Ascenso y descalabro de las exclusivas en la prensa rosa española: del bebé de Massiel y el toples de Lady Di a la ruptura de Isabel Preysler
Hace 45 años, los famosos empezaron a cobrar por hablar de su vida privada, convirtiendo esos reportajes en un negocio millonario. Hoy, con el auge de los medios digitales y las redes sociales, el modelo está en un proceso de reconversión
“Fui la primera que ganó Eurovisión, la primera que representó a Bertolt Brecht con Fernando Fernán Gómez y la primera que representó Antonio y Cleopatra de Shakespeare en Mérida”, dice Massiel (Madrid, 75 años) a EL PAÍS. “Cuando te toque hablar de carreras artísticas, si quieres conversamos”, continúa la cantante antes de dar por finalizada la charla. No quiere hablar sobre el otro asunto en el que fue pionera en España. El 18 de junio de 1977, la intérprete de La, la, la presentó en la portada de ¡Hola! a su hijo recién nacido, Aitor, fruto de su relación con el político socialista Carlos Zayas, quien acababa de ser elegido diputado en las primeras elecciones democráticas tras 40 años de dictadura. “Gran exclusiva. El niño nació el día 1 de junio en el Hospital Westminster de Londres”, tituló la revista. Ese día, la prensa del corazón española parió su primera exclusiva previo pago. El reportaje fue un bombazo informativo, el colofón de nueve meses de expectación, rumores y conjeturas. La artista había tenido que dar a luz en el Reino Unido porque el divorcio todavía no era legal en España y seguía casada con el cirujano Luis Recatero, quien, si quería, podía reclamar la paternidad.
Esa portada encendió un acalorado debate en la opinión pública. Massiel recibió críticas por poner precio a las fotos de su bebé, pero sentó las bases de un nuevo modelo que revolucionó la crónica social. Hasta entonces, el papel cuché se había movido por el intercambio de favores (tú me das un reportaje ahora y yo te pongo bien cuando debutes en tu próxima película u obra de teatro). De pronto, cambiaron las reglas. Y a los famosos españoles les gustó el nuevo juego. En julio de 1977, pocas semanas después de la exclusiva de Massiel, la actriz Victoria Abril vendió las imágenes de su boda secreta con el futbolista chileno Gustavo Laube a la agencia Brother Press, que a su vez las vendió a la revista Diez Minutos. “Pagamos casi nada. Es que Victoria no tenía dinero y quería comprarse una lavadora y un frigorífico”, reconoció entonces Ángel Llamazares, director de la agencia. El 20 de agosto de ese año, Jimmy Giménez-Arnau y Merry Martínez-Bordiú, nieta del dictador Francisco Franco, vendieron las fotografías de su enlace a ¡Hola!. Javier Osborne, que entonces era director de Diez Minutos, compró a la pareja el reportaje de su luna de miel.
“La boda de Merry y Jimmy marcó un antes y un después. La suya fue la primera exclusiva de una boda”, recuerda Jaime Peñafiel (Granada, 90 años) en conversación con este periódico. “Pero la idea no fue mía”, aclara el propio Giménez-Arnau (Brasil, 79 años). “Si hubiera sido mía, la habría registrado. El mercader fue mi cuñado, Francis Franco. Un día vino a vernos a Merry y a mí y nos dijo: ‘¿No os importaría hacer un reportaje para ¡Hola!? Os van a pagar un millón de pesetas”, añade el tertuliano y periodista.
Menos de una década después, el negocio de las exclusivas ya movía millones en España. La muerte de Antonio Sánchez Gómez, fundador de ¡Hola!, en febrero de 1984, desató una guerra mediática. No solo había inventado la revista de actualidad más vendida del país, sino también un género periodístico nuevo, con historias amables, optimistas y de interés humano. Él lo llamaba “la espuma de la vida”. Poco después de su fallecimiento, Jaime Peñafiel, que había sido uno de sus más estrechos colaboradores, fundó La Revista, editada por el Grupo Z, editora a su vez de Tiempo e Interviú. El nuevo semanario irrumpió como un cohete en los quioscos. La rivalidad entre cabeceras y entre agencias desencadenó una lucha descarnada de tarifas por ver quién conseguía la historia más sensacional. En 1984, Massiel cobró una suma importante por la primicia de su boda con Pablo Lizcano y Gabriel García Márquez de testigo, mientras que Carmen Sevilla hizo lo mismo por su enlace con el empresario Vicente Patuel, celebrado en 1985. Ese año, Isabel Pantoja pulverizó récords con su primera entrevista tras la trágica muerte de Paquirri en Pozoblanco. Según trascendió, el testimonio de la “viuda de España” habría costado 20 millones de pesetas.
