Nuevos ‘ozempics’ y mejores
La revolución de los medicamentos contra la obesidad no ha hecho más que comenzar: ya se investigan nuevas moléculas y está a punto de salir un tratamiento oral


La revolución de los innovadores fármacos contra la obesidad no ha hecho más que comenzar. Tratamientos como la semaglutida y la tirzepatida —más conocidos por sus marcas comerciales, Ozempic y Mounjaro— imitan el efecto de las hormonas que de forma natural generan la sensación de saciedad y ayudan a perder entre el 15% y el 25% del peso del paciente; pero estos medicamentos, que han sacudido el abordaje de la obesidad, solo son el punto de partida. Vendrán nuevos ozempics, mejores y, probablemente, más baratos.
Cuenta Andreea Ciudin, jefa de la Unidad de Tratamiento Integral de la Obesidad del Hospital Vall d’Hebron de Barcelona, que el apetito y el metabolismo se regulan en el cerebro a partir de las señales que mandan un puñado de hormonas, que avisan de cuándo se ha comido y cuándo hay que parar de hacerlo. En la obesidad, sucede que fallan uno o varios de estos mecanismos de regulación, explica. Y lo que hace el Ozempic es imitar el efecto de una de esas moléculas (GLP-1) y la tirzepatida, de dos (GLP-1 y GIP). “Pero ya se están testando análogos de otras hormonas y nuevas combinaciones”, avanza Ciudin.
El primer fármaco que se aprobará el año que viene es el Orforