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Pablo Iglesias y Yolanda Díaz: ¿ruptura total?

El fundador de Podemos abre la batalla por las futuras listas electorales bajo la amenaza de desvincularse de Sumar

Pablo Iglesias y Yolanda Díaz en el mitin de cierre de la campaña de Unidas Podemos para las elecciones de Madrid, el 2 de mayo de 2021 en el parque de Vicálvaro.Foto: VÍCTOR SAINZ

Entre el día en que a Yolanda Díaz la interrumpieron en una videoconferencia con ministros de la UE para comunicarle que Pablo Iglesias iba a designarla públicamente como su sucesora y el pasado lunes, cuando el exlíder de Podemos arremetió a calzón quitado contra ella en la Cadena SER, han transcurrido casi 20 meses. Tiempo suficiente para arruinar dos décadas de estrecha amistad política y personal. Díaz e Iglesias, los viejos amigos de la época en que la izquierda de la izquierda era apenas un satélite lejano a la centralidad política española, los compañeros que hasta no hace tanto se llamaban varias veces todos los días, llevan más de un año sin hablarse ―al margen de un encuentro fugaz― y parece difícil que vuelvan a hacerlo. Ella, cansada de una sorda ofensiva que Iglesias ha ido manteniendo en el tiempo, con reproches cada vez menos velados en sus intervenciones públicas. Él, convencido de que hay en marcha una operación para arrinconar a los suyos en las futuras listas electorales. La palabra ruptura ya circula en boca de todos en Unidas Podemos (UP). Y la preocupación se extiende por el conjunto de la izquierda, cuyas posibilidades de repetir Gobierno después de 2023 penden de un hilo.

Las fuerzas son dispares. Díaz tiene a favor la popularidad que se confirma encuesta tras encuesta y apoyos dentro de la coalición UP (los comunes catalanes y las direcciones de IU y el PCE) y fuera (Más País y su potente marca madrileña). Podemos se ha achicado y en su propia dirección hasta hay algún miembro que está con Díaz. Los partidarios de esta destacan que en los últimos días, en medio de las andanadas contra ella, los dirigentes de Podemos en comunidades como Extremadura, Euskadi, Navarra o La Rioja asistieron a las presentaciones de Sumar, la plataforma de la vicepresidenta segunda. “Lo que está en crisis no es el espacio político, es Podemos”, resumen fuentes del sector alineado con la vicepresidenta. Por eso, opinan que sería un suicidio para los fieles a Iglesias acudir en solitario a las elecciones generales.

Podemos —bajo la dirección de Ione Belarra, aunque con una influencia de Iglesias que él mismo ha evidenciado públicamente estos días— se sigue reivindicando como la formación más importante de UP y su cúpula sostiene que tiene fuerza suficiente para asegurarse una cuota parlamentaria en solitario. La batalla, como admiten destacados dirigentes de distintos sectores, tiene mucho que ver con las futuras listas electorales. Iglesias exige garantías de que Belarra y la ministra de Igualdad, Irene Montero —las dos cabezas más visibles del partido— estarán en los primeros puestos y no serán relegadas por otros candidatos como Íñigo Errejón. “Lo que queremos es que se visualice nuestra fuerza en la coalición y que no pretendan diluirnos”, apunta una relevante figura de Podemos. Si esto no se cumple, abunda la misma fuente, la ruptura estará servida.

Díaz no quiere ni oír hablar ahora de listas y dice que, llegado el caso, deberían dirimirse en unas primarias abiertas. Su estrategia es incorporar personalidades a Sumar, al margen de cuotas de partidos. Y los suyos aseguran que tampoco ella va a ceder.

