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Isla Mauricio: su cuento de hadas es en realidad el del nacimiento de un paraíso fiscal

Un nuevo libro describe como esta ínsula del océano Índico se hizo famosa entre la élite internacional por sus playas de coral blanco y su secretismo financiero

Isla Mauricio Paraíso Fiscal
Vista de la costa de la capital de las Islas Mauricio, Port Louis, en una imagen de 2015.Byvalet ( ALAMY / CORDON PRESS )

En su día se predijo que Mauricio, la diminuta isla en medio del océano Índico, siempre sería pobre. Carente de recursos naturales, como petróleo o minerales, el economista James Meade, que más tarde ganaría el Premio Nobel, concluyó que sus perspectivas de desarrollo eran básicamente nulas antes de su independencia del Reino Unido en 1968. Ubicada a 2.000 kilómetros de la costa este de Sudáfrica, está lejos de otros países y mercados, y su economía depende mayoritariamente de la exportación de un solo producto: la caña de azúcar, introducida por primera vez en el siglo XVII por la Compañía Holandesa de las Indias Orientales (otra de esas compañías privilegiadas que ayudaron a expandir y cimentar imperios) y cultivada por esclavos.

La ONU abrió una oficina en la capital, Port Louis, poco después de su independencia. Por aquel entonces “los economistas decían que Mauricio no podría sobrevivir como nación independiente”, nos cuenta Simon Springett, coordinador residente de la ONU en la isla, unos 50 años después. “Básicamente, se trataba de averiguar cómo diversificar una economía basada en el monocultivo”. Nos reunimos con él en una oficina cercana al paseo marítimo de la ciudad, donde calles con calzadas mal pavimentadas se alternaban con otras más modernas que mostraban el reluciente cristal de edificios de oficinas nuevos y bien cuidados. Allí, sobre restaurantes y cafeterías que sirven ensaladas gurmés y batidos recién hechos, encontramos numerosos bancos de inversión especializados y empresas financieras que dan servicio a las élites de todo el mundo. Su omnipresencia es reflejo de lo que sucedió después de la independencia en la historia de Mauricio: la transformación de la isla en un paraíso fiscal.

Mauricio experimenta ahora un auge turístico y de servicios financieros. Es conocida, sobre todo entre la élite internacional, por sus playas de coral blanco, las lunas de miel de lujo, los impuestos extremadamente bajos y sus elevados niveles de secretismo financiero. En 2017 acogió a 1,3 millones de turistas, superando sus 1,2 millones de residentes. Mientras tanto, su industria financiera contaba con más de 21.000 empresas registradas. Pero no ocupaban mucho espacio; muchas existían solo formalmente, quizá creadas para beneficiarse de los reducidos impuestos del país y de su política de “no hay preguntas”.

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Los economistas especializados en desarrollo estaban fascinados ante las cifras de Mauricio. El PIB per capita de la isla pasó de menos de 2.000 dólares a principios de los años ochenta a 9.600 dólares en 2016, una cifra superior a la de Rusia o Brasil. La esperanza de vida también aumentó, mientras que la mortalidad infantil se redujo y la cantidad de propietarios de viviendas se situó en un extraordinario 90%. El “milagro de las Mauricio”, como se le llamaba a veces, parecía una especie de cuento de hadas del desarrollo. La isla se había reinventado, pero lo había hecho a costa de unirse a una controvertida red internacional de jurisdicciones secretas donde empresas y clases altas pueden esconder su dinero, así como limitar el pago de impuestos y contribuciones a las infraestructuras públicas. Queríamos saber más sobre cómo había ocurrido.

La Ley de Actividades Comerciales offshore de Mauricio de 1992 generó un sistema de “compañías comerciales globales” que permitía a los no nacionales abrir empresas rápidamente, sin necesidad de revelar mucha información a las autoridades, menos aún al público. Además, el país redujo sus tipos impositivos y firmó una serie de “tratados fiscales internacionales” con otros países. Desde entonces, su industria como paraíso fiscal está en auge.

