Alberto Garzón: “El proceso de Sumar nunca fue una operación para acabar con Podemos”
El aún máximo dirigente de IU defiende la ley de amnistía, explica el auge de la extrema derecha y reconoce el desgaste tras 12 años en primera línea: “La política es muy inhumana”
Alberto Garzón (Logroño, 38 años) habla pausado, desde la reflexión, y se escucha, en parte, liberado. El aún coordinador federal de Izquierda Unida anunciaba hace unos días su renuncia después de más de siete años al frente del partido. Completa así su salida de la política institucional que inició al decidir no concurrir en las listas del pasado 23-J. En esta entrevista, concedida el martes horas antes de entregar la cartera del Ministerio Consumo a Pablo Bustinduy, asegura que el proceso que llevó a la conformación de Sumar “nunca fue una operación para acabar con Podemos”, defiende la ley de amnistía a los encausados por el procés, explica el auge de la extrema derecha y reconoce el desgaste personal tras más de 12 años en primera línea, desde que su figura emergió en las plazas del 15-M y se convirtió en diputado. “Para muchas actitudes, la política es muy inhumana”, admite.
Pregunta. Acaba de dejar de ser ministro y la política activa. ¿Qué coste han tenido para usted estos años en el Gobierno?
Respuesta. Han sido años muy complicados para toda la sociedad. Apenas pasaban unas semanas de nuestra toma de posesión y empezaba la pandemia y el confinamiento. La responsabilidad tiene un coste también, que es personal, y que se suma a lo que ya venía acusando después de haber completado más de 12 años en primera línea.
P. ¿Le han puesto zancadillas desde dentro?
R. Me he sentido, por lo general, muy apoyado. Evidentemente, no ha sido así durante todo el tiempo, como le pasa a todos los ministerios y a todos los gobiernos. Hemos puesto en marcha medidas muy importantes, como fue la supresión de la publicidad de los juegos de azar y de apuestas que han permitido que nuestro país sea mejor y esté más protegido, especialmente los jóvenes. Y fue un proceso muy complicado, que encontró muchas obstrucciones por parte de agentes que no estaban de acuerdo. Las medidas que generaron más controversia fueron las relacionadas con el impacto ecológico del consumo, la famosa de las macrogranjas o la de la reducción del consumo de carne, pero han contribuido a que se conozca una problemática que va a ser fundamental para los próximos años. Y no hubo un consenso en el seno del Gobierno.
P. ¿Qué ha hecho mejor el Gobierno y cuál ha sido también el peor momento?
R. Lo más importante fue la reacción temprana, rápida y contundente con respecto a la pandemia, no solo en términos de confinamiento físico, sino sobre todo del estímulo económico que pusimos en marcha, de la protección a las clases trabajadoras de este país, que aunque dejaron de ir físicamente a trabajar, no dejaron de ingresar dinero y rentas en sus familias, por ejemplo con los ERTE. No estaba escrito que fuera así. Fue un momento muy difícil porque veníamos con unas inercias como país de recortes y cuando llegó la pandemia hubo un debate muy intenso en el seno del Gobierno para ver cómo respondíamos.
P. ¿Ha estado la coalición en algún momento al borde de la ruptura?
R. Yo no he tenido esa sensación, ha habido momentos de mayor tensión, pero ciertamente nunca ha habido, en mi opinión, una sensación real de peligro.
P. ¿En esta legislatura teme que la dependencia de Junts y el PNV pueda frenar las políticas más izquierdas?
R. El PNV e incluso Junts son partidos de tradición conservadora, pero de una tradición conservadora democrática que entiende bien que para preservar la cohesión social hace falta poner en marcha medidas de izquierdas y que pueden ser capaces de apoyar una hoja de ruta que fortalezca la cohesión social a través de estas políticas.
P. ¿Ha tenido usted dudas con la ley de amnistía?
R. No. Tenemos muy claro que nuestro país arrastra desde hace varios siglos un problema de configuración territorial, de identidad, y que eso se tiene que resolver a través de la política. La forma de retroceder y de devolver el conflicto político a la arena de la política, de la discusión, de la negociación, es corregir errores que se han cometido y se corrigen con el perdón, con la amnistía, que lo que hace es retroceder a un estado donde se puedan volver a llevar las cosas al cauce de donde nunca debieron salir.
No sentí sensación real de peligro de ruptura en el anterior Gobierno”
P. ¿Cree que entiende esta ley el obrero del metal que fue condenado por salir a la calle por defender su puesto de trabajo en Cádiz y ve este doble rasero con los implicados en las protestas del 1-O?
