El alcalde laborista de Mánchester desafía el liderazgo político de Keir Starmer
En un momento de debilidad del Gobierno, Andy Burnham propone políticas más a la izquierda para frenar la amenaza de la ultraderecha


La izquierda británica está inquieta, como en muchas otras partes del mundo. Y poco más de un año después de haber logrado una victoria electoral histórica y una amplia mayoría parlamentaria, el puesto de primer ministro de Keir Starmer comienza a cuestionarse públicamente y en voz alta. El alcalde de Mánchester, Andy Burnham, popular en su ciudad, pero también entre las bases y los votantes del Partido Laborista, apenas disimula ya su ambición por liderar el partido ante el desafío existencial que plantea la derecha extrema y populista de Reform UK, el partido de Nigel Farage que hoy lidera con holgura todas las encuestas.
“¿Le han pedido ya algunos diputados que se presente contra Starmer?”, ha preguntado directamente a Burnham el periódico conservador The Daily Telegraph, en una entrevista que ha irritado particularmente a Downing Street. “Sí, la gente ha contactado conmigo a lo largo de este verano; no puedo negar que ha ocurrido. Pero esa decisión depende más de ellos que de mí. Aunque ya me presenté dos veces para liderar el partido. Creo que eso lo dice todo, ¿no?”, ha contestado el alcalde de Mánchester, la tercera ciudad más poblada del país, desatando una cadena de especulaciones sobre sus verdaderas intenciones.
El Partido Laborista celebrará la semana que viene en Liverpool un congreso anual que muchos señalan como la hora de la verdad para Starmer. Su última oportunidad para convencer a los suyos de que hay un alma de izquierdas y una visión de cambio radical para el país en un político que hoy tiene su popularidad hundida en los sondeos y que ha provocado rechazo y decepción entre muchos votantes progresistas.
Su tibieza a la hora de reaccionar ante la tragedia de Gaza —aunque luego haya acabado reconociendo el Estado de Palestina—. Sus recortes sociales en ayudas al pago de la factura de gas y electricidad o en fondos para los más vulnerables —que tuvo que echar atrás ante la amenaza de una rebelión parlamentaria—. Su obsesión de responder con mano dura y leyes más estrictas al debate de la inmigración irregular. Y su excesiva adulación y seguidismo de Donald Trump y sus políticas. Todo eso, acompañado de una economía en la que los precios siguen subiendo y que no termina de arrancar, ha provocado un hartazgo precipitado sobre la figura de Starmer.
El “rey del norte”
Frente al abogado frío y robótico de Londres, que no ha sido capaz de construir una corriente interna de apoyo en el partido —no existe el starmerismo—, Burnham ha crecido durante estos años al frente de la alcaldía de Mánchester como un político cercano a la gente, más escorado a la izquierda y con propuestas audaces que ha sido ya capaz de ensayar en la ciudad.
No tiene empacho en proponer una nacionalización completa de servicios como el transporte público o la energía. Exige impuestos más elevados sobre las mansiones que muchos multimillonarios tienen en Londres o en el sur de Inglaterra. Quiere rebajar el impuesto sobre la renta de los que menos cobran y elevar el de los que tienen salarios más elevados. Y, sobre todo, quiere que el Estado se endeude más, le pierda el miedo a los fondos que manejan el mercado de deuda pública, e invierta en prioridades urgentes como la vivienda.
“Hemos regresado a los ochenta”
Ya ha hecho mucho de eso en Mánchester, una localidad pujante con un servicio de autobuses y tranvías asequible y eficiente, y con un programa educativo reforzado con inversión pública. “El control público sobre las cosas básicas de la vida es lo más importante. Lo que hemos hecho en esta ciudad ha sido regresar a la década de los ochenta”, explica Burnham en otra entrevista, esta vez al semanario progresista The New Statesman, que ha captado la atención de muchos laboristas.
Burnham propone volver a la era anterior al desmantelamiento del Estado que llevó a cabo Margaret Thatcher, que provocó la dura contestación de las zonas del norte inglés, de ese cinturón históricamente obrero y tan diferente a Londres que construyen Mánchester y Liverpool.
Burnham, que estudió en Cambridge y fue uno de los ministros más jóvenes durante el Nuevo Laborismo de Tony Blair y Gordon Brown, ha encontrado su molde en la política municipal de su tierra natal. Viste de modo informal, casi siempre de negro, pasea por las calles abiertamente y recibe el cariño de unos ciudadanos que ya le han bautizado como “el rey del norte”.
Pero, aunque estos días se deja querer y usa su popularidad para agitar al partido, no lo tiene nada fácil para desafiar el liderazgo de Starmer. Tendría que volver a ser diputado nacional, y para eso algún compañero debería renunciar a su escaño para abrir una elección parcial. No parece que eso vaya a ocurrir. Necesitaría además el respaldo a su candidatura del 20% del grupo parlamentario (unos 80 diputados). Y el actual primer ministro tendría derecho automático a presentarse también.
En busca de una “mayoría progresista”
La apuesta de Burnham parece hoy más destinada a lanzar un aviso a Starmer y a su equipo que a preparar ya un motín interno. El alcalde comparte la visión del ala más a la izquierda del laborismo de que los hombres del primer ministro han creado una estructura de control férrea que suprime cualquier crítica. “El desafío que tenemos frente a nosotros [la ultraderecha de Farage] no puede ser respondido con un manejo sectario y profundamente divisivo del Partido Laborista”, ha advertido el alcalde.
Su apoyo a una reforma del sistema electoral británico que lo haga más proporcional y menos bipartidista responde hoy además a una lógica de urgencia que puede sonar familiar a muchos votantes españoles. Burnham mira hacia el partido Liberal Demócrata o hacia Los Verdes, comprueba los buenos resultados que obtienen en cada contienda local o en las encuestas, y concluye que el mejor modo de frenar la amenaza de la derecha extrema es que el Partido Laborista busque una alianza con ellos y construya una “mayoría progresista” en el Parlamento de Westminster.
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