Hacia 2015, las empresas internacionales radicadas en Mauricio tenían activos por valor de más de 630.000 millones de dólares, cincuenta veces su PIB. Gran parte del crecimiento inicial de estos negocios offshore estuvo vinculado a un tratado fiscal único firmado con la India que, entre otros incentivos, eximía del impuesto sobre las plusvalías del capital a los residentes legales en Mauricio que invirtieran en la India, lo que convirtió a la isla en un lugar atractivo para los indios acaudalados y las empresas indias. La India terminó de renegociar este tratado con Mauricio en 2016 —tras años de debate sobre sus costes—, eliminando la exención del impuesto sobre las plusvalías. Sin embargo, estos cambios no se aplicaban retroactivamente a las estructuras corporativas ya establecidas.

Mientras tanto, Mauricio atrae a cada vez más multinacionales que invierten en el África subsahariana, promocionándose así como “puerta de entrada” al continente, al tiempo que capta mayor cuota del negocio mundial de gestión de patrimonios, entre otras cosas, facilitando a extranjeros extraordinariamente ricos la compra de propiedades y el establecimiento de su residencia en la isla. En 2017, casi el 60% de las inversiones de empresas registradas en Mauricio se destinaron a África, según la revista African Business Review. Vishnu Lutchmeenaraidoo, en aquel momento ministro de Asuntos Exteriores de Mauricio, declaró en una rueda de prensa: “Ahora todo gira en torno a África”. Mauricio se unió, además, a los principales bloques comerciales africanos, incluido el Mercado Común del África Meridional y Oriental, posicionándose como sede alternativa a Washington para el arbitraje internacional entre inversores y Estados. Con ello completa la gama de servicios para el capital internacional.

La parte negativa se muestra en las acusaciones que recibe Mauricio por parte de algunos Gobiernos africanos y grupos de la sociedad civil. Se quejan de la fuga masiva de recursos públicos de países pobres, en tanto que las multinacionales trasladan allí sus beneficios sin pagar los impuestos correspondientes en el continente.

En el corazón de esta industria se encontraba el llamado “sistema global de negocios”, mediante el cual se podían crear empresas offshore con niveles muy bajos de impuestos o información pública. Se utilizaban para canalizar inversiones hacia otros países, recibir beneficios y conservar activos. Además de con la India, Mauricio había firmado tratados fiscales con los gobiernos de más de 40 países, un tercio de ellos africanos. Se suponía que la función de esos tratados era evitar el cobro de impuestos por partida doble, aunque terminó dando lugar a lo que se denominó “mercadeo de tratados”, por el que las empresas se estructuraron para aprovechar las mejores condiciones ofrecidas con el fin de pagar lo menos posible.

La isla se hizo famosa por facilitar “transacciones de ida y vuelta”, práctica consistente en sacar dinero al extranjero para luego repatriarlo disfrazado de “inversión extranjera”, con lo que probablemente consigan recortes fiscales por partida doble. Entre 2000 y 2015, el 34% de la inversión total en la India procedió de Mauricio, gran parte de la cual se cree que fue “de ida y vuelta”. (...)

La Comisión Económica de las Naciones Unidas para África estimó que los flujos financieros ilícitos procedentes de África podrían llegar a los 50.000 millones de dólares anuales (el doble que los presupuestos en cooperación internacional para el continente), con graves consecuencias negativas para el desarrollo, como el agotamiento de las reservas de divisas y el agravamiento de la pobreza. (...) El secretismo que brindan a las empresas lugares como Mauricio puede enmascarar prácticas ilegales, además de la agresiva —si bien legal— evasión fiscal, declarando beneficios no allí donde se generan, sino donde se graban menos.

Incluso el FMI lo reconoce (...). En 2015, su entonces presidente, Jim Kim, advertía que “algunas empresas utilizan elaboradas estrategias para no pagar impuestos en los países en los que trabajan, lo que es una forma de corrupción que perjudica a los más pobres. Un pago de impuestos más equitativo podría eclipsar la ayuda internacional al desarrollo”.

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