Netflix contra el “paquete” cubano
Los cubanos ya cuentan con su propia manera de ver series y películas extranjeras aunque el streaming podría abrir otras puertas
Si la meta de Netflix al anunciar que su servicio está disponible ya en Cuba era asombrar a los cubanos con producciones como House of Cards, llega tarde. En la isla, la serie estrella de la empresa estadounidense está disponible a partir de 1 CUC, el peso cubano convertible (alrededor de un euro), por temporada. La misma tarifa rige para Juego de Tronos u otros éxitos de la televisión estadounidense como Girls o Breaking Bad. Las más populares son, sin embargo, las series y telenovelas mexicanas, aunque también las españolas como El Barco o El Internado.
En Cuba existe desde hace varios años el paquete, un servicio clandestino -aunque tolerado- para obtener programas extranjeros que no transmite la televisión estatal. Las ofertas abundan en revolico, la veterana web cubana de anuncios clasificados estilo Craigslist. Anunciantes como Miguelito en La Habana ofrecen “más de 2.800 series” con “calidad máxima y servicio a domicilio”.
“Las series se llevan a la casa o puede venirlas a buscar, no cobro nada extra por llevárselas a su casa, y copio a cualquier HDD (disco duro)”, garantiza este anunciante. Una oferta generosa, quizás motivada por la fuerte competencia que existe en este sector.
En vista de la escasísima extensión de Internet en la isla, donde menos del 5 % de la población tiene acceso a la Red, los rivales para empresarios como Miguelito no son -ni serán en un futuro próximo- iniciativas como Netflix, sino el paquete. Este servicio de películas y series, descargadas ilegalmente por alguien que tiene acceso a Internet o al servicio de cable, se puede obtener por 100 o 150 pesos cubanos (entre tres y cinco dólares) mensuales. Se distribuye bien desde algunos negocios, mediante cedés o memorias externas, o también a domicilio. E incluye la actualización semanal de los contenidos.
El paquete, en el que se pueden cargar también revistas como la española ¡Hola!, es un producto teóricamente ilegal, pero tan tolerado por las autoridades que incluso se han dedicado artículos al tema en la prensa oficial.
Hay quienes, como la bloguera y periodista Yoani Sánchez, consideran que el Gobierno cubano hace la vista gorda con este negocio porque al fin y al cabo sus contenidos son inocuos: “No hablar ni de política ni de religión”, resumía su lema en un reciente post de su blog Generación Y.
Lo mismo sucede con SNet (de streetnet: red callejera), una semi-secreta red ciudadana que desde hace unos cinco años se sirve de algunos servidores para conectar en La Habana a unos 8.000 usuarios en horarios restringidos -sobre todo de madrugada- y con estrictas reglas: además de no mencionar temas políticos, tampoco se permite la pornografía o su uso con fines de lucro. Es sobre todo una forma que tienen los jóvenes sobre todo de compartir videojuegos o mensajes.
Con esta competencia, tanto en oferta como en precio, más de uno ha llegado a pensar que lo de Netflix no es más que un golpe de propaganda magistral, en vista de que logró que medios de todo el mundo -especializados y generalistas- destacaran la noticia.
Pero hay quienes consideran que el desembarco de Netflix, además de constituir un apoyo abierto a la decisión del presidente Barack Obama de normalizar las relaciones con la isla, podría ayudar a presionar para que Cuba abra de una vez el acceso a Internet, ahora que el propio Gobierno estadounidense ha quitado las restricciones para que compañías de telecomunicaciones ofrezcan sus servicios en el antaño antagonista.
“El acceso a Netflix forma parte de una estrategia estadounidense más amplia de diversificar las plataformas de información y comunicación a disposición de los cubanos”, consideran los expertos en tecnología del laboratorio de ideas Brookings Institution Joshua Bleiberg y Darrell West. “Internet es una herramienta para comunicar los valores culturales y políticos estadounidenses a los cubanos. Transmitir esta información no es nada frívolo, sino un paso clave en la cambiante relación política entre Cuba y EE UU”.
Al fin y al cabo, al menos desde la Primavera Árabe, EE UU ha dejado claro que considera las redes sociales como una vía fundamental para promover la democracia. Para ello sin embargo, el país debe contar con una cobertura mínima de Internet. Anuncios como el de Netflix podrían impulsar una expansión más rápida de la Red.
En este sentido, para Edison Lanza, el nuevo relator de Libertad de Expresión de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), el anuncio de Netflix es “positivo”, aunque se muestra cauto a la hora de celebrarlo. Tiene en mente está el caso de China, que “tiene la infraestructura, pese a lo cual tiene un modelo de Internet cerrado”.
“Cuando hablamos de Internet también tenemos que hablar de las políticas de bloqueo, de bajada de contenidos. Es un poco prematuro para prever cómo Cuba va a manejar un Internet en un ambiente de mayor inversión e infraestructura”, advierte. Aunque lo celebra “como al menos, un comienzo”.
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