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Veinte productos congelados que salvan cenas a los profesionales gastronómicos

Verduras, croquetas, marisco, pescado... Nos colamos en los frigoríficos de varios expertos del mundo de la gastronomía para descubrir los alimentos congelados que les sacan de apuros

Vegetales congelados, fieles compañeros.
Vegetales congelados, fieles compañeros.StefaNikolic (Getty Images)

Abres la nevera y el abismo te devuelve la mirada: un vacío lovecraftiano te agarrota el gesto. Medio limón fosilizado y un yogur griego procedente de un pasado muy remoto son los únicos objetos que te saludan desde la nada más absoluta, sin opción a improvisar ninguna receta con eso, por sencilla que sea. Solo hay una vía de acción posible: encomendarse al Altísimo y abrir esa cosa llamada congelador.

Al fondo del gélido receptáculo, encajado en una masa de escarcha cual mamut en el hielo siberiano, se encuentra ese paquete de croquetas o judías verdes congeladas que te va a salvar de la inanición. Son los congelados salvavidas: solo les prestas atención cuando no queda más remedio, pero tienen mucho más que ofrecer de lo que parece. Estos alimentos lidian con una mala fama de la que todavía hoy no han podido zafarse. Siguen siendo el plan B, el “aceptamos pulpo como animal de compañía”.

Intento espantar mitos con la ayuda de la dietista y nutricionista Susana Hernández: “Nos referimos siempre a ultracongelados, hay que dejarlo claro: algunos son una buena opción y otros no, pero no por la congelación en sí misma, sino por el alimento de base”. Por norma general, no pierden sus propiedades, “siempre y cuando el alimento se mantenga en condiciones adecuadas durante todo el proceso de comercialización y, una vez adquirido, hasta su consumo”, explica.

Recomienda los ultracongelados, siempre y cuando se trate de comida saludable. “Consumirlos nos permite disfrutar de alimentos fuera de temporada —los de mejor calidad son aquellos que se congelan en el mismo lugar en el que han sido recolectados— y muchas veces a mejor precio”, añade. Así las cosas, con el respeto que nos merecen las viandas bajo cero, hemos decidido fisgonear en congelador propio y ajeno, y preguntar a personas relacionadas con la gastronomía qué alimentos esconden bajo el permafrost. Ponte el anorak y los guantes, que esto se va a poner más frío que la cuarta temporada de True Detective.

El congelador verde

Las verduras y legumbres congeladas son mi recurso más preciado, y algo me dice que hay una legión de consumidores españoles ahí fuera que también les rinde culto desde la más severa discreción. Son sanas y, además, hasta un chimpancé beodo sin nociones de cocina —como un servidor—, sería capaz de cocinarlas.

Así pues, en mi congelador nunca faltan varias bolsas de guisantes. Es un vicio leguminoso que me persigue desde que me emancipé; me gusta vivir con la certeza de que siempre tendré perlitas verdes esperándome en el congelador. Mis favoritos, y que me perdonen los puristas, son los guisantes de la marca blanca de El Corte Inglés: me he acostumbrado a ellos, me parecen de lo más agradecidos y ahora me da pánico cambiar de escudería. A veces echo en la olla alguna patata furtiva de esas que languidecen en la despensa. Un buen chorro de aceite de oliva cuando llega todo al plato y caso cerrado: si la providencia me ha dejado un poco de jamón ibérico de la noche anterior, taconeo, media vuelta y saludo al ruedo.

Los guisantes congelados son el mejor invento del mundo
Los guisantes congelados son el mejor invento del mundoMÒNICA ESCUDERO

La cofradía del guisante congelado es más numerosa de lo que parece. Para el reconocido influencer gastronómico Edu García (@bravasbarcelona) es imperativo contar con esta legumbre en el congelador, para contrarrestar los desayunos de cuchara y comilonas que engulle durante la semana por cuestiones de trabajo. Me cuenta Edu que sus favoritos son los guisantes extrafinos Summum de Findus, una variante que yo también he consumido durante un tiempo con alto grado de satisfacción. “Son como pipas, y junto a una pechuga de pollo te solucionan muchas cenas”, asegura.

