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El conflicto en Ucrania profundiza la división entre Podemos y Yolanda Díaz

La relación entre la vicepresidenta segunda y el partido de Belarra se ha ido erosionando. El papel de la formación en su futura plataforma está aún por definir

La vicepresidenta Yolanda Díaz, la ministra de Igualdad, Irene Montero y la titular de Derechos Sociales, Ione Belarra, en el Congreso el pasado julio.
La vicepresidenta Yolanda Díaz, la ministra de Igualdad, Irene Montero y la titular de Derechos Sociales, Ione Belarra, en el Congreso el pasado julio.Mariscal (EFE)
Paula Chouza

La respuesta del Gobierno al conflicto de Ucrania ha visibilizado esta semana las grietas dentro de Unidas Podemos. El anuncio del presidente Pedro Sánchez, el miércoles en el Congreso, del envío de armas a la resistencia ucrania al margen del mecanismo europeo, un tema especialmente sensible para la izquierda, provocó una cascada de reacciones del socio minoritario de la coalición. Estas críticas evidencian las tensiones dentro del grupo desde hace meses, y generan dudas sobre el encaje de Podemos en el futuro proyecto político de la vicepresidenta Yolanda Díaz. En pocas semanas, la titular de Trabajo cumplirá un año en el cargo, un liderazgo que le traspasó de manera abrupta Pablo Iglesias. Su estilo de ejercer la dirección, alejado de las formas airadas del partido, y la disparidad de criterios en algunas cuestiones como el anuncio de la querella contra la presidenta del Congreso por despojar del escaño al exdiputado Alberto Rodríguez, han erosionado esa relación.

Pocos minutos después de que el mandatario terminara su discurso, y cuando apenas la oposición comenzaba a fijar postura, la ministra de Derechos Sociales y secretaria general de Podemos, Ione Belarra, visiblemente molesta por el giro de Sánchez, se desmarcaba: “Contribuir a la escalada bélica no va a resolver antes el conflicto”. Mientras Pablo Echenique, portavoz parlamentario de UP, calificaba de “error” el envío de armamento, Díaz cerraba filas con el sector socialista del Gobierno: “El presidente tiene todo nuestro apoyo, son decisiones difíciles, estábamos todos informados”. Una discrepancia que se agudizó el jueves, cuando la política gallega advirtió en televisión de que el Gobierno “habla con una única voz, que explicita el presidente” y Belarra replicaba: “Estoy muy orgullosa de que Podemos sea un ejemplo ético de resistencia a la presión mediática”.

La convivencia se ha ido tensando con los meses. Díaz ha repetido multitud de veces que no quería ser vicepresidenta, ni que tampoco desea ejercer como candidata. Las dudas sobre este segundo encargo se mantienen, aunque la ministra sí está decidida a iniciar entre abril y mayo una gira por España para conformar una plataforma política que pueda concurrir a las próximas generales. Díaz explicó su propósito a Iglesias durante una cena antes del verano y UP acabó asumiendo las líneas maestras de un proyecto que pasa por ensanchar el espacio de la izquierda. Sin embargo, hasta ahora, ninguna formación sabe qué papel tendrá en él. La vicepresidenta se ha ido desligando de los partidos con un discurso que en ocasiones ha generado malestar en la dirección de Belarra, a pesar de que en público siguen respaldándola. “A Yolanda hay que dejarla trabajar y desplegar sus ideas (…) tiene que tener capacidad y confianza por nuestra parte para desarrollar su proyecto incluso aunque eso implique distanciarse”, defendió la número dos de la formación, Irene Montero, el viernes en 20 Minutos.

Si en una entrevista en diciembre, la vicepresidenta recalcaba que los partidos eran percibidos como un “obstáculo” por la ciudadanía, unos días más tarde, la responsable de Igualdad reivindicaba el “orgullo de militancia” ante los suyos. “Cualquiera que lea un poquito de la historia de nuestro país y de la historia de la humanidad se da cuenta de que ningún derecho lo hemos conseguido solos. Todas las conquistas sociales han sido siempre una tarea colectiva”, apuntaba.

