Carlos de Inglaterra y Porcelanosa, el “alicatador de las estrellas”, del idilio publicitario al distanciamiento sin ruido
Un caso de supuesto tráfico de influencias ha obligado al heredero al trono británico a renunciar a las donaciones privadas que nutrían sus fundaciones. El escándalo coincide con el enfriamiento de su mediática relación con la famosa marca de cerámica valenciana
El publicitado idilio entre el príncipe Carlos de Inglaterra, heredero al trono británico, y Porcelanosa, el imperio español de azulejos, cerámica y mobiliario de cocina y baño, lleva más de 25 años levantando ampollas en la prensa británica. Todo comenzó en 1995, cuando el hijo de la reina de Inglaterra organizó una cena privada para la compañía valenciana en Highgrove, su residencia en la campiña. Esa noche, el heredero consiguió que la marca comenzara a apoyar económicamente a su organización benéfica favorita, la Prince’s Foundation, dedicada a la innovación en el diseño urbano, la arquitectura y el medio ambiente. En 2005, una década después, Porcelanosa recibió la Royal Warrant of Appointment (en español, orden real de nombramiento), una autorización real que la encumbró como proveedora oficial de la casa real británica.
La entrada de Porcelanosa en los cuartos de baño y cocinas de los Windsor fue un triunfo para los hermanos Manuel y Héctor Colonques, que comenzaron en el negocio de los pavimentos y revestimientos cerámicos en 1973 con una pequeña fábrica en Villareal, un pueblo de Valencia, y hoy tienen presencia en más de 150 países. Pero desató la ira de Wickes, centenaria firma de azulejos inglesa. “Pensaba que la familia real apoyaría a las empresas británicas. Otorgar una orden real a una empresa extranjera es similar a una traición comercial”, declaró entonces James Wickes, copropietario de la compañía homónima. “Me sorprendería mucho si el rey de España fuera tan útil para una empresa británica. Creía que en Reino Unido todos estábamos defendiendo lo que es británico y de fabricación nacional”, añadió Kevin Farrell, director ejecutivo de la Confederación Británica de Cerámica. “Instamos a Clarence House (residencia del príncipe en Londres) a reconsiderar este asunto”, exigió un portavoz de la Federación de Pequeñas Empresas de ese país.
El debate llegó hasta el mismísimo Parlamento. “La decisión del príncipe es por lo menos sorprendente. Parece extraño que no esté respaldando a una empresa británica”, denunció el político liberal Mark Hunter. “Es indecoroso, inapropiado y degradante que el próximo monarca británico sea un agente de publicidad para esa firma”, declaró el parlamentario laborista Ian Davidson, miembro del Comité de Cuentas Públicas de los Comunes. Davidson se refería a la retahíla de eventos promocionales organizados por Porcelanosa en las residencias de la familia real británica, en connivencia con el heredero: una fiesta en el palacio de Saint James con motivo del 25º aniversario de la marca española, en 1998; otro banquete en Saint James en honor de la firma por sus donaciones a la Prince’s Foundation, en 2000; e incluso la asistencia de Carlos a la inauguración de una fábrica de Porcelanosa en Villareal en 2001.
En el verano de 2001, la empresa cofundada por los Colonques y José Soriano instaló una costosa fuente de mosaicos de inspiración islámica en los jardines de Highgrove. “Esto se produce en medio de las críticas por los conflictos de intereses percibidos en los negocios de la realeza”, informó entonces The Guardian. A cambio, el príncipe Carlos dio una fiesta privada a la compañía, en la que los príncipes Guillermo y Enrique y Camilla Parker Bowles (con quien se casaría cuatro años después) se codearon con algunos embajadores de la marca. Ese era su modus operandi con todos los donantes que colaboraban con sus causas benéficas. “Pedimos una cena para que nuestros clientes pudieran ver nuestro trabajo y el príncipe aceptó”, explicó entonces a los medios londinenses Pedro Pesudo, director de Porcelanosa en el Reino Unido. En un principio, el ejecutivo español afirmó que se trataba de una donación. Más tarde sugirió que era un préstamo. Pero un portavoz del palacio de Saint James aclaró: “El príncipe pagó por la fuente”.
