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Cosmos

Tal como hace 20 años se puso de moda El azar y la necesidad -un libro que no entendía nadie entre la gente conocida-, ahora llega Historia del tiempo, la obra de S. W. Hawking, culpable de haber inspirado al presidente del Gobierno la bella metáfora del "deslizamiento hacia el rojo".Hawking, como se sabe, padece una enfermedad degenerativa y paralizante, hasta necesitar hablar mediante un sintetizador de sonido que sólo le permite emplear un total de 2.000 palabras. Con esa exigua ración, sin embargo, ha tratado de explicar el origen del universo y ha conseguido hacerse entender bastante. O más o menos.

En todo caso, ha logrado que miles de ciudadanos volvieran a interesarse por el cosmos mientras se comen un bocadillo de calamares. Desde los comienzos de la crisis económica y coincidiendo con la desatención ideológica y las alzas del dólar, el público era incapaz de seguir un discurso que se refiriera a un tiempo superior a tres meses. El Big Bang, por el contrario, se computa entre los 15.000 a 20.000 millones de años. ¿Qué pasa, pues, con Hawking? Exactamente que todo él parece un mensaje de la eternidad. El sonido de sus palabras vocalizadas por el sintetizador es retumbante Y estremecedor. Proviene de una disciplina de silicio que a la vez obedece a una conciencia viva, pero rara, en un cuerpo torcido y de poseso. Que una anatornía así piense rectamente sería ya asombroso, pero, aceptado el milagro, no cuesta demasiado suponer que su contenido sea prodigioso.

Hawking y su libro incorporan en esta era del pensamiento trivial y pasajero la réplica de un pensamiento espectacular y trascendente. No importa que no se le entienda del todo. O, al revés: lo convenierite es un resto indiscernible con lo mejor de lo verdadero. No estoy discutiendo -¿cómo podría hacerlo?- el fondo del asunto, pero es más que curioso que el estado de la física se promueva por un físico en mal estado o que la nueva ciencia de lo real sea presentada por un espectáculo de ciencia ficción. El espectro del marketing lo invade todo.

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