R. Creo que lo entienden, porque son dos procesos totalmente distintos. Tú no tienes que valorar el proceso de la amnistía catalana a la luz de lo que haya sucedido en otro tipo de conflicto Evidentemente, tenemos que tener, y nosotros la tenemos, una posición muy firme sobre la necesidad de retroceder, de derogar la ley mordaza, por ejemplo, la represión civil y administrativa que ha habido respecto a la libertad de expresión.
P. Hay muchos jóvenes en las protestas contra la amnistía. ¿Le preocupa que la ultraderecha conecte mejor con ellos que una izquierda intelectual y alejada de la calle?
R. Este es un debate complejo y que tiene muchos visos de ser verdad. En España tengo la sensación de que hay una parte joven de la sociedad, particularmente masculina, que lleva encadenando crisis tras crisis y que básicamente solo ha vivido dentro de crisis económicas, que su voto protesta lo vehicula ahora la extrema derecha.
P. ¿Lo revolucionario es ser de derechas?
R. No sé si revolucionario es una palabra excesiva para este tipo de comportamiento más prosaico, pero desde luego el voto protesta de gente que está disconforme con la realidad que le rodea, a efectos laborales, a efectos culturales, en muchas dimensiones, sí que se está consiguiendo vehicular por una extrema derecha que aparece como irreverente, como opuesta al estatu quo o a lo que ellos consideran el mainstream de la política. Y la izquierda tiene que responder ante eso entendiendo bien cómo es la forma en la que esta extrema derecha está siendo capaz de llegar a esos sectores sociales a través de nuevas herramientas, de nuevos discursos. Sería un error pensar que la izquierda puede oponer a ese voto protesta muy vinculado al sentimiento, a la emoción, a la percepción, un discurso elevado, cultural, alejado del día a día de la ciudadanía, porque no va a ser posible llegar a esa gente.
No hay proyecto político que sobreviva solo con el liderazgo de alguien”
P. ¿Qué cree que ha pasado para que cuando usted era un chaval lo revolucionario fuera el 15-M, el primer Podemos y ahora sea llevar una pulsera de España?
R. No es fácil reducirlo a un solo factor, pero el gran debate político se ha trasladado. Se ha trasladado desde la esfera social y económica que pudo ser el debate del 2011 al 2015-2016. Todo el mundo hablaba de cuestiones laborales, económicas, de la deuda pública, del Estado, de los servicios públicos. Y desde el 2017 lo que ha tomado el control de la agenda ha sido la cuestión nacionalista. Y cuando hablas de nacionalismo hablas de identidades. Y las identidades cuando son heridas despiertan pasiones.
P. ¿Concluye alguna lección de las elecciones en Argentina que han dado la victoria a Milei?
R. Que sin cohesión social es muy fácil que la extrema derecha se abra camino. Esto es una lección histórica, el partido nazi ascendió al poder con un apoyo social enorme, por supuesto apoyado de la violencia callejera en los últimos años, pero vivió del descontento social, de los altos niveles de desempleo, de las clases medias empobrecidas. Es decir, los fenómenos de radicalización de las derechas, fenómenos que son vehiculados a través de un nacionalismo excluyente, a través de la beligerancia del discurso radical, beben del descontento y cuando hay descontento es muy fácil que las extremas derechas se abran camino.
P. ¿Y en España?
R. La extrema derecha es, en mi opinión, el hijo de la radicalización discursiva. Y se abrió camino así, una extrema derecha, que era hija de la competición entre el PP y Ciudadanos, que los ha secuestrado. Los ha secuestrado en el ámbito discursivo, a la derecha tradicional, y además los ha secuestrado en el ámbito parlamentario, de manera que el Partido Popular tiene un problema. Las pulsiones pactistas y pragmáticas que hay en el PP tienen ahora poco margen. Están secuestradas por la extrema derecha, no solo política, sino sobre todo cultural, de “está gobernando la anti-España”. Si aceptas eso, casi cualquier cosa te vale para echar a la anti-España. Es un discurso muy peligroso.
P. ¿Es importante que la izquierda vaya unida en las europeas?
R. La izquierda debe trabajar unida fundamentalmente porque tiene que entender cuáles son los retos que tenemos por delante. Si para ese radical de derechas que está dispuesto a hacer casi cualquier cosa por volver a tomar el poder somos lo mismo, es bastante absurdo que nosotros mismos exageremos nuestras diferencias para no ir juntos.
P. ¿Ustedes van a ir a con Sumar a las europeas?
R. En nuestra hoja de ruta, por supuesto, ese es el planteamiento.
Podemos tendrá que decidir qué quiere hacer
P. ¿Han firmado algún documento en el que se comprometan a ello para hacer a Sira Rego ministra?
R. Nosotros no tenemos que firmar absolutamente nada porque no hay controversia al respecto de nuestra hoja de ruta. Es importante que se entienda, cuando Yolanda Díaz llega a la vicepresidencia, Unidas Podemos llevaba cinco años cayendo sistemáticamente en las encuestas, perdiendo apoyo social y Yolanda llega a una reflexión importante que está en el pecado original de todo lo que está sucediendo. Ella acepta la vicepresidencia y la posible candidatura siempre y cuando el proceso le permita reconstruir todo lo que se ha roto hasta ese momento, que no solo es pérdida de apoyo social, sino también mucha gente que se ha escindido. Nosotros dijimos “por supuesto hay que reunificarlo todo trabajando colectivamente, cooperativamente en procesos de unidad” y ahí desgraciadamente Podemos llegó a una conclusión distinta.
