent Cochetel—, las autoridades de este país escandinavo lograron clausurar la ruta del Ártico, esa por la que meses antes habían empezado a aparecer sirios, bien abrigados, en bicicleta (porque el paso a pie está prohibido y el conductor que les llevara podría ser acusado de tráfico de personas). En los doce meses anteriores 5.000 solicitantes de asilo habían entrado pedaleando. Ya nadie lo intenta. El mensaje era evidente: No vengan por el Ártico, los echaremos a Rusia. Sí, a Rusia, ese aliado del régimen sirio.
El desembarco de más de un millón de migrantes en Europa en 2015 ha desatado una carrera entre algunos países por hacerse el antipático además de poner a prueba los sistemas de asilo de varios países. Sin tanto ruido y por el empeño de ONG noruegas, algunos sirios y yemeníes de aquellos deportados bajo cero en enero lograron regresar y que Noruega aceptara tramitar sus peticiones de asilo, explica Jon Ole Martinsen, de Noas (La Organización Noruega para los Solicitantes de Asilo).
El apoyo a la inmigración entre los noruegos ha caído diez puntos en un año (al 45%) y el Gobierno, integrado por los conservadores y el antiinmigración Partido del Progreso que por primera vez llega al poder, está embarcado en una campaña para disuadir a los refugiados; para que, ante la duda, busquen amparo en otro país. El Parlamento debate cambios profundos de la ley migratoria para limitar mucho la reagrupación familiar y reducir otros derechos y prestaciones, las expulsiones de extranjeros (sobre todo sin papeles y delincuentes) han alcanzado cifras inéditas y las autoridades dan más dinero a quienes pueden optar al retorno asistido a sus países.
A las novedades les precede el sobresalto y nerviosismo de este otoño, cuando empezaron a llegar dos mil migrantes por semana a este país de cinco millones de habitantes que solía recibir unas 10.000-12.000 peticiones de asilo anuales. “Las autoridades y la sociedad entraron en un cierto pánico”, según Martinsen. Hubo que improvisar. “No había plan, ni alojamientos suficientes… atenderlos salió carísimo, mil coronas (100 euros) al día”. Sostiene que algunas de estas medidas disuasorias se hubieran adoptado también sin el Partido del Progreso (en el que militó fugazmente el ultraderechista asesino de Utoya) en el Gabinete. “La sociedad está muy dividida, por los comentarios de los medios da la impresión de que la mayoría cree que llegan demasiados”. El desembarco ha coincidido con el desplome del precio del petróleo, que ha supuesto un duro golpe a este país al que el crudo negro enriqueció súbitamente en los setenta. En el paseo marítimo de Oslo un cartel muestra en tiempo real la cotización del barril de Brent (49,2 dólares este miércoles a mediodía).
En pleno desembarco de migrantes se creó el Ministerio de Inmigración. Y al frente colocaron a Sylvi Listhaug, de 38 años, a la que le preocupa toda esta gente que “tiene otra perspectiva de las mujeres, la igualdad, la libertad de expresión y los ideales democráticos que tenemos en Noruega”. Saltó a la fama internacional al bañarse vestida de buzo en la isla griega de Lesbos para experimentar un rescate “desde la perspectiva de los refugiados”, ha criticado “la tiranía de los buenistas” que quieren recibir “demasiados refugiados” y se ha enzarzado con los líderes de la Iglesia de luterana porque los considera “profundamente socialistas”. Al abogado Martinsen, le preocupan, en cambio, estas declaraciones “que no facilitan la integración” pero también “su desconocimiento del derecho de asilo y la legislación internacional”.
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Naciones Unidas y los que trabajan con asilados sostienen que el proyecto de ley que se empieza a votar en junio viola convenciones internacionales firmadas por Noruega. Y el Partido Laborista se opone frontalmente a que la reunificación familiar (la posibilidad de traerse al cónyuge e hijos) requiera que el cabeza de familia tenga un trabajo asalariado durante tres años antes de siquiera poder solicitarlo, como pretende el Gobierno. El Gabinete, que está en minoría, tiene difícil aprobarlo, pero los términos de debate han cambiado.
Inmigración se ocupa de que los interesados en pedir asilo allí sepan cómo están las cosas en Noruega. Igual que los daneses publicaron anuncios en la prensa libanesa, los noruegos están en Facebook, donde los traficantes de personas hacen sus ofertas y los migrantes buscan cómo y por cuánto pueden llegar a Europa. La página Regulaciones más estrictas de asilo en Noruega informa en pastún, dari, inglés o árabe de los crecientes límites a la reunificación familiar y las menguantes ayudas públicas.
Y cualquiera que trastee en la página del Servicio de Inmigración (UDI) se topará con la última oferta de las autoridades noruegas para solicitantes de asilo y otros desencantados: “Ahora 10.000 coronas (1.080 euros) extra a los primeros 500 que lo soliciten”. Además del billete de avión al país de origen, la ayuda máxima incluye 3.000 euros en efectivo, otros mil por cada hijo menor y 500 por tener el pasaporte en vigor. La oferta es válida hasta el 6 de junio. Entre enero y abril pasados han regresado con estos programas en los que colabora la Organización Internacional de las Migraciones 610 personas y 1.127 lo han solicitado, lo que supone un aumento del 90%, explica Sigurd Tvete, de la OIM.
“El incremento obedece sobre todo al gran aumento de solicitantes de asilo. Algunos regresan porque tienen parientes enfermos, o se han cansado de esperar a que se tramite su petición (de asilo), o Noruega no está a la altura de sus expectativas”, detalla Tvete. La mayoría de los 1.167 retornados mediante este programa en 2015 eran de Irak, Rusia, Afganistán y Bangladesh. Hay programas especiales para etíopes, afganos y somalíes. La Organización Noruega para los Solicitantes de Asilo considera que “estos incentivos son una buena política para quien no necesita protección internacional”.
Las deportaciones también han aumentado un 30% desde que en 2013, con la llegada del Gobierno de centro-derecha, aumentara el presupuesto de la policía para colocar en la frontera a quienes tienen órdenes de expulsión, asegura Martinsen. Los agentes echaron el año pasado a 7.825 personas –un récord— pero el grueso del incremento no obedece a solicitantes de asilo rechazados sino a extranjeros que estaban sin papeles o habían delinquido, según el recuento de Sigmund Book Mohn, de la Universidad de Oslo. “Echaron a 8 iraníes, mil italianos… y 373 españoles”, detalla Martinsen, el representante de la ONG de asilo. Expulsar a un asilado con garantías legales es más arduo.
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