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Subasta de corazones

Agencias y revistas se culpan mutuamente de los altos precios de las 'exclusivas' de los famosos

Rosa Montero

La convocatoria de una reunión con los directores de revistas del corazón por parte de la Asociación de la Prensa de Madrid ha puesto de actualidad un tema que lleva tiempo coleando: la venta de exclusivas de famosos. La convocatoria tenía también otra finalidad: la de tratar la tremenda sentencia de 20 millones de pesetas de indemnización contra Semana por publicar fotos de archivo de Carmina Ordóñez; pero ese tema, sin duda mucho más grave, ha quedado olvidado en el revuelo. La ambigüedad de la circular de la asociación despertó algún resquemor entre los directores de las revistas, que se sintieron "en el banquillo", y al final la reunión quedó pospuesta. Luis Apostua, presidente de la asociación, reconoce que la redacción de la nota tenía un error, y espera que esta cumbre pueda realizarse en breve. Mientras tanto, la guerra de millones continúa.

La cosa empezó hace ya tiempo, pero últimamente está alcanzando el punto álgido. Ahora, en las redacciones de las revistas de color, más conocidas como revistas del corazón, se están recibiendo llamadas como ésta:-Mire usted, que mi mujer ha tenido un niño de ocho kilos de peso y le vendemos la exclusiva del parto si nos dan cuatro millones de pesetas.

-Pero hombre... -farfulló estupefacto Jesús López Campos, el nuevo director de Diez Minutos, que era el interlocutor de la llamada.

-Nada, nada, por cuatro millones es suyo. Denlo en portada y les aseguro que van a vender ustedes muchos números.

Es como si la gente hubiera enloquecido de repente. No es de extrañar, por otra parte, que este país de parados se haya llenado tanto la boca de millones; que este tema, el de la compra de exclusivas, haya despertado tanto interés, tanto entusiasmo. Que si los famosos se ponen a la venta, que si los personajes y personajillos de oropel subastan al mejor postor su boda, su divorcio, el bautizo de sus niños, su operación de amígdalas, sus fiestas y sus duelos, sus partos y sus muertos. Los rumores se disparan y el personal cuenta golosamente millones con los dedos. No es de extrañar que, reinando tal ambiente de público remate, la parturienta que ha dado a luz a un enorme niño de ocho kilos considere que semejante esfuerzo vale un pellizco, teniendo en cuenta que a Carmen Sevilla le han dado un capital por el simple hecho, tan poco traumático, de casarse vestida de goyesca.

Pero más allá de los rumores, lo cierto es que algo pasa en este sector de Prensa, que algo está sucediendo en las revistas del corazón, que algo ha cambiado.

-Desde que apareció La Revista hay mucha más competencia, somos más para repartir el mismo mercado -dice Agustín Trialasos, veterano periodista del sector.

La Revista, propiedad del grupo Zeta, apareció hace un año. Irrumpió como un cohete en el mercado de la prensa de color, que era añejo y estaba sólidamente distribuido. Entonces empezó la guerra, la guerra de La Revista contra Hola fundamentalmente, pero de rechazo, la guerra de todas las revistas punteras del sector, que empezaron a pegarse pisotones mutuamente. Antes ya se hablaba de la venta de exclusivas, pero estos 12 meses últimos han llevado la situación al paroxismo.

El primero fue Jimmy

Hay quien dice que todo empezó hará unos años, con la boda de Jimmy Jiménez Arnau y Merry Martínez Bordiú. Dicen que él fue el primero en pedir dinero por un reportaje, y que vendió el evento a Hola. Cuentan que entonces Javier Osborne, a la sazón director de Diez Minutos, se picó profesionalmente y le compró al Arnau la luna de miel. Antes, en el sector siempre se había comerciado con favores: Tú me das un reportaje ahora y yo te pongo bien cuando debutes en Madrid. Pero, de pronto, algo empezó a cambiar en este panorama de favores mutuos, de pequeños servicios. Los periodistas de las revistas dicen que la culpa la tienen las agencias, que fueron ellas quienes comenzaron a pagar a los famosos:

-El famoso solía preferir dar un reportaje directamente a la revista, porque al no tener que comprar las fotos, dábamos más páginas y lo cuidábamos más -explica Trialasos- Entonces los de las agencias empezaron a pagar por las exclusivas, subieron los precios, y, claro, las revistas se vieron obligadas a empezar a pagar directamente a los famosos. Esa es la opinión, casi sin excepción, de las revistas. Pero los periodistas de agencias ofrecen una versión distinta:

-La culpa la tienen las revistas, que han empezado a pagar precios astronómicos por las exclusivas a los famosos -cuenta Llamazares, de Brother Press- Mira, nosotros fuimos los primeros en pagar un reportaje, hace nueve años: le pagamos la boda a Victoria Abril. Pero no era nada, casi nada. Es que ella no tenía dinero y quería comprarse una lavadora y un frigorífico, nada más. Pero de eso a los millones y millones que las revistas están pagando ahora... Una inflación, una inflación del precio del famoso, eso es lo que han conseguido las revistas, dicen los periodistas de agencia. Porque ellos, explican, son profesionales, y ofrecen los reportajes por lo que cuestan, y nada más. Otra cosa es que luego ellos, los periodistas de agencia, le den un porcentaje al famoso, un porcentaje de sus ganancias: "A ver si me explico: imagínate que José Domingo Castaños me invita a que haga su boda, sin pagarle nada, sólo porque es amigo mío. Yo se lo agradezco, hago la boda, y luego voy a las revistas con el reportaje y digo: esto vale cuatro millones. Y ahora imagínate que José Domingo Castaños me invita a que haga su boda y me dice que quiere participar en ello al 50%, o al 20% de lo que saque, lo que sea. Pues bien, hago la boda y luego voy a las revista con el reportaje y digo: esto vale cuatro millones. Es decir, a las revistas les cuesta lo mismo; el que yo le dé parte del dinero al famoso es asunto mío", cuenta Llamazares. Según esta versión, en el dispararse de los precios han entrado otras consideraciones, otros conflictos. Por ejemplo, que Carmen Sevilla haya cobrado una cantidad exorbitante (se habla de 15 millones, pero parece que el precio real está más entre los 8 y los 10) por una boda que objetivamente en el mercado no valía eso, se debería más a la lucha feroz, a la guerra entre revistas: Carmen Sevilla habría firmado un contrato por la boda con Hola y Diez Minutos, y entonces La Revista habría pujado mucho más alto sólo para pisar convenientemente al enemigo, para quitarle la exclusiva:

