Lanata, Nisman y la agenda pública argentina
Los periodistas son ellos mismos noticia cuando definen lo que una sociedad debate
Es tema recurrente que los periodistas no solo reportan la realidad. Con demasiada frecuencia leemos que ellos mismos se convierten en noticia. Piénsese en los periodistas de Al Jazeera, encarcelados en Egipto, o en aquellos que han sido víctimas de la brutalidad del Estado Islámico. En América Latina, a su vez, son noticia por ser objeto de la persecución y la censura del gobierno. Otros lo son cuando pagan con sus vidas por investigar al poder político, al narcotráfico y a la corrupción, o una combinación de los tres. Varios países de la región, de hecho, encabezan la lista de asesinatos de periodistas per cápita en el mundo.
Los periodistas también son noticia porque definen la agenda pública: le dan forma a lo que una sociedad debate. Es el ejemplo de Carmen Aristegui en México, por su cobertura de la tragedia en Iguala y la corrupción en el gobierno. Es el de Jorge Ramos en Estados Unidos, sobre todo entre los latinos, por defender la reforma migratoria y articular el debate sobre ella. Y es el caso de Leopoldo Castillo, referencia obligada para toda la elite política venezolana durante doce años hasta que tuvo que abandonar su programa debido a la censura.
Quienes tienen la capacidad de definir el debate público logran que la sociedad se identifique con su mensaje y, por ende, con ellos mismos. Si además son críticos, resultan incómodos para el poder. Son verdaderos intelectuales públicos, descubren y le dan sentido—describen y explican, esto es—aquello que el poder quiere mantener oculto.
Como en los ejemplos anteriores, en Argentina ese es Jorge Lanata. En un programa que mezcla periodismo investigativo y entretenimiento, tragedia y comedia, y con un estilo coloquial único—Lanata le habla al televidente con el “vos”—“Periodismo para todos” documenta y divulga la corrupción. Destapando casos resonantes cercanos a la propia Fernández de Kirchner, Lanata es noticia por constituirse en némesis del oficialismo. Cada domingo por la noche, las redes sociales son caja de resonancia de lo que allí ocurre. Su programa tienen más rating que el fútbol— ¡en Argentina!—cuando el gobierno programa partidos a la misma hora para quitarle audiencia.
Ahora con Lanata, el hacedor de la agenda pública, es como si la muerte de Nisman hubiera ocurrido ayer
Con el programa en receso por el verano austral, en enero pasado ocurrió la muerte del fiscal Alberto Nisman, quien investigaba al gobierno, sus opacos acuerdos con Irán y sus maniobras para ignorar sentencias judiciales sobre el atentado a la AMIA en 1994. El fiscal iría al Congreso para explicar lo que definió como conducta criminal, pero jamás llegó. La sociedad expresó horror y repudio por su muerte, pero de a poco el tema se fue evaporando. Jueces adeptos desestimaron la causa, sin siquiera comenzar investigación alguna, y la propaganda oficialista pasó a la ofensiva por medio de la calumnia contra el fiscal y su familia. La sociedad prefirió ni hablar del tema. De pronto fue como si la muerte más trágica en Argentina desde 1983 hubiera ocurrido mucho tiempo atrás, o como si no hubiera ocurrido en absoluto.
Eso hasta que volvió Lanata el domingo pasado, para arrojarle en la cara al país el video de las pericias oficiales en la casa del fiscal la madrugada siguiente de su muerte. Allí se ve la contaminación de la evidencia, la violación de los protocolos de investigación por parte de los peritos. Allí uno es informado de los cortes en el video oficial, acción ilegal, todo eso mientras se observa, en completa incredulidad, el arma del crimen dentro del bidet. En Argentina los baños tienen bidet.
Se observa en el video cuando el secretario de seguridad, funcionario del Ejecutivo, le dice a la fiscal constituida en el caso que vaya al baño a ver “si la victima ha muerto o si está agonizando”, eso una hora y media después de haber llegado al lugar del hecho. Es decir, que además el Ejecutivo ingresó al lugar del crimen antes que los funcionarios judiciales.
El programa documenta que a las 8 de esa noche, varias horas después de muerto, se ingresaron pen drives en el ordenador personal de Nisman, sin que se sepa cómo ni quien lo hizo. También se entrevistan a expertos que detallan la relación triangular, Irán-Venezuela-Argentina, por petróleo y tecnología nuclear, replicando otras historias periodísticas similares, las del semanario brasileño Veja y de Clarín.
De Madrid al DF y de DC a Estocolmo, la primera pregunta que el mundo tiene acerca de Argentina es sobre el caso Nisman. Con algunos jueces amigos y el aparato de propaganda, el gobierno argentino se las había arreglado para diluir el tema, para sacarlo de la discusión y de las preocupaciones de la sociedad argentina. Eso hasta ahora que volvió Lanata, el hacedor de la agenda pública. Ahora es como si la muerte de Nisman hubiera ocurrido ayer.
Héctor E. Schamis
Twitter @hectorschamis
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