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El Gobierno del vértigo

Sánchez abre nuevos frentes sin cesar: Cataluña, la Corona y una crisis en el Ejecutivo. Las elecciones catalanas, motivo de gran preocupación en Unidas Podemos

Pedro Sanchez, en su última comparecencia de 2020, el 29 de diciembre en La Moncloa.
Pedro Sanchez, en su última comparecencia de 2020, el 29 de diciembre en La Moncloa.Olmo Calvo (EL PAÍS)
Xosé Hermida

En las conversaciones de pasillo y en los dictámenes de los analistas políticos la conclusión era unánime el pasado 4 de diciembre, después de que el Gobierno lograse reunir una mayoría de 13 partidos para aprobar sus primeros Presupuestos: la teóricamente precaria coalición se había asegurado una larga vida. Un mes más tarde, los mismos protagonistas de las conversaciones de pasillo y de los análisis políticos vuelven a ser unánimes: la coalición está en serio peligro de resquebrajarse.

Puede que alguien se extrañe, pero así es este Gobierno, del que se podrán decir muchas cosas menos que no refleje el espíritu de su tiempo, este mundo en que todo se ha vuelto vertiginoso y efímero. Por eso, el mismo Ejecutivo que tomaba rumbo firme hace un mes puede estar hoy achicando vías de agua. Y el mismo presidente que hace poco más de un año prometía traer de vuelta a Carles Puigdemont puede mostrarse ahora dispuesto a indultar a los independentistas condenados.

Es como si Pedro Sánchez hubiese emprendido una carrera frenética el día que lo expulsaron de Ferraz y desde entonces ya no hubiese parado nunca. Y ahí sigue, a toda prisa, quemando etapas sin descanso. En 2019 se la jugó enfrentándose a dos elecciones. En 2020 formó el Gobierno más frágil en cuatro décadas y le sobrevino el mayor desastre en un siglo. Ni todo eso consigue fatigar a Sánchez, que acabó el año abriendo nuevos frentes: cambios legislativos sobre la Corona, los posibles indultos, una remodelación en el Gabinete, una apuesta fuerte para las elecciones catalanas.

En medio de este carrusel, la nueva conclusión unánime de las conversaciones de pasillo y de los analistas políticos se puede volver vieja en cualquier momento. En el discurso presidencial de balance del año, el pasado martes, Sánchez recuperó la línea de los días en que se aprobó el Presupuesto para mandar un mensaje tranquilizador. “Este es un Gobierno de coalición que tiene ánimo de perdurar en el tiempo”, aseguró. “Y digo Gobierno de coalición con todas las letras”.

Las primeras semanas de 2021 depararán un rosario de ocasiones para ver si el Ejecutivo logra superar la tensión interna que presidió los últimos días del año. La de mayor alcance es la elaboración del documento que el Gobierno debe enviar a Bruselas esbozando un plan de reformas. Ahí hay dos cuestiones nucleares: la modificación del marco laboral creado por los Ejecutivos del PP, una decisión que no despertaría aplausos precisamente en Bruselas, y la reforma de las pensiones para alargar el periodo de cotización, lo que, en la práctica, supondría rebajar su cuantía media. Para Unidas Podemos resultaría muy difícil de digerir una capitulación sobre estos dos asuntos, porque afectan al corazón de su estrategia política. Abandonado el sueño del sorpasso a los socialistas, la fuerza de Pablo Iglesias cada vez se acerca más a la de la vieja IU, aunque con una vocación que esta nunca quiso o no pudo ejercer: gobernar con el PSOE para arrastrarlo a posiciones más a la izquierda. Renunciar a esas dos banderas tan incrustadas en el patrimonio izquierdista situaría a Unidas Podemos ante la incómoda cuestión de plantearse la utilidad de su presencia en el Ejecutivo.

Ese mismo interrogante se puede suscitar tras las elecciones catalanas del 14 de febrero, motivo de gran preocupación en Unidas Podemos. Las dos llamadas a las urnas posteriores a la formación del Gobierno, las de Galicia y el País Vasco, el pasado julio, acabaron con un gran fiasco para los de Iglesias. Tras esos dos fracasos, se intensificaron sus gestos para marcar perfil propio dentro del Gobierno, aun a costa de provocar sacudidas internas. Todo el mundo da por hecho que esas maniobras del socio minoritario persistirán hasta que se abran las urnas en Cataluña. Allí, En Comú Podem se enfrenta al mismo peligro que ya se llevó por delante a sus compañeros gallegos y vascos. Ambos sufrieron una copiosa fuga de votos hacia la izquierda nacionalista, BNG y EH Bildu en ese caso. Y en Cataluña hay una amenaza similar: ERC.

Para complicar el panorama, ha irrumpido la candidatura de Salvador Illa. Con el ministro de Sanidad, el PSC cree que ya no es una quimera pelear por el primer puesto. La última encuesta del CEO, el CIS catalán, lo sitúa muy cerca de Junts y cuatro puntos y medio por debajo de ERC. Los socialistas hasta se podrían encontrar con un gran éxito electoral, acompañado de un efecto secundario potencialmente desestabilizador para el Gobierno: el debilitamiento de su socio minoritario.

En este asunto, Sánchez sí que ha abandonado las prisas. La Moncloa insinúa que el relevo de Illa en Sanidad se va a demorar. La situación es bastante extraña, porque hay ya una sustituta dispuesta, Carolina Darias, y otro más, Miquel Iceta, para reemplazar a esta en Política Territorial. Por eso algunos ministros creen que Sánchez no podrá esperar mucho más. Aunque, con este presidente y este Gobierno, mejor guárdense las apuestas.

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Sobre la firma

Xosé Hermida
Es corresponsal parlamentario de EL PAÍS. Anteriormente ejerció como redactor jefe de España y delegado en Brasil y Galicia. Ha pasado también por las secciones de Deportes, Reportajes y El País Semanal. Sus primeros trabajos fueron en el diario El Correo Gallego y en la emisora Radio Galega.

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