El guisante, siempre muy fino, también ocupa un puesto de honor en el frigorífico de la divulgadora Anna Mayer, que no se olvida de las siempre eficaces espinacas, en su caso también Findus. “Es importante que sean en hoja, no picadas, y de buena marca: no llegan a ser superiores a la espinaca fresca, pero se le asemejan y no tienes que limpiarlas”. Las añade aún congeladas a un guiso o a una sopa o, si necesita solo la espinaca, en sartén tapadas, sin añadir más agua.

Por otra parte, la periodista gastronómica Alexandra Sumassi nos muestra su selecto congelador y recomienda los espárragos verdes El Campanillo. “Los hay frescos en los supermercados durante todo el año, pero la mayoría son de importación, con lo que eso conlleva (menos calidad y no precisamente positivo para el medioambiente). Estos son de Extremadura y se ultracongelan en su momento óptimo de recolección”, comenta.

Combina muy bien con el mantel.
Combina muy bien con el mantel.Mireia Font

Que nunca falte en el frío una bolsa con alcachofas, una verdura que para Mónica Escudero, editora y coordinadora de esta casa, tiene infinitas posibilidades y ventajas. “Están disponibles todo el año y vienen limpias y listas para poner en un sofrito, tortilla, etc. Son un básico en los guisos de lentejas o garbanzos, apañan un plato de pasta y, si son medio buenas, las puedes poner en una crema o salsa sin miedo a que te dejen fibras”, asegura. Señala las alcachofas troceadas Verleal y el fondo de alcachofa Burruezo, como sus favoritas. “El cardo de Hacendado, con una salsita de almendras, también me ha sacado de más de un apuro (aunque no sea Navidad)”, apunta Escudero.

Mikel López Iturriaga, director de El Comidista, también es un incondicional de la alcachofa. Se confiesa a la lumbre del candelabro. “Soy de los que compran alcachofas frescas, las limpian, pelan, cocinan…, pero cuando nadie me ve, también compro los minicorazones de alcachofas de La Sirena, que se pueden cocer o saltear sin pasar por la descongelación”. Los usa sobre todo en platos en los que no importe que la alcachofa esté un poco blanda: una pasta, una crema, un arroz o un untable. “También están bastante bien si las cueces al dente y luego las dejas marinando en aceite de oliva con ajo, romero o hierbas aromáticas”, dice.

Croquetas bajo cero

Un congelador sin croquetas es un congelador triste: las croquetas congeladas son la base nutricional de los pisos de estudiantes y un motivo de alegría para adultos que apenas saben freír un huevo. Tienen el mayor índice de cenas salvadas de España. De acuerdo, no serían la opción más saludable, y además hay que freírlas —si es posible, bien—, pero junto a los guisantes, son un fijo en mi congelador. Las últimas que he probé fueron regalo de un amigo y todavía pienso en ellas: son las croquetas de Pepe & Cro (¿puede ser que hubiera una de callos?) y las recomiendo fervientemente.

Siguiendo el hilo croquetil, me introduzco en el frigorífico del periodista gastronómico Abraham Rivera. Aunque admite no ser un gran usuario de productos congelados, asegura que le sorprendieron las croquetas Oído Cocina Gourmet de Cristina Comenge. “Me gustaron mucho, perfectas de sabor, con una bechamel muy fina y un rebozado nada excesivo”, comenta.

En el congelador de Alexandra Sumassi también descansan piezas con firma: las croquetas de La Cocina de Senén. “Mis preferidas son las de jamón ibérico —hay que remarcarlo, son de ibérico— y las de boletus con patata. Están muy logradas, y si haces una buena fritura, parecen de restaurante. Te solucionan cualquier visita improvisada”, afirma. También tienen tortillas, listas con un golpe de sartén, muy dignas de tener en cuenta.

