Baño de vino contra el terremoto
El seísmo del pasado domingo en California ha causado pérdidas millonarias a la industria vinícola. En Silicon Valley se buscan soluciones para paliar los daños
En Domaine Carneros, un pequeño Falcon Crest californiano, aparentemente reina la calma. En la casa de los espumosos más célebres de California brilla el sol, los visitantes se recrean en el porche y degustan el sparkling brut, el vino estrella. A solo seis kilómetros de Napa sigue con su ritmo como si las raíces de sus viñedos jamás hubieran sufrido las sacudidas del terremoto de 6.0 de magnitud que tuvo su epicentro en esa localidad californiana.
Esta firma, nacida en los ochenta como una extensión de la francesa Taittinger, es la excepción a la mayoría de las más de 500 bodegas de la zona. “Solo se rompieron un par de botellas, nada más. No nos hemos planteado cerrar el plan de visitas”, cuenta Megan, su representante.
Lo que no ha logrado la sequía de más de dos años —un azote para la industria del vino—, lo hizo el terremoto en segundos, llevándose consigo miles de barricas de vino. No hay una estimación oficial de daños por parte del consorcio que gestiona a los productores locales, el equivalente a las denominaciones de origen en España. Washington se ha aventurado con la cifra de 1.000 millones de dólares en pérdidas (unos 758 millones de euros) en una industria que mueve más de 13.000 millones de dólares al año.
La cosecha de 2013 se encuentra entre las más afectadas y los expertos en marketing ya buscan la manera de rentabilizar la desgracia haciendo de sus botellas ejemplares de colección. La de 2012, sin embargo, ha quedado prácticamente intacta porque se encontraban en palés de carga y bien embaladas, listas para la distribución. En el limbo quedan los vinos de reserva, cuya suerte depende en cada caso de su lugar de conservación. La bodega Saintsbury ha dado por perdida su colección de los ochenta y noventa. Bouchain es la firma más afectada. No indican la cantidad de barricas estropeadas, pero saben que no habrá cabernet o syrah este año. Tatiana Copeland, copropietaria, es incapaz de valorar las pérdidas de litros y económicas. Bill Hill, el mayor distribuidor de este valle no tenía seguro contra terremotos. “La mayoría está como yo, pocos se lo pueden permitir, es demasiado caro. En mi almacén se podía nadar en un mar de cabernet”, se lamentaba por teléfono.
En Silicon Valley, que ha hecho de esta zona vinícola uno de sus patios de recreo preferido, se tiene por costumbre encontrar una solución rompedora para cada problema. Ya hay quien piensa en dejar atrás la botella y vender el vino por copas en tirador, como la cerveza o, en grifo, como el vermú.
Una imagen que pocos tomarían en serio se ha convertido en el último fenómeno viral para paliar la situación. Siguiendo la estela del cubo con agua helada que ha invadido Facebook para recaudar fondos para la esclerosis lateral amiotrófica, Rotten Robbie, veterano DJ de radio, y Eric Oesterle, desarrollador de aplicaciones, subieron a YouTube un vídeo peculiar. Piden que la gente se bañe en vino de Napa. Con pantalón corto y camiseta blanca, descorchan una botella, la vierten en un cubo y se lo echan por encima. Y no, esta vez no es un juego de famosos y chavales jóvenes, los promotores superan la cincuentena. Tampoco hay web montada, ni un número de cuenta, tan solo una campaña en la web que acaba de explotar bajo la etiqueta #napaearthquakewinebucketchallenge.
La frivolidad está servida. Por un lado, se pide ayuda para reconstruir las bodegas. Por otro, aunque se consuma una botella más, el despilfarro es evidente.
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