La vicepresidenta nunca ha militado en Podemos —sí en Izquierda Unida y aún conserva el carné del PCE— por lo que su único vínculo con la formación era Iglesias. La amistad entre ambos desde 2001 se ha ido debilitando estos meses en paralelo a la relación con Podemos.

La querella anunciada contra la presidenta del Congreso, Meritxell Batet, después de que el pasado octubre esta decidiera retirar el acta de diputado a Alberto Rodríguez, condenado por el Supremo, representa un momento clave en el distanciamiento entre las dos partes. UP comunicó que emprendería una acción legal contra Meritxell Batet, y enseguida Díaz, el ministro Alberto Garzón —con quien ha estrechado lazos últimamente después de haber tenido diferencias en el pasado— y los comunes —uno de sus principales apoyos dentro del grupo— se desmarcaron tras una fuerte discusión interna.

En noviembre, la vicepresidenta escenificaba en un acto en Valencia la unidad con otras mujeres líderes de la izquierda: la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau; la dirigente de Compromís, Mónica Oltra; y la portavoz de Más Madrid en la Asamblea regional, Mónica García, el partido fundado por Íñigo Errejón, con quien la relación de los dirigentes de Podemos es aún compleja y cuyos contactos con Díaz generan recelos. En el acto no participaron ni Belarra ni Montero y la dirección tardó 48 horas en respaldarlo.

A las reticencias de la ministra de Trabajo para asumir el liderazgo de Unidas Podemos —algunas fuentes critican que no se implique apenas en la vida orgánica— se suma una forma de hacer política que ella no comparte. Son pocas las veces que la vicepresidenta alza la voz para señalar en público las diferencias con el PSOE, algo que sí practica Podemos. No lo hizo cuando había dificultades para sacar adelante la ley de vivienda, y echó balones fuera al plantear UP en febrero una reforma fiscal propia que fue calificada por la titular de Hacienda, María Jesús Montero, de “inoportuna”. Este mismo sábado pidió en redes un “gran acuerdo de país” para proteger a los ciudadanos y el tejido empresarial ante la crisis provocada por el conflicto en Ucrania, que en su opinión pasa por que “quienes más tienen, más deben aportar”, tan solo un día después de que Belarra exigiera una reforma fiscal “de emergencia”. Díaz y la formación sí cooperaron al escenificar el conflicto con el Ministerio de Economía sobre quién iba a liderar las negociaciones para la reforma laboral, una competencia de Trabajo, y para lo que pactó la estrategia con la titular de Derechos Sociales, que abrió fuego en las redes sociales; o también en el apoyo a Alberto Garzón cuando Sánchez lo desautorizó en la polémica por sus declaraciones sobre las macrogranjas.

El tibio respaldo de Podemos a Díaz durante las negociaciones de la reforma laboral en el Congreso mostró otro distanciamiento. Al día siguiente de que el portavoz de ERC, Gabriel Rufián, afirmara que su grupo no negociaba “proyectos personales”, el republicano difundía una entrevista suya con la ministra de Igualdad que ponía en evidencia la complicidad entre ambos. La mañana del debate y cuando Díaz no había terminado su intervención, Belarra y Montero se ausentaron del pleno para acudir a un acto del ministerio. Esa soledad de Díaz la jornada en la que se aprobaba una de las normas más importantes de la legislatura fue la misma que debió sentir Unidas Podemos al enfrentarse a la campaña en Castilla y León, de la que la vicepresidenta se desvinculó casi por completo, con una única participación a tres días de los comicios. Tras los malos resultados, llamó a una “reflexión profunda” y algunas voces en Podemos, incluyendo al propio Iglesias, deslizaron la idea de que no sería “suficiente” solo con un liderazgo fuerte como el de Díaz.

Por aquellos días se escenificó otra discrepancia en UP, al mostrarse la política gallega partidaria de un “cordón democrático” a Vox en Castilla y León que el partido había rechazado de plano. La guerra de Ucrania representa el último capítulo en la serie de desencuentros públicos. Tanto Díaz, como Podemos han minimizado las diferencias, pero ni la formación ni el entorno de la vicepresidenta confirman que las ministras hayan hablado desde el miércoles, así como tampoco llegaron al pleno con una postura común. “A ver si se entera Belarra (que no ha sido comunista en su vida, pero parece más comunista que los ministros comunistas) de que lo de Ucrania no tiene nada que ver con el control de los recursos gasísticos que se disputan Rusia y los EE UU”, ironizaba Iglesias muy duro con Díaz —con quien ya no habla— y Garzón este jueves en la revista Ctxt.

