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“Es una crisis de identidad”: la era Trump sacude los cimientos de la izquierda moderada

El campo progresista en EE UU y Europa afronta el cambio de reglas por el auge ultra entre dudas y divisiones. El debate llega atenuado al PSOE

Ángel Munárriz

No es solo el retroceso en las urnas, o en las encuestas. Lo que le pasa a la izquierda moderada, o reformista, o socialdemócrata, o laborista, es más profundo. Aunque los análisis suelen centrarse en cómo el banzado derechista de la era Trump impacta en la derecha tradicional, Andrea Donofrio, profesor de Historia del Pensamiento Político de la Universidad Complutense, recalca que las fuerzas progresistas históricas en Occidente también se están viendo empujadas a una “crisis de identidad generalizada”. Mientras partidos de referencia en este ámbito como el Demócrata en EE UU, el Laborista en Reino Unido o el SPD en Alemania han abierto conflictivos procesos de reflexión, el debate llega atenuado al PSOE.

Con variaciones según el país, la experta en comunicación política Laura Teruel detecta una triple “indefinición” en esta familia política: “Sobre las estrategias, los discursos y las formas”. “El origen de esta crisis está en Estados Unidos, donde se ha producido un brusco giro hacia la derecha de toda la dinámica política que está pasando como una ola por Europa, obligando a las fuerzas progresistas a resituarse”, añade Teruel, profesora de Periodismo Político de la Universidad de Málaga.

En EE UU, el Partido Demócrata celebró en agosto su primer congreso tras la derrota ante Donald Trump dividido sobre Gaza y sobre cómo recuperar voto de la clase trabajadora. Fuera de la Casa Blanca y en minoría en el Capitolio, aún debe elegir quién y con qué propuesta se enfrentará a los republicanos en 2028. Para algunos, la victoria en las primarias en Nueva York de Zohran Mamdani, un candidato de 33 años de perfil rompedor —se define como socialista— y con dominio de la comunicación digital, puede indicar que toca mirar al ala más izquierdista y antiestablishment del partido. Para otros, quien marca el rumbo es el mucho más bregado gobernador de California, Gavin Newsom, de 57 años y con 30 ya de carrera política, exalcalde de San Francisco, bien conectado con entornos pudientes de su Estado, que ha alcanzado relumbrón al enfrentarse a Trump imitando —y parodiando— algunos de sus recursos comunicativos.

“Más allá de entender que deben renovar su comunicación, las dudas se repiten en EE UU y Europa: ¿ir al centro aprovechando la radicalización de la derecha o ir más a la izquierda para responder a la polarización desde el otro extremo?”, señala Teruel. Las tribulaciones no son exclusivas de los partidos derrotados. Apenas 14 meses después de su mayoría absoluta, el Partido Laborista británico atraviesa una convulsión. Muy por debajo en las encuestas de la extrema derecha de Reform UK, el primer ministro, Keir Starmer, es cuestionado en su partido por sus recortes sociales y su tibieza sobre Gaza. Ya hay incluso un referente de oposición interna, el alcalde de Manchester, Andy Burnham, que propugna un regreso al laborismo pre-Thatcher con propuestas como nacionalizar la energía. El congreso recién celebrado ha servido para que Starmer profundice en su mano dura contra la inmigración, otra apuesta que causa división en sus filas, si bien el líder ha logrado salir ileso del cónclave tras cerrarlo con un mensaje de firmeza frente a la extrema derecha de Nigel Farage.

En la UE, solo hay cuatro gobiernos encabezados por socialdemócratas, los de España, Dinamarca, Lituania y Malta. En Alemania, el SPD, que perdió la cancillería en febrero tras quedar tercero, aprobó sin entusiasmo un acuerdo que convierte al partido en socio júnior del Gobierno liderado por la CDU. De momento, el electorado no responde: las encuestas mantienen al partido en tercer lugar, lejos de los conservadores de la CDU y de la ultraderecha de AfD. En su congreso de junio, los socialistas aprobaron por unanimidad abrir un proceso para la posible solicitud de la prohibición de la AfD, precisamente la formación que los ha relegado al tercer puesto, convirtiendo su fracaso en histórico. Todo en un congreso amargo donde surgieron discrepancias sobre el incremento en gasto militar y afloraron las contradicciones que sufrirá un partido que quiere protegerse del ascenso por el flanco izquierdo de Die Linke mientras gobierna con los conservadores.

Portugal también figuraba junto a Alemania entre los últimos focos de poder socialdemócrata en la UE. Pero, también al igual que el SPD, el Partido Socialista (PS) quedó tercero en las elecciones de mayo, por detrás de la coalición conservadora AD y de la ultraderecha de Chega. El PS, visto hasta hace poco como un gran referente socialdemócrata europeo, no puede hoy ni reivindicarse como líder de la oposición en su país.

Siendo graves los problemas del SPD y el PS, los querría para sí el Partido Socialista en Francia. Hace tiempo que la formación perdió la condición de fuerza de referencia en el espacio progresista a favor de La Francia Insumisa, que es la que aspira a rivalizar de tú a tú con Reagrupamiento Nacional, mientras en las filas socialistas el principal debate es qué relación establecer con Jean-Luc Mélenchon y los suyos.