Iglesias y Díaz, en Galicia en julio de 2015.
Iglesias y Díaz, en Galicia en julio de 2015.OSCAR CORRAL

La brecha. La ruptura de relaciones entre Díaz e Iglesias tiene fecha: el 12 de octubre de 2021. Ese día salía a la calle en Madrid El Periódico de España con una primicia: la vicepresidenta protagonizaría un acto con mujeres en Valencia, presentado como un avance de su plataforma política —aún sin nombre en aquel momento— del que habían sido excluidas las dirigentes de Podemos. El diario ofrecía además fotos de su fiesta de inauguración, celebrada el día anterior, en las que se veía muy amistosos a dos de los invitados, Díaz y Errejón. El equipo de la primera alegaba que la organizadora del acto político que se celebraría un mes después en Valencia —al que también acudiría Mónica García, líder de Más Madrid— era la entonces vicepresidenta autonómica, Mónica Oltra, de Compromís. Iglesias enfureció, señalan fuentes conocedoras de lo ocurrido. Interpretó que su sucesora estaba urdiendo una maniobra para arrinconar a los suyos ni más ni menos que con Errejón, otro que había pasado de amigo del alma a adversario íntimo. El fundador de Podemos envió un mensaje a Díaz en términos muy desabridos, coinciden varias fuentes. Tan dolida se sintió ella que no contestó. Y ahí se cortó todo. Desde entonces, solo charlaron brevemente el pasado abril, en un acto del diario La Vanguardia, y con testigos delante. Un mes después, volvieron a coincidir en una fiesta de la Cadena SER y se evitaron.

Iglesias esgrimió el lunes el agravio por el acto de Valencia —del que este domingo se cumple justo un año— ante Aimar Bretos en el programa Hora 25 para exigir a Díaz “respeto”: “¿Cómo piensas que se sintieron los militantes de Podemos cuando Yolanda aparece al lado de Mónica García y de Mónica Oltra y no aparecen ni Ione Belarra ni Irene Montero? Y Podemos, disciplinadamente, traga”.

Amigos por encima de la política. Hasta entonces, todo parecía ir razonablemente bien. La ministra de Trabajo solía decir que su amistad con Iglesias estaba a salvo de diferencias políticas. Siempre habían discutido mucho. Por asuntos muy relevantes o por detalles menores. Tras las primeras elecciones de 2019, Díaz era reacia a la estrategia de Iglesias de no facilitar la investidura de Pedro Sánchez si este no aceptaba gobernar con UP. Cuando ella reclutó a Iglesias como asesor en Galicia, para la exitosa campaña a las elecciones autonómicas de 2012 en coalición con el nacionalista Xosé Manuel Beiras, se negó en redondo a la idea que tuvo él de sacarla en los carteles con su hija, entonces un bebé, en brazos. Diferían a menudo, pero siempre resistía esa amistad que se había iniciado en 2001, en un seminario en el que Díaz, militante comunista desde la adolescencia, quedó fascinada con un chico de coleta de 22 años —siete menos que ella— que disertaba sobre la filosofía política de Gramsci.

Luego vinieron muchas visitas a Madrid, fines de semana juntos en pandilla tomando copas y debatiendo sobre el futuro de la izquierda; conocieron a sus familias, a sus parejas y a sus hijos cuando estos llegaron. El terremoto político que siguió a la Gran Recesión los unió aún más.

Tras el surgimiento de Podemos, Díaz, aún en Galicia al frente de la marca local de IU, se entusiasmó con aquel nuevo movimiento, pletórico de una ambición que contrastaba con el tradicional derrotismo de la izquierda rupturista. Después de dar el salto a Madrid, se fue distanciando de su organización, que acabaría abandonando (no así el PCE). “Yolanda parecía más de Podemos que los de Podemos”, comenta un antiguo compañero de IU. Iglesias ha contado que su prioridad tras cerrar el pacto de Gobierno con Sánchez era que su gran amiga fuese la ministra de Trabajo para deshacer la reforma laboral del PP. El día que entró en el ministerio, ella proclamó: “Estoy aquí por Pablo Iglesias”.

