Ser mujer en Barcelona: más pobres, más solas y peor pagadas que los hombres
La brecha salarial es del 17% y ellas usan más el transporte público, los equipamientos culturales y tienen una vida más larga que ellos, pero con una calidad inferior
Que en las desigualdades de género las mujeres salen perdiendo es sabido. En Barcelona, cada cinco años el Ayuntamiento lo mide en su informe El género en cifras, condiciones de vida de las mujeres en la ciudad, que peina números laborales, de salud, condiciones de vida o movilidad, con el objetivo de mejorar las políticas públicas. Es un compendio de datos cuantitativos publicadas por fuentes oficiales e informes o encuestas de la propia Oficina Municipal de Datos u otros organismos, como la Agencia de Salud Pública. El resultado constata que en la capital catalana las mujeres son más pobres, viven más solas, más de alquiler y están peor pagadas que los hombres. Un círculo diabólico, porque la vivienda es el principal gasto de los hogares. Como lo es que las peores condiciones laborales (más trabajo parcial y temporal) y la brecha salarial condiciona derechos futuros, como las pensiones. En las cuestiones en las que ellas superan con indicadores a los hombres figuran las horas dedicadas al trabajo doméstico, el uso de equipamientos culturales o transporte público y la esperanza de vida. Las barcelonesas viven cinco años y medio más que los hombres, pero los viven en peor calidad.
En materia laboral, la brecha salarial es de las más relevantes: un 17% de diferencia entre lo que cobran unos y otras (37.000 euros de salario medio ellos frente a 30.700 ellas). Aunque abultada, la brecha se ha reducido en la última década: hasta 2014 se situaba en torno al 25%. Si se miran las pensiones de jubilación, la diferencia es de casi 600 euros mensuales. Pero no solo son peores los sueldos. También las condiciones: las tasas de actividad y ocupación son superiores en los hombres, el trabajo parcial (26% frente al 13%) y la temporalidad (10% frente a 7,7%) también. Y las que llegan a cargos directivos, también son menos: 40% las mujeres, 60% los hombres. El informe recuerda, además, de que la mayor precariedad “impacta en los derechos presentes y futuros, como el acceso a salarios o pensiones inferiores”.
Con estas condiciones de partida, es lógico que la pobreza en Barcelona sea femenina. El riesgo de pobreza es del 40% entre las mujeres frente al 29% de los hombres. También el índice de pobreza laboral (la cifra que mide cuánta gente trabaja pero no llega a fin de mes): un 13,8% las mujeres ante el l’11,4% de los hombres. En las pensiones, citadas anteriormente, la brecha de ingresos oscila entre el 33% de las de jubilación y el 3% de las de orfandad. También hay menos mujeres viviendo en propiedad (seis puntos porcentuales), más mujeres viviendo de alquiler (cinco puntos porcentuales) y también sufriendo pobreza energética (tres puntos porcentuales).
En parte por la diferencia en la esperanza de vida, crece el nombre de mujeres mayores que viven solas. Experimentan más soledad no deseada en las encuestas, un sentimiento que se acentúa en las clases sociales más bajas. Las mujeres, que son mayoría en la ciudad (el 52% de sus habitantes), alcanzan el 75,5% cuando se miran los mayores de 65 años que viven solos. Son además el 82,5% de las familias monoparentales, de ahí que se hable cada vez más de hogares monomarentales.
Las mujeres siguen dedicando más horas al trabajo doméstico y de cuidados que los hombres: el 59% dedica más de dos horas al día, frente al 35% de ellos. Profesionalmente, la mayoría de las trabajadoras del sector de los cuidados son mujeres, muchas de nacionalidad extranjera y en situación legal irregular, con una proporción relevante en la economía informal o sumergida.
Más uso de equipamientos culturales y del transporte público
El informe también analiza cuestiones como la percepción de inseguridad en el espacio público, el asedio sexual o el uso de equipamientos públicos culturales (los usan más las mujeres) y participación ciudadana (participan más en entidades). En cambio, hay menos mujeres federadas para practicar deporte. En seguridad, aunque casi no hay diferencias entre hombres y mujeres en el índice de victimización, sí las hay en el tipo de delitos. Los hombres sufren más delitos contra la seguridad personal no sexuales, y las mujeres sufren menos delitos que los hombres en la calle, pero más en el transporte público o comercios. Además, la mayoría de chicas de entre 17 y 18 años han sufrido asedio sexual, mientras las denuncias por violencia machista crecen año a año. En 2022 se atendieron 659 agresiones sexuales en Barcelona, un 41% más que el año anterior. En 90% de las víctimas fueron mujeres y todos los agresores fueron hombres. En los desplazamientos, ellas caminan y usan más el transporte público (29% frente al 18%), mientras ellos se desplazan más en coche (25% frente al 13%).
La salud en Barcelona también tiene género. Por ejemplo, el consumo de psicofármacos entre las mujeres casi duplica el de los hombres (23% y 12,8%, respectivamente). En 2022 la esperanza de vida al nacer era cinco años y medio superior en las mujeres (82 de media los hombres y 87,5 las mujeres). Pero la esperanza de vida en buena salud de ellas es más corta: 8,7 años en el caso de las mujeres y 7,4 en el caso de los hombres. En general, además, la mala salud es más frecuente entre la población cuyas condiciones socioeconómicas son peores.
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