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Palestina y Europa. EN LOS últimos meses, la situación ha cambiado radicalmente de signo en Oriente Próximo por la conjunción de algunos factores que, después de décadas de parálisis, pueden impulsar un proceso de paz en la zona. Las elecciones ísraelíes han contribuido a aclarar la distribución interna de fuerzas y no parece descabellada la suposición de que el laborismo de Simón Peres comprenderá las exigencias de la paz desde la oposición mejor que desde el Gobierno. Exigencias que se han visto alteradas por dos elementos ftindamentales en el campo contrario: la intilada y la declaración del rey Hussein de que Jordania dejaba de ser responsable de los territorios ocupados.Estas circunstancias favorecieron la semana pasada una maniobra política de alcance: la proclamación de un Estado palestino, hecha por el líder de la OLP, Arafat, ante el Consejo Nacional Palestino (CNP) reunido en Argel. La declaración no supondría por sí misma un gran avance si no fuese acompañada por el reconocimiento implícito de Israel -al que se ofrece negociar el futuro en paz- y por la promesa de abandonar el terrorismo como forma de lucha política, dos condiciones reiteradamente exigidas por Estados Unidos y Europa occidental para reconocer a la OLP como protagonista de ese proceso de paz.
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