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Leo Ferrero, la figura del teatro antifascista rescatada por una investigadora española

Se edita una traducción inédita, encontrada por una profesora universitaria, de ‘Angélica’, obra en la que el autor italiano denunció el fascismo de Mussolini

Tommaso Koch
Leo Ferrero
El dramaturgo italiano Leo Ferrero.

Menudo héroe, Orlando. Tan lleno de valor, sediento de justicia. Dispuesto a desafiar hasta al mismísimo regente, la máxima autoridad, para defender a la joven que el mandamás pretende violar. Y, sobre todo, para proteger a la ley y la libertad.

Menudo iluso, Orlando. Convencido de que otro mundo es posible, de que el pueblo se alzaría con él. De que la burguesía iluminada estaría a la altura de la historia. Como si la grey no prefiriera la cómoda defensa del statu quo a la revolución. Normal que el sublevado acabe solo. O peor.

Las alusiones de Angélica, obra teatral cumbre de Leo Ferrero (1903-1933), resultaban tan evidentes en la Italia fascista de los años treinta que el autor la escribió durante su exilio en Francia. Ahí se representó en 1936, aunque el escritor no pudo verlo: ya había fallecido, con apenas 29 años. Hubo de pasar una década más para que el texto pudiera difundirse en su país. Y ahora, tras casi un siglo de silencio, la lucha fallida de Orlando también llega a España. La editorial Renacimiento ha publicado la tumultuosa traducción realizada en 1937 por Cipriano Rivas Cherif, dramaturgo, embajador de la República en Suiza y cuñado de Manuel Azaña, recuperada gracias a una labor casi detectivesca de una filóloga y que permanecía inédita hasta hoy.

Incluso el derecho de pernada no se antoja tan remoto, al menos a juzgar por las recientes declaraciones del alcalde de Terni, Stefano Bandecchi, en plena asamblea municipal, que empujaron a la oposición a abandonar la asamblea municipal de la ciudad italiana: “Un hombre normal mira el culo bonito de otra mujer y a lo mejor intenta ligársela. Y, si lo consigue, se la folla”.

Aunque para Paolo Puppa, estudioso de Ferrero y responsable de la edición italiana de Angélica (Metauro), son muchas las razones que lo hacen contemporáneo: “La pequeña burguesía que se sube al carro ganador, la falta de una élite seria en el poder, el eje líder-masa, el uso irracional y regresivo de conceptos como el enemigo, la identidad o la nación: es todo muy contemporáneo. Con la extrema derecha en el Gobierno de Italia y muchos que ya no conocen el pasado, la necesidad de redescubrirlo está más justificada que nunca”. “El peligro de los totalitarismos siempre está a la vuelta de la esquina. Es un autor atemporal”, agrega María Belén Hernández González, profesora de Filología Italiana de la Universidad de Murcia, que buscó entre los papeles de Cherif aquella vieja traducción perdida, desconocida incluso para el hijo del político y escritor, y que se ha encargado de la edición en castellano.

Del propio Ferrero, en realidad, se sabe muy poco. Tanto que ambos expertos contestan de forma idéntica a la pregunta:

—¿A cuántos ciudadanos cree que les suena este autor?

—A nadie.

Precisamente por eso, los dos han asumido la misión de rescatarle. Y por el enorme valor literario, teatral, político y social que encuentran en su obra más lograda. Símbolo y resumen, a la vez, de la vida y las creencias de su desafortunado creador.

Hijo del historiador Guglielmo y la doctora y humanista Gina, Ferrero (1903-1933) era nieto del antropólogo Cesare Lombroso, célebre todavía hoy por sus teorías sobre la fisionomía del delincuente y la prostituta. Se crio, pues, en un ambiente intelectual. Primer punto en contra para el venidero régimen fascista. Al que la familia Ferrero Lombroso sumaba otros dos: hebreos y liberales.

El propio Leo se vinculó muy pronto a la revista Solaria, horno donde se cocinaban pensamientos demasiado modernos para la dictadura, y al Teatro D’Arte, compañía con ganas de independencia y renovación liderada por Luigi Pirandello. Es decir, visto de otra forma, Ferrero acumuló pecados suficientes para pasar a engrosar ya muy joven la lista de depurados y enemigos del régimen. Una voz que reivindicaba “el fuerte compromiso social y moral de la literatura italiana” en absoluto podía gustar a los oídos del Duce. Al revés, había que callarla.