El Daily Mail, el segundo periódico más leído del Reino Unido, asumió la relación entre la familia real británica y la empresa valenciana como una cruzada editorial y publicó un sinfín de reportajes críticos. El tabloide señaló a Pesudo como el supuesto cerebro de una “estrategia publicitaria” para asociar la marca de azulejos con el glamur de los Windsor. Pese a la polémica, Porcelanosa, apodada por la prensa inglesa como “el alicatador de las estrellas” (tiler to the stars), continuó colaborando con las fundaciones reales, y el heredero siguió abriendo las puertas de sus residencias -Clarence House, Dumfries House, el castillo de Windsor- para cenas de gala en las que la empresa reunía a personalidades españolas -la duquesa de Alba, Carmen Martínez-Bordiú, el torero Cayetano Rivera- y celebridades internacionales -las supermodelos Elle Macpherson y Claudia Schiffer, Orlando Bloom, Sarah Jessica Parker-. En el verano de 2015, Isabel Preysler y Mario Vargas Llosa eligieron una de esas veladas palaciegas en Buckingham para hacer su primera aparición pública como pareja. La exclusiva fue portada de la revista ¡Hola!
Los periódicos británicos siguieron informando sobre la amistad entre Carlos y Porcelanosa. En 2010, se hicieron eco de que Michael Fawcett, mano derecha del príncipe por aquel entonces, había asistido a la boda del hijo de Manuel Colonques, presidente de la firma, en Castellón. Fawcett siempre ha sido señalado por los conocedores del mundo de los Windsor como el supuesto conseguidor del futuro rey de Inglaterra: comenzó a servir en palacio como valet y mayordomo, eligiendo cada día el traje y la camisa que vestía el heredero, y terminó como director ejecutivo de la Prince’s Foundation. En 2011, los tabloides de Londres también destacaron la presencia de los Colonques en la boda del hijo mayor de Carlos, el príncipe Guillermo, con Kate Middleton.
El idilio publicitario se empezó a enfriar en septiembre de 2021, cuando The Sunday Times publicó una extensa investigación que desvelaba que Fawcett, el hombre de confianza del príncipe, había arreglado un título para el magnate saudí Mahfouz Marei Mubarak bin Mahfouz a cambio de 1,7 millones de euros para financiar proyectos de restauración de dos edificios históricos por los que Carlos siente pasión: Dumfries House, su casa en Escocia, y el castillo de Mey, que heredó de su abuela, la reina madre. El diario aclaraba que los pagos no tenían por qué ser ilegales, pero el lobby antimonárquico Republic ha remitido un escrito a la Comisión Británica de Organizaciones Benéficas solicitando una investigación. La Policía Metropolitana de Londres, la Scotland Yard, también está haciendo indagaciones sobre este supuesto caso de tráfico de influencias. Un portavoz de la casa real ha afirmado que el príncipe nunca tuvo conocimiento de las acciones de su secretario, que ha renunciado temporalmente a su cargo de director ejecutivo de la Prince’s Foundation.
El escándalo ha obligado al heredero al trono a renunciar a las grandes donaciones privadas que nutrían los proyectos de sus fundaciones favoritas. Este verano han surgido nuevas acusaciones contra él, tras desvelarse que en 2013 aceptó un donativo de más de un millón de euros de la familia del terrorista Osama Bin Laden. De momento, Porcelanosa no tiene entre manos nuevas colaboraciones con la Prince’s Foundation ni con ninguna otra organización benéfica del príncipe. “No tenemos ningún proyecto, ni previsión, en curso. Las últimas colaboraciones se remontan a hace ya algunos años”, ha confirmado a EL PAÍS un portavoz oficial de la empresa valenciana. Porcelanosa sigue figurando como proveedora de los Windsor, aunque está por verse si podrá seguir entrando hasta la cocina de palacio.
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