Con todo, Podemos tenía pensado abordar la crisis en Ucrania en una reunión del Consejo Ciudadano Estatal, su máximo órgano de dirección, el próximo viernes. El miércoles, cuando el presidente finalizó su intervención, ese debate no estaba zanjado y la bancada de UP se dividió. Algunos se levantaron a aplaudir, como la propia Díaz, Garzón y los parlamentarios Jaume Asens, Antón Gómez Reino, Txema Guijarro o Juan Antonio Delgado; mientras Belarra y Montero lo hacían sentados y el líder del PCE, Enrique Santiago, permanecía inmóvil.

Podemos ha alejado el fantasma de la ruptura de Gobierno, pero queda por ver si la crisis de esta semana supone un punto de inflexión en las relaciones dentro del espacio. Con el paso de los meses, el crecimiento de Díaz, que se sitúa como la líder política mejor valorada, corre el riesgo de tocar techo. El partido de Belarra es consciente de que ella es hoy su mejor baza para frenar el declive electoral de los últimos años, y la vicepresidenta necesita a las formaciones para sostener un futuro proyecto. Pero para eso deberá decidirse a dar el paso, y la ministra de Trabajo ya lo advirtió hace meses. “Sí hay ruido, es probable que me vaya”.

Un debate difícil en la izquierda

Unidas Podemos ha afrontado dividida el giro del presidente Sánchez sobre el envío de armas a Ucrania. Estas son las posturas defendidas por cada una de las formaciones que componen el espacio:

Podemos. El partido rechaza la entrega de armamento de manera bilateral, que considera “ineficaz” para alterar la correlación de fuerzas, apuesta por la diplomacia, el diálogo y la desescalada del conflicto en sintonía con la resolución de Naciones Unidas.

Izquierda Unida. A pesar de que el ministro Garzón se ha alineado con Díaz en el apoyo a Sánchez, la portavoz de la dirección federal, Sira Rego, señaló el jueves que “el envío de armas no es parte de la solución, sino del problema". “En Izquierda Unida siempre hemos estado en contra de la guerra y apostamos por la desescalada, las vías diplomáticas y la paz. Más aún ante un posible conflicto nuclear”, añadía. IU apoyó la semana pasada una marcha contra la OTAN, y en un comunicado emitido apenas unas horas después del ataque ruso pedía su “disolución”, además de cuestionar los efectos de las sanciones económicas. En el mismo sentido se expresó el viernes el secretario general del PCE, Enrique Santiago, para quien enviar armas “no sirve para nada y puede dificultar una salida diplomática urgente”.

En Comú Podem. Su portavoz en el Congreso, Jaume Asens, aclara que la posición del grupo no es “categórica”, sino “un sí con muchas dudas” en un asunto sobre el que hay debate interno. La formación ha señalado estos días que es “legítimo” que Ucrania se defienda y que la comunidad internacional acuda en su ayuda, aunque reconoce la polémica respecto a la utilidad o no de enviar armas. La formación no rechaza las sanciones económicas, aunque sí la censura a los medios de comunicación, al igual que Podemos.

Alianza Verde. El partido ecologista opina que el envío de armas a Ucrania “no es eficaz” para la resolución del problema. Como verdes, creen urgente instar a la prohibición internacional de cualquier tipo de armamento y señalan que romper con la dependencia del gas y del uranio ruso debe ser un objetivo prioritario “entre otras cosas para dejar de financiar el régimen de Putin”, informan fuentes de la dirección. Piden "acelerar y profundizar” la transición energética hacia un modelo basado al 100% en las energías renovables. 

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Sobre la firma

Paula Chouza
Periodista de Política en EL PAÍS. Participó en el lanzamiento de EL PAÍS América en México. Trabajó en el Ayuntamiento de A Coruña y fue becaria del Congreso de los Diputados, CRTVG o Cadena SER. Es licenciada en Periodismo por la Universidad de Santiago de Compostela, Máster en Marketing Político y Máster de Periodismo de EL PAÍS.

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