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Los medios oficiales cubanos ignoran la muerte de Gutiérrez Menoyo

"Mi padre ha muerto donde quería", dice la hija del comandante revolucionario que desafió a Castro y que falleció en La Habana a los 77 años

Yoani Sánchez
Eloy Gutiérrez Menoyo, en el aeropuerto de La Habana en 2003.
Eloy Gutiérrez Menoyo, en el aeropuerto de La Habana en 2003. Alejandro Ernesto (EFE)

Los medios oficiales cubanos han ignorado hasta el momento la noticia de la muerte de Eloy Gutiérrez Menoyo, comandante de la revolución cubana y luego opositor al castrismo, que falleció este viernes en La Habana a los 77 años. Su esposa, Flor Ester Torres Sanabria, informó de su deceso a varias agencias de prensa, a familiares y amigos.

Gutiérrez Menoyo nació en Madrid el 8 de diciembre de 1934 y formó parte de la lucha que llevó a Fidel Castro al poder. Se trasladó a Cuba junto a su familia en 1945, después de perder a uno de sus hermanos en la batalla de Majadahonda, mientras combatía junto a las fuerzas de la República. En la mayor de las Antillas moriría Carlos, otro hermano suyo, quien cayó en 1957 durante el ataque al palacio presidencial. En esa acción, cuyo objetivo era ajusticiar al dictador Fulgencio Batista, participó también el propio Eloy Gutiérrez Menoyo.

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Miembro del Directorio Revolucionario, se convirtió a los 22 años en el jefe de acción de esa organización en la ciudad de La Habana. Durante la etapa de la lucha guerrillera fundó y dirigió el Segundo Frente, ubicado en las montañas del Escambray, en la zona central de Cuba. Al triunfar la Revolución en enero de 1959, pasó a integrar las Fuerzas Armadas Revolucionarias pero rápidamente se agudizaron sus desacuerdos con el Gobierno de Fidel Castro. En 1961 salió de la isla, para regresar en 1964 liderando un intento armado de derrocar al régimen de La Habana. Fue hecho prisionero y condenado a 30 años de cárcel.

Pasó 22 años en prisión, en duras condiciones y durante ese tiempo su salud se deterioró, perdió la visión de un ojo y parte de su capacidad auditiva. Fue excarcelado en 1983, tras intensas gestiones del Gobierno de Felipe González. Gutiérrez Menoyo se radicó entonces por un breve tiempo en España para finalmente exiliarse en la ciudad de Miami. Allí fundó la organización Cambio Cubano, que fue duramente criticada por varios sectores de exiliados por promover un diálogo con las autoridades cubanas.

En esa nueva etapa de su vida pudo realizar varias visitas a la isla, incluso llegó a entrevistarse con el propio Fidel Castro. En 2003 durante una estancia en Cuba, anunció que se quedaría a residir de forma permanente en territorio cubano. Aunque su decisión iba contra las leyes migratorias, las autoridades le permitieron quedarse aunque nunca le regularizaron su situación legal.

En sus primeras declaraciones después de decidir quedarse en Cuba, Gutiérrez Menoyo confirmó que quería hacer oposición. Sin embargo su deteriorado estado físico limitó mucho su actividad política. En su testamento, publicado por EL PAÍS, confirma que no se le había “extendido el carnet de identidad” y tampoco se le había “otorgado el espacio político que se discutió en un tiempo”.

Patricia Gutiérrez Menoyo, hija del comandante, aseguró este viernes que su padre “había muerto donde quería”. “Mi padre fue una de las personas más valientes, el guerrero más dulce que he conocido”, enfatizó la también editora, radicada en Puerto Rico.

El texto de despedida de Gutiérrez Menoyo deja abierta la puerta al optimismo, al asegurar que el futuro de Cuba “se basa en la fuerza telúrica de esta isla; en la ternura infinita de la mujer cubana; en el poder de innovación de su gente más sencilla. La herencia de perdurabilidad de la nación cubana resistirá todos los ciclones de la historia y a todos los dictadores”.

Durante la tarde de este viernes el cuerpo de Eloy Gutiérrez Menoyo será velado en una céntrica funeraria de la capital y el sábado será cremado. Para las nuevas generaciones de cubanos su nombre se pierde en la niebla del tiempo y de la historia, pero para quienes lo conocieron queda la sensación de que se ha perdido un buen hombre, preocupado por esa patria adoptiva que hizo suya.

 

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