La subasta de noticias del corazón incluso se coló en los editoriales de periódicos. “La información no se vende, la información se consigue”, publicó Abc en 1985. “Pagar a los interesados para garantizarse una exclusiva lesiona el pluralismo informativo”, continuaba el diario, que exigía a la Asociación de la Prensa de Madrid que tomara cartas en el asunto. En septiembre de ese año, Luis Apostua, presidente de la asociación, convocó una reunión con los directores de las seis revistas de sociedad más importantes, quienes tenían el control de un negocio con más de 10 millones de lectores. Apostua, que había participado en la redacción del artículo 20 de la Constitución, relativo a la libertad de información, tenía un objetivo: alcanzar un pacto entre caballeros para que todos dejaran de pagar a los famosos. Eduardo Sánchez Junco, director de ¡Hola! e hijo del fundador de la revista; Jaime Peñafiel, director de La Revista; Jesús Manuel López Campos, de Diez Minutos; Luis González Linares, de Semana; Julio Bou, de Lecturas; y José Llongueras, de Garbo, fueron citados a un encuentro que, finalmente, terminó sin acuerdo.
Algunas estrellas del momento, como Paloma San Basilio, Rocío Dúrcal y Júnior, Rocío Jurado o María José Cantudo, se mantuvieron incorruptibles frente a la compra-venta de primicias sobre sus vidas. Pero gran parte de los personajes de la farándula se dejó llevar por esta fiebre: Isabel Preysler, Carmen Ordóñez, Carmen Martínez-Bordiú, Amparo Muñoz, Miguel Bosé, Sara Montiel… El 22 de septiembre de 1985, Rosa Montero publicó en EL PAÍS un reportaje sobre el fenómeno. “Algo está sucediendo en las revistas del corazón, algo ha cambiado. Antes ya se hablaba de la venta de exclusivas, pero estos 12 meses últimos han llevado la situación al paroxismo”, afirmaba en un reportaje titulado Subasta de corazones. “Todos, famosos, no famosos, parecen creer que tienen algo que vender, un pedazo de anatomía, un beso en apariencia robado, un hijo muy rollizo, un escándalo”, escribía la periodista, que hablaba de “una inflación del precio” de las celebridades. Agustín Trialasos, veterano periodista del sector, se quejaba: “Antes tenía mis personajes, que los cuidaba, y que me daban noticias. Pero últimamente nadie te quiere dar nada porque todos pretenden cobrar”.
El estallido de la burbuja
La burbuja tocó techo en 1994 con unas fotos de la princesa Diana de Gales en toples tomadas mientras estaba de vacaciones en Málaga. La agencia Europa Press ofreció la exclusiva mundial a la prensa inglesa por un millón de libras (unos 200 millones de pesetas). ¡Hola! salió al rescate de Lady Di, que acababa de separarse de Carlos de Inglaterra, adquiriendo los derechos de las instantáneas. Los negativos se guardaron en un cajón y el desnudo real nunca vio la luz.
La irrupción de internet, a mediados de los años noventa, golpeó el negocio. “El auge de la web y de las redes sociales han puesto muy complicado el concepto de una noticia con un único dueño. Ahora, los digitales se actualizan las 24 horas del día y los personajes controlan sus historias a través de Instagram, Twitter y TikTok, por lo que conseguir que una noticia sea propiedad de un solo medio, que sea controlada y difundida por un único medio durante un tiempo determinado, es una misión casi imposible”, explica Sandra Aladro, directora de Gtres, la agencia líder en este sector. “A los 10 minutos cualquier noticia es vieja porque todos ya la han replicado en sus webs. La autoría y la exclusividad han quedado diluidas y eso hace que a muchos no les compense el esfuerzo de gastar dinero en una primicia”, continúa Aladro, que señala otro factor que ha devaluado el modelo: la crisis de la industria del papel. “Las ventas han caído, la inversión publicitaria ha disminuido y todos tienen menos dinero para pagar por una historia”, apunta.
Algunas revistas, como ¡Hola!, resisten las embestidas de internet publicando grandes historias de sus personajes de siempre —véase la reciente exclusiva de la ruptura de Isabel Preysler y Mario Vargas Llosa o, el pasado martes, la de la reconciliación de Tamara Falcó e Íñigo Onieva— e incorporando caras nuevas del mundo de internet y las redes como son las influencers —María Pombo, Alex Rivière, Marta Lozano...—. Otras cabeceras se alimentan principalmente de la vida privada de las estrellas de Telecinco y, más específicamente, del universo Sálvame, pero también de las vicisitudes sentimentales de los concursantes de los reality shows.
“Todo se ha devaluado, incluidos los personajes. Ya no tenemos a esos grandes personajes de la aristocracia, la realeza o el cine que viajaban por el mundo o enseñaban sus casas. Esa era la espuma de la vida, la esencia de la prensa rosa. Ahora queda muy poca espuma”, reflexiona Sandra Aladro. “El sector ha decaído mucho. Las exclusivas se alimentan con carne de Mujeres y hombres y viceversa”, se lamenta Jimmy Giménez-Arnau.
“La epidemia de la exclusiva, desde aquel niño de Massiel y la boda de Jimmy, se ha extendido por el panorama profesional español hasta casi institucionalizarse y convertir a nuestro país en un paraíso para quienes lo tienen muy claro: el dinero rápido, fácil y abundante”, apunta Peñafiel, que concluye que el modelo muestra algunas señales de agotamiento, pero sigue vigente. Hace unas semanas, la presentadora Terelu Campos lo reconoció en Sálvame: “Si no hiciéramos exclusivas, de qué viviríamos”.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.