P. ¿Qué queda de Podemos en esta nueva etapa?
R. Eso lo tienen que decidir ellos. Hace dos años le dije a Podemos que se abría un nuevo camino, no se llamaba Sumar todavía, era una iniciativa de Yolanda Díaz de reconstruir toda la izquierda. Ellos no lo vieron así, asumieron una estrategia según la cual partían del error de que Yolanda venía a destruir Podemos. Nunca fue una operación para acabar con Podemos, pero ellos lo pensaron así y actuaron en consecuencia llevando a una situación que nos ha traído hasta ahora: Podemos tendrá que decidir qué quiere hacer.
P. ¿Es un error que Irene Montero no esté en el Gobierno?
R. No soy de una tradición donde las personas seamos imprescindibles, ninguna.
P. ¿Mantiene relación con Pablo Iglesias? ¿Qué piensa de su acción contra el Gobierno desde Canal Red?
R. Le tengo mucho cariño. Creo que hemos sido buenos compañeros. Hemos sufrido juntos, él lo ha pasado muy mal, ha sido víctima de operaciones muy sucias por parte del Estado. Luego ha derivado de ahí una estrategia que no comparto y es legítima. Está como operador mediático y no puedo opinar públicamente porque ya no me atañe como dirigente político.
P. En su carta de despedida a la militancia reconoce que en estos años ha visto lo mejor y lo peor de la política y que le ha tocado tratar con gentes que no cuidan a sus semejantes, y para los cuales la política es solo una forma de aplastar al que piensa diferente. ¿A quién se refiere?
R. Me guardo los nombres que para mí encarnan muchas de esas formas de hacer política. La primera línea desgasta. ¿Por qué me voy yo? Me voy por una mezcla de razones políticas y personales. La primera línea de la política significa poner tu cara y cuando pones tu cara te van a dar golpes, y puede que sea justo o injusto, pero se va a producir un desgaste. Y cuando se produce ese desgaste lo que tienes que hacer es asumir que tú ya no contribuyes tanto a la causa a la que defiendes como hacías antes de que te partieran la cara. Ese desgaste tiene también otra contraparte y es el día a día en la política interna. He visto que la política tiene ese lado malo, con gente que se ve demasiado atraída por el poder, ambiciones desmesuradas y un maltrato a lo que es los de alrededor. Gente que no ha integrado la lógica de los cuidados en la vida cotidiana de las organizaciones y esto es importante que lo ponga encima de la mesa, porque la izquierda tiene que conseguir que la mejor gente de este país pueda ser militante, que ser militante no sea un sacrificio todos los días.
A mí me ha costado mucho explicar a mi gente que yo tenía una hora para llevar a las niñas al cole
P. Tal y como la describe parece que la política es inhumana.
R. Para muchas actitudes, la política es muy inhumana. Hace una generación, la política la hacían fundamentalmente hombres que no tenían que cuidar a sus hijos. Que los cuidaban sus mujeres, que se quedaban en casa incluso siendo militantes. Cuando hemos asumido el nuevo liderazgo generaciones que pensamos distinto, esto ha sido muy controvertido. A mí me ha costado mucho explicar a mi gente que yo tenía una hora para llevar a las niñas al cole, una hora para recoger a las niñas del cole y una hora para dormirlas y cenar con ellas. Abrir esa grieta por primera vez tiene mucho coste porque la gente lo utiliza también internamente: “Es que Alberto no ha venido a esta reunión porque está duchando a las niñas, entonces no será tan importante la revolución”. Este tipo de actitudes estaban ahí.
P. ¿Hay un relevo natural para el liderazgo de IU? ¿Es Sira Rego?
R. Tiene que definirlo Izquierda Unida. Hemos tenido liderazgos con personas carismáticas como Julio Anguita. Pero los proyectos importantes son los colectivos. No hay ningún proyecto político que pueda sobrevivir sólo con el liderazgo de alguien, por muy carismático que sea.
P. ¿Es un recado a alguien?
R. No, es una ley de la política.
P. ¿Su marcha de la política institucional es definitiva?
R. Es absolutamente definitiva, está fundamentada por cuestiones políticas y no solo personales. Le toca a otra gente asumir la responsabilidad y la visibilidad para el bien del proyecto.
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