Un poco de esto y un poco de lo otro

Si escarbamos un poco más en este congelador imaginario, es posible que nos topemos con alguna caja de langostinos que, apunta Escudero, son de lo más aprovechables. “Soy fan de los langostinos cocidos pelados de La Sirena; lo que los diferencia de otros que he probado es su punto de cocción: tersos, tiernos y de buen tamaño, lejos de otros que parecen momias securrias, correosas y minúsculas. Apañan la mar de bien en una ensalada de legumbres o patata, o para rematar cualquier crema con un huevo duro y convertirla en una cena resultona”, comenta. También tiene siempre algo de Heura —una alternativa a la carne a base de proteínas vegetales—, ya sean bocados, ‘chorizo’ o albóndigas. “Como mi marido es vegetariano, es un recurso genial cuando el resto de la familia comemos, por ejemplo, un salteado de verduras con pollo”.

Con langostinos congelados puedes hacer ensaladas como esta
Con langostinos congelados puedes hacer ensaladas como estaMònica Escudero

¿Hay algo que no mejore con unas buenas setas? Alexandra Sumassi vuelve a abrirnos su congelador para recomendarnos las setas El Campanillo. “Tiene Boletus edulis troceados de origen nacional, recolectados en temporada. El producto es bueno y lo suelo tener para guisos o salteados”. No se vayan todavía, porque Sumassi también nos lleva hasta la gasolinera Repsol de Abéjar, Soria. “Tiene unas excelentes setas congeladas de la marca Tohersa. La mayoría son nacionales, aunque hay de otros países. Hay mucha variedad y es una locura ir allí: te llevas de todo y las bolsas son grandes”. Tohersa y la gasolinera guardan un vínculo familiar, de ahí que el cliente de a pie pueda adquirir tan exquisitos hongos en tan inusual emplazamiento.

Nuestra compañera Julia Laich se encomienda a la experiencia del congelador materno y recomienda un “pescado congelado, no procesado y muy práctico para distintas preparaciones”, el bacalao al punto de sal de 5Océanos. “Por ejemplo, se lo puedes poner a un guiso simple de garbanzos —que puedes haber hecho con un sofrito de ajo, cebolla y tomate, garbanzos cocidos de bote y caldo— al que le añades los lomos de bacalao al final para que se cocine apenas durante unos minutos”. Además, viene cortado en porciones, que siempre es un extra.

A Patricia Piñana y Vane Duran, historiadoras del Arte y aficionadas al buen comer, hay dos cosas que les salvan los momentos más complicados —tanto culinaria como anímicamente—: los canelones y las sopas. Para lo primero recurren tanto a La botiga dels canelons como a Canelonnia (ambos son artesanos, y tienen opciones sin gluten y sin lactosa). Para lo segundo, si estás en Barcelona, recomiendan Eat Your Soup!, sopas individuales envasadas al vacío y congeladas, en raciones generosas y con sugerencias para convertirlas fácilmente en un plato único. También recomiendan tener a mano un poco de tu helado favorito de chocolate —el suyo es el vegano de Paral.lelo Gelato—, que no te soluciona una comida, pero sí puede darle otra perspectiva al día.

Háztelo tú mismo

Para terminar, un reconocimiento a los más mañosos. Aunque parezca mentira, en este planeta hay personas que prefieren hacerse sus propios congelados, como el heladero Christian Rosa de Gelato Lab, Madrid. En su congelador nunca falta un buen túper de ragú, “la boloñesa” para los amigos. “Hago una buena olla y después guardo la salsa, eso me salva la vida muchísimas veces. Un poco de pasta y solucionado”, afirma. Si quieres tirar por ahí, aquí tienes un montón de ideas de salsas, fondos y guisos para ser tu propio proveedor, y en las sugerencias para batch cooking que te hemos ido dejando mes a mes durante los últimos años, también hay muchísimas congelables. Yo, por mi parte, nunca más volveré a poner en duda el congelador de un italiano. 

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