A finales de los años veinte, el acoso político a la familia Ferrero Lombroso se convirtió así en arresto domiciliario, en su casa en las afueras de Florencia. Nada de publicar, por supuesto, ni cualquier otra actividad cultural. Ferrero lo narró en su Diario de un privilegiado bajo el fascismo. Y cuando logró un pasaporte huyó a París, donde abrazó el idioma y la vida local. “Se sentía culpable por haberse marchado. Era rico, se hacía el dandi, adoraba las conversaciones en los salones literarios y arrasaba incluso entre las señoras mayores. A la vez, sufría una depresión espantosa. ‘Hoy hice un esfuerzo tremendo para no ahorcarme’, le escribió a una amiga”, recopila Puppa. En ese contexto, en pocas semanas, Ferrero redactó una modernísima comedia de máscaras, centrada en un paladín que planta cara al amo que exige el derecho de pernada sobre una chica. En Angélica, el autor volcó su talento, sus denuncias e incluso algunos rasgos personales.

“Orlando representa al intelectual comprometido con la sociedad y que la sociedad no comprende. No quería identificar al dictador con una persona de carne y hueso, sino con un poder absoluto que tiene las manos libres y se sorprende de que el pueblo sea tan fácil de manipular y tenga tanto miedo de la libertad”, reflexiona Hernández González. “A los hombres no les gustan los verdaderos héroes, detestan a los mártires. Solo quieren a los egoístas”, afirma el regente en el texto. “Los he pisoteado y me han aclamado. Los he despojado y me han sonreído”, agrega. “Los artistas son, naturalmente, amigos de los reyes. Sin ellos, ¿dónde encontrar trabajo?”, se lee también en Angélica. Decenas de frases parecidas salpican las 80 páginas de la obra.

Aunque, poco después, Ferrero dejó atrás también su última creación y su segunda casa. Una nueva inquietud, y una beca de Yale, le llevaron hasta Nuevo México para una investigación antropológica. Halló, sin embargo, la muerte en 1933 en un accidente de tráfico, justo uno de los mayores miedos de su padre, Guglielmo. “No hubo epitafios. Nello Rosselli [otro intelectual antifascista represaliado y amigo de los Ferrero] dijo que el mayor de los homenajes, en un momento de tal barbarie en Italia, era precisamente que nadie le recordara”, apunta Puppa.

Sus padres, en cambio, hallaron el texto en 1934 e impulsaron su representación en Francia por la prestigiosa compañía de Georges Pitoëff. Pero otro fallecimiento, de Luigi Pirandello, hizo sombra a Ferrero y a los planes de seguir escenificando su obra, según Puppa. En Italia, años después, tan solo disfrutó de unas pocas funciones. En los cincuenta, entre deseos de no mirar más hacia el oscuro pasado fascista, la obra fue catalogada como “anticuada”. Y olvidada.

Mientras, eso sí, se había puesto en escena en Polonia o Uruguay. En España no, desde luego. “La situación esos años era la que era”, resume Hernández González. En Argentina, el estreno teatral de Angélica fue tal éxito que se decidió publicarla, como reconstruye la editora española. Pero, entre malentendidos y tiempos mal medidos, se habían puesto en marcha a la vez dos traducciones: del periodista José Blanco y de Cherif, que había conocido a los padres de Ferrero en Suiza y se había quedado fascinado con la obra. Aunque, finalmente, en otra paradoja convulsa, ninguna de las dos salió adelante. La del político español terminó en un cajón, del que no salió hasta ahora. Con casi un siglo de retraso. Y, a la vez, justo a tiempo. Puede que Orlando, eso sí, acabe decepcionado de nuevo: el mundo tampoco ha cambiado tanto.

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Sobre la firma

Tommaso Koch
Redactor de Cultura. Se dedica a temas de cine, cómics, derechos de autor, política cultural, literatura y videojuegos, además de casos judiciales que tengan que ver con el sector artístico. Es licenciado en Ciencias Políticas por la Universidad Roma Tre y Máster de periodismo de El País. Nació en Roma, pero hace tiempo que se considera itañol.
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