El dedazo. Una especie de locura se adueñó del Ministerio de Trabajo la mañana del 15 de marzo de 2021. Cuando la jefa estaba metida en una videoconferencia con sus colegas europeos, se recibió una llamada para avisar: en unos minutos, Iglesias haría público un mensaje en el que anunciaba que dejaba el Gobierno para presentarse a las elecciones madrileñas y que cedía su vicepresidencia y el liderazgo del espacio de UP a Yolanda Díaz. El todavía secretario general de Podemos llevaba semanas presionando a esta en secreto para que tomase el relevo. Ella había rehusado varias veces. Ahora no le dejaba opción.

A Díaz, que nunca se había imaginado en tal posición, la incomodó la forma en que Iglesias lo hizo, aunque de nuevo prevaleció la amistad y el asunto quedó solventado con una comida. En Podemos tampoco sabían nada y no todos lo acogieron de buen grado, como admite ahora Juan Carlos Monedero, el último de los miembros del núcleo fundador que permanece fiel a Iglesias: “Pablo confiaba ciegamente en Yolanda y pensaba que con eso valía. Y yo no compartía esa mirada. No porque Pablo se haya equivocado muchas veces con sus compañías —que lo ha hecho, ahí está Errejón—, ni porque yo no confiara en Yolanda, sino porque siempre he apostado por la participación como forma de reforzar a Podemos como partido-movimiento. Y llevo toda mi vida en una pelea constante contra los excesos del hiperliderazgo. Creo que desgraciadamente tenía razón. Aunque preferiría no haberla tenido”.

Díaz se volcó en la campaña madrileña en apoyo de su amigo. En el mitin de cierre, el 2 de mayo en Vicálvaro, Iglesias señaló a su sucesora y se dirigió a la militancia: “Os quiero pedir que la cuidéis. No solo cuando haga las cosas bien. Si alguna vez se equivoca, ese día es cuando tenéis que cuidarla más que nunca”.

Tras el fracaso electoral en Madrid, la nueva vicepresidenta segunda empezó a barruntar la idea de abrir un “proceso de escucha” con el horizonte de lanzar una plataforma política que fuese más allá del espacio de UP. En el verano ya estaba decidida y quedó a cenar con Iglesias para explicárselo. Según interlocutores de Díaz, esta salió muy satisfecha porque había visto a su amigo convencido con la idea. La necesidad de buscar nuevas fórmulas y recomponer alianzas parecían objetivos compartidos.


Desde la izquierda, Fatima Hamed Hossain, Mónica Oltra, Yolanda Díaz, Mónica García y Ada Colau, en un acto de dirigentes femeninas en Valencia, el 13 de noviembre de 2021.
Desde la izquierda, Fatima Hamed Hossain, Mónica Oltra, Yolanda Díaz, Mónica García y Ada Colau, en un acto de dirigentes femeninas en Valencia, el 13 de noviembre de 2021. Mònica Torres

El deterioro. Pasaron dos meses, se produjo el acercamiento a Errejón y el estallido en privado de Iglesias. Y comenzó una suerte de guerrilla interna. Dentro del Gobierno, las tiranteces entre Díaz y Podemos se fueron haciendo más patentes. La estrategia de la vicepresidenta de primar la negociación discreta al choque público con el PSOE contrastaba con el estilo ruidoso implantado en el partido de Iglesias. Se registraron serios encontronazos con algunos episodios como el anuncio —sin consultarle a ella y aplaudido por Iglesias— de que UP se querellaría por prevaricación contra la presidenta del Congreso, la socialista Meritxell Batet, tras la retirada del escaño a su compañero Alberto Rodríguez por una discutida sentencia del Supremo.

