Fritada aragonesa, la receta perfecta para aprovechar la temporada del calabacín

Todos tenemos un plato a cuyo sabor podemos volver con tan solo recordarlo. La comida tiene ese poder proustiano que nos teletransporta a la mesa en la que crecimos, a los aromas de una cocina conocida. De ahí que nuestros platos favoritos muchas veces no sean recetas complejísimas con ingredientes especiales. Suelen ser unas lentejas, una sopa o un plato de pasta, las elaboraciones que nos hacen sentir como en casa.

En mi caso, el plato que me devuelve a mi infancia cada vez que lo como es la fritada de calabacín. La que hacía mi padre, añadiría como subtítulo. Fritada se come en muchas casas –sobre todo aragonesas–, pero como todos esos platos tradicionales, adquiere su propia personalidad en cada una de ellas. En la mía los únicos ingredientes involucrados eran el calabacín, la patata y la cebolla . En otras se les añade pimiento rojo y verde, y las he llegado a ver con tomate. Pero aquí replicaremos la que yo he preparado siempre, aunque nunca llegue a salirme igual, igual que a mi progenitor.

La clave de tan simple plato es prepararlo cuando hay calabacines y patatas nuevas de temporada. Parece una tontería –estamos demasiado acostumbrados a encontrar la misma verdura en cualquier momento del año–, pero un calabacín recién recolectado es una cosa maravillosa. Una vez en el fuego, se consigue ese toque caramelizado que aportan la paciencia y el remover con cuidado: al final, un huevo frito por encima, que nunca está de más.

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