“Gran confusión”

“Una y otra vez, se demuestra que los partidos socialdemócratas también padecen la erosión del auge reaccionario, que los lleva a una gran confusión”, analiza Donofrio, que señala las dificultades que la izquierda moderada tiene ante lo que él llama “la trampa ultra”, cuyos efectos no se limitan al impacto electoral. “La extrema derecha propone una confrontación moralista sobre temas culturales que polarizan al máximo. Ante eso, la izquierda moderada tiende a achicar su espacio aceptando esa confrontación o, en vista del avance de las ideas derechistas, cede en algunos planteamientos o formas“, señala Donofrio, autor de Érase una vez el eurocomunismo. Las razones de un fracaso (Tecnos, 2018) y especialista en política italiana, que recuerda el “efecto legitimador” que tuvo para el discurso antiinmigración el que Matteo Renzi, siendo secretario general del Partido Democrático, pronunciase su famosa frase sobre los extranjeros: “Ayudémosles en su país”.

Donofrio menciona tres ejemplos de reacción adaptativa del centroizquierda al embate de la extrema derecha: Reino Unido con Starmer, Alemania con Olaf Scholz —que también endureció como canciller la política y la retórica sobre inmigración y llegó a defender las deportaciones “a gran escala”— y Dinamarca con Mette Frederiksen, primera ministra socialdemócrata danesa, emblema de las políticas de rechazo a la llegada de extranjeros y desprotección de los solicitantes de asilo. Y advierte, mirando sobre todo a Dinamarca: “Aunque a corto plazo aceptar marcos de la extrema derecha resulte tentador, a medio y largo plazo es letal para los partidos progresistas, que deben hacer todo lo que esté en su mano para centrar el debate en los servicios públicos y la vivienda y para recuperar la bandera de la rebeldía”.

“Hay mucha incertidumbre sobre qué recetas funcionan”, agrega Pau Marí-Klose, profesor de Sociología en la Universidad de Zaragoza, que advierte del riesgo que para otros partidos europeos puede suponer interiorizar que Frederiksen, en el poder desde 2019 y líder en las encuestas, es un ejemplo a seguir. “El discurso antiinmigración puede permitir éxitos efímeros, pero normaliza los mensajes de los partidos de extrema derecha y después impide entrar en competición con ellos”, señala.

El debate en el PSOE

¿Y el PSOE? ¿Cómo encara esta encrucijada? Aunque en los análisis recabados hay matices, predomina una doble conclusión. Por un lado, algunos factores hacen que el debate sobre la forma en que la izquierda debe afrontar el desafío ultra llegue atenuado, por ejemplo la condición excepcional de España como gran país europeo con gobierno izquierdista y el relieve internacional que da a Sánchez la escasez de referentes progresistas —“con la excepción de Claudia Sheinbaum, Lula da Silva o Gustavo Petro”, matiza Laura Teruel—. Por otro lado, de ninguna manera puede considerarse el PSOE a salvo de los problemas de sus pares.

Abdón Mateos, catedrático de Historia Contemporánea de la UNED y autor de Historia del PSOE en transición (1970-1988) e Historia de la época socialista (1982-1986), advierte: no hay en la naturaleza del PSOE nada sustancialmente diferente a partidos europeos de su familia que lo proteja de una crisis similar si las circunstancias cambian. Los “giros” y “crisis” de estos partidos, recalca, se producen en “momentos de pérdida de apoyos”. Ahora el PSOE sigue no solo en el poder, sino siendo competitivo en las encuestas, aunque por detrás del PP. Si eso cambia, se podría producir un “deterioro de la legitimidad del discurso actual”, izquierdista en el PSOE atendiendo a los estándares de la socialdemocracia europea, lo que “abriría ventanas de oportunidad para nuevos discursos”, apunta el sociólogo Pau Marí-Klose, que fue Alto Comisionado para la Pobreza Infantil con Pedro Sánchez en el Gobierno.

A la pregunta de si hay que responder al auge derechista con más izquierda o más centro, la respuesta oficial del PSOE es que esa no es la disyuntiva. “El debate”, señala Hana Jalloul, secretaría de Política Internacional y Cooperación al Desarrollo del PSOE, “no está en la radicalidad de las ideas”, sino en la “calidad” de las políticas. Jalloul afirma que la economía española “a pleno rendimiento”, su “liderazgo en transición ecológica” o su “defensa” de los servicios sociales al negarse al 5% del PIB en gasto militar acreditan una obra de gobierno tanto eficaz como coherente. Y sobre la inmigración, señala que el partido evita “caer” en “marcos narrativos” que no sean los propios: “Demostramos que nuestras políticas migratorias han contribuido al crecimiento económico y por tanto a nuestro bienestar”.

Desde la Fundación Avanza, el laboratorio de ideas del PSOE, su presidente, Manuel Escudero, se muestra consciente del desafío que supone el arreón derechista en todo Occidente y el cambio de marcos discursivos que ha provocado. “Es necesario abrir nuevas perspectivas”, afirma, pero sin renunciar —añade— al giro a la izquierda del partido a raíz de la victoria de Sánchez en las primarias socialistas de 2017, que no ve en discusión en ningún escenario. Frente a la “renuncia al reformismo socialdemócrata” que supusieron líderes como Tony Blair en Reino Unido o Gerhard Schröder en Alemania, el PSOE tomó un rumbo como “partido socialdemócrata de izquierdas que diría inamovible”, concluye.

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Sobre la firma

Ángel Munárriz
Ángel Munárriz (Cortes de la Frontera, Málaga, 1980) es periodista de la sección de Nacional de EL PAÍS. Empezó su trayectoria en El Correo de Andalucía y ha pasado por medios como Público e Infolibre, donde fue director de investigación. Colabora en el programa Hora 25, de la SER, y es autor de 'Iglesia SA', un ensayo sobre dinero y poder.
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