En su nueva ocupación de comunicador y tertuliano, Iglesias comenzó a deslizar insinuaciones que apuntaban implícitamente a Díaz. Esta jamás le replicó y sigue sin hacerlo hasta hoy. Pero él no cejó. En el equipo de la ministra y en buena parte de UP fue instalándose una sensación de acoso, de que el exvicepresidente seguía moviendo los hilos por detrás para minar a una sucesora que no acataba sus directrices. De la otra parte, se decía que la vicepresidenta los ninguneaba. El apoyo de la política gallega al envío de armas a Ucrania elevó el tono de los reproches. Luego llegó el sainete de las negociaciones para las elecciones andaluzas de junio, en las que por primera vez se ensayaba la fórmula de una coalición —respaldada por Díaz— que incluía también a Más País. Podemos no pudo imponer a su candidato, solo se sumó en el último minuto y el tamaño de la brecha quedó en evidencia. Otra vez lo ilustró la tertulia de Hora 25:

—¿Está dolido con Yolanda Díaz?— preguntó Aimar Bretos al exvicepresidente.

—No voy a contestar a esa pregunta.

—¿Por qué?

—Porque no, porque no voy a generar ningún tipo de titular que perjudique a Yolanda, ni a la candidatura del cambio, al frente amplio o como leches se llame.

El lanzamiento de Sumar fue acogido con frialdad por la cúpula de Podemos, cuyos dirigentes se quejan de que no los han mantenido informados sobre él. Monedero, aunque ya fuera de la dirección, pone voz a las recriminaciones a Díaz más frecuentes en el partido: “Se ha dedicado con éxito al Ministerio de Trabajo y a su espacio político personal. Y se ha rodeado solo de gente ajena a Podemos. No ha cumplido con el mandato que recibió junto con la vicepresidencia. Ha intentado sumar los fragmentos que se fueron de Podemos, que era parte del cometido, pero ha maltratado a Podemos para contentar a los demás en la izquierda y obtener un mejor trato del bipartidismo que el que reciben los líderes de Podemos, muchos de ellos arrastrando incluso procesos judiciales”. Entre los cercanos a Díaz, se invoca el silencio de esta ante los ataques para subrayar que ha sido la otra parte la que ha buscado el enfrentamiento.

Sin marcha atrás. La decisión de la vicepresidenta de mantenerse al margen de las municipales y autonómicas de la próxima primavera, a la espera de que cristalice Sumar, fue vista en Podemos como una maniobra para debilitarlos. Se interpretó que Díaz los abandonaba a su suerte para luego negociar en mejores condiciones con vistas a las generales. Iglesias expresó esa sospecha el pasado domingo, en su discurso en la Uni de Otoño, como llama Podemos a su foro de debate, aunque atribuyese la operación, más que a Díaz, a “los medios que la aconsejan”. “Hay que ser estúpidos”, remachó en alusión a los que supuestamente promueven tal idea.

El conflicto interno ya había estado a punto de estallar días antes y lo salvó involuntariamente el líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, al romper las negociaciones para renovar el Consejo General del Poder Judicial. UP había logrado que se le reservasen dos puestos a cambio de aceptar la condición pactada por PSOE y PP de excluir a personas que ocupasen cargos políticos. Eso descartaba a la juez Victoria Rosell, delegada del Gobierno contra la Violencia de Género en el Ministerio de Igualdad. Fuentes del entorno de Díaz afirman que el asunto se había cerrado ya internamente cuando Podemos anunció que rechazaría cualquier acuerdo que no incluyese a Rosell. La tensión se elevó al máximo y solo la espantada de Feijóo logró aplacarla.

Duró poco. Todo el mundo intuía que Iglesias iba a dejar algún mensaje importante para la clausura de la Uni de Otoño, en la que se había reservado el papel estelar. Así fue, y el cisma entre los viejos amigos quedó expuesto sin tapujos. Dirigentes de Podemos insisten en que no participarán en ningún proyecto en el que no ocupen un lugar preferente. Y, mientras, Díaz da a entender por fin que la decisión de ser candidata a las generales está tomada: “No hay marcha atrás”.

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