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X ANIVERSARIO LUCTUOSO

Rocío Dúrcal, la española más mexicana

Hoy se cumplen 10 años de la muerte de una de las cantantes hispanas que más discos han vendido. Su carrera se consolidó el día que se convirtió en una de las principales exponentes de la música mexicana.

Sorprende que un país tan nacionalista como México haya aceptado al instante que una extranjera cantara acompañada por los mariachis. Antes que ella, lo habían intentado otros, incluido el mismísimo Elvis Presley y, no obstante, lejos de ver en ello un halago a su cultura, el público mexicano se lo tomaba como una intromisión fuera de lugar. Sorprende, además, que una industria que ya tenía encumbradas a Las Tres Señoras de la Canción (Lola Beltrán, Amalia Mendoza y Lucha Villa) haya integrado a una estrella juvenil surgida en el franquismo. Quizá se debió a que entró de la mano de Juan Gabriel, uno de los principales compositores de la música mexicana. O quizá, simplemente, a la potencia de su voz, lo suficientemente recia y armoniosa para cantarle al amor, al desamor y a la alegría al más puro estilo ranchero. Pero haya sido por lo que haya sido, canción tras canción, disco tras disco, concierto tras concierto, Rocío Dúrcal se convirtió (y se afianzó), por unanimidad, como la española más mexicana y como una de las principales embajadoras de la música folklórica.

A ella no sólo le entusiasmó ese reconocimiento, sino que le convino. Porque en plena mutación española (la muerte de Franco, la libertad plena, el desdén por el pop edulcorado), de pronto su carrera pareció estar a punto de extinguirse y necesitaba reinventare. En España o fuera de ella. Así que vio un salvavidas en las melodías de mariachi, que ella escuchaba desde que era niña (“la música mexicana es la más bonita / alegra los corazones / y a amar te invita”), y no se desprendió de él hasta su muerte, hace hoy 10 años.

María de los Ángeles de las Heras Ortiz, una de las cantantes hispanas que más discos ha vendido, se puso Rocío Dúrcal el día que su descubridor y representante, Luis Sanz, le dijo que necesita tener un nombre corto para que la gente la recordara con facilidad. Ella se lo contó a su abuelo, tal vez la persona que más la admiraba y apoyaba, y éste le sugirió Rocío, “porque le recordaba al rocío de la mañana.” Pero al nombre le hacía falta un apellido, “muy español”, para más señas. Por eso la nueva cantante, recién rebautizada, cogió un mapa de España, cerró los ojos y el azar llevó su dedo índice a señalar un pueblo de la provincia de Granada: Dúrcal.

Tener un nombre artístico significaba dejar atrás los días en que iba a concursos de los programas de radio y televisión en busca de una oportunidad para grabar un disco, e implicaba incursionar en los melodramas musicales cinematográficos. El éxito popular le llegaría con películas como Canción de juventud, Tengo 17 años, Acompáñame y Amor en el Aire. En un plató de cine, además, conocería al hombre que fue su marido y padre de sus hijos: Antonio Morales, Junior, también cantante.

A partir de 1976 sus viajes a México y sus giras por todo el continente americano comenzaron a ser constantes. “Tuve la suerte de que Antonio se dedicara a cuidar a los hijos y a atender la casa”, decía ella que, sin embargo, no dejaba de lamentar el hecho de estar lejos de ellos cuando cumplían años o no ir a las reuniones de padres en el colegio. Entre la soledad del éxito y las mortificaciones de madre, un día se distanció de Juan Gabriel. Ninguno de los dos dijo el motivo ni aclaró los rumores que se desataron al respecto. Ella, que para entonces ya era una Señora de la Canción, recurrió a otros compositores y a otros productores para grabar sus discos y seguía recorriendo Latinoamérica con sus vestidos ampones y los mariachis detrás. Fue hasta 1997, quizá más por conveniencia que por gusto, cuando la pareja artística volvió al universo musical. Grabaron un disco e hicieron una gira, Juntos otra vez, pero esto no sería más que un paréntesis en su fría relación.

Todo transcurría de manera aceptable para Marieta, como la llaman sus amigos, hasta que el cáncer comenzó a invadir su cuerpo. Cinco años estuvo luchando contra él y, cuando parecía que iba a ganar la batalla, la enfermedad le dio el golpe mortal. Dio el último suspiro a los 62 años de edad, en su finca de Torrelodones, a las afueras de Madrid, la tarde del sábado 25 de marzo de 2006. La mitad de sus cenizas se quedaron en España y la otra mitad se fue a México. Es en este país norteamericano donde su nombre y su música siguen vigentes, pues hay miles de durcalistas que hablan de ella en las redes sociales y continúan comprando las reediciones de sus discos. Mientras tanto, aquí en España, el director Óscar Parra de Carrizosa ultima los preparativos para el rodaje de un biopic de la cantante. Se llamará Rocío Dúrcal, la sonrisa del firmamento.

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