El reportaje más caro

-Mira, eso de los millones y millones de las exclusivas está completamente hinchado -explica Jaime Peñafiel, el director de La Revista-. En realidad sólo se paga un tanto por ciento ínfimo de las cosas que aparecen en las revistas, y desde luego no con esos precios. Se dice que Hola ha pagado una cantidad de millones por lo del marqués de Griñón, y yo estoy seguro de que no es, ni mucho menos, eso. Porque a mí también me dicen que he pagado no sé cuánto a Carmen Sevilla, y, primero, no le he pagado nada a ella, porque fue a través de una agencia, y segundo, aunque fue un reportaje caro, porque era exclusiva, no es, ni mucho menos, lo que dicen.

Es cierto, en eso todos coinciden: las cantidades que alimentan los rumores son totalmente exageradas. Luego viene la picaresca, claro está: muchos famosos hacen correr la especie de que han cobrado varios kilos cuando en realidad han vendido su separación por 200.000 pesetas. De todas formas, sí, ha habido exclusivas costosísimas. ¿El reportaje más caro? Quizá la primera entrevista de Isabel Pantoja tras la muerte de Paquirri, por la que cuentan que Hola pagó alrededor de 20 millones, un dinero que Isabel dijo que dedicaría a crear un servicio de ambulancias para las plazas de toros. Pero, de todas formas, caro o barato, parece haberse generalizado tanto esta chamarilería de famosos que ahora casi todos los personajes quieren dinero. Hay algunos que intentan vender noticias falsas: una famosilla hija de famosa se recorrió hace poco las redacciones intentando colar su aventura extramarital con un joven, con el que tanto ella como su marido estaban de acuerdo. Bueno, pues no coló, no lo compraron. Pero a veces sí, a veces ha habido separaciones, incluso bodas, todo auténtico, con juez, con cura, con papeles por medio, que han sido vendidas y publicadas y que en realidad fueron montadas por los interesados sólo para obtener dinero. También hay algunos que permanecen, en cambio, incorruptibles y que jamás se venden: Paloma San Basilo, Rocío y Júnior, Rocío Jurado, la Cantudo... La lista sería larga, porque son muchos los que no mercan con su imagen. Y hay otros, en fin, como Luis Miguel Dominguín, que cada vez que le hacen un reportaje pide que la revista meta algo en una determinada cuenta bancaria a beneficio de los ancianos del pueblo de Quismondo, o como Carmen Martínez Bordiú, que pidió un montón de dinero por su boda, dinero que había que ingresar directamente en la cuenta parisiense de la Asociación de la Lucha contra el Cáncer. Pero, pese a las honrosas excepciones, trabajar en medio de este paroxismo de compra-venta es muy duro: "Yo lo que sé es que llevo muchísimos años en esto, y que antes sacaba muchas exclusivas", dice Trialasos. "Tenía mis personajes, que los cuidaba, y que me daban noticias. Pero últimamente nadie te quiere dar nada, porque todos pretenden cobrar. Yo lo que sé es que desde hace un año estoy convertido en un gacetillero, sólo hago fiestas y crónicas de estrenos, porque no hay manera de que te den un reportaje"

Difícil solución

El patio anda revuelto, sí. El llamamiento de la Asociación de la Prensa de Madrid a los directores de las revistas de color ha sido la gota final. Nadie anda contento, y todos querrían terminar con este disparate millonario, aunque la solución no es fácil. Un pacto, un pacto entre caballeros, para que nadie compre una exclusiva a un famoso, propone Apostua, el presidente de la Asociación de la Prensa. Que las agencias dejen de pagar y las revistas también dejarán de pagar, dicen los periodistas de redacción. Que las revistas dejen de pagar y todo les saldrá a mitad de precio, dicen las agencias. Y Jaime Peñafiel, director de La Revista, está de acuerdo: "Hay que comprar a las agencias, ellos son los profesionales, con ellos es con los que uno se puede entender, ellos saben lo que vale un reportaje o lo que puede dar de sí. Y además, yo no tengo por qué tratar con un famoso ofreciendo o no dinero; mi dignidad puede resultar incluso herida". Mientras tanto, y hasta que se alcance un acuerdo operativo, todos, famosos, no famosos, parecen creer que tienen algo que vender, un pedazo de anatomía, un beso en apariencia robado, un hijo muy rollizo, un escándalo. Suena el teléfono en una redacción:

-Oiga, que soy capaz de clavarme 40 alfileres en el cuerpo. ¿Cuánto me pagan por el reportaje?

La despampanante verbena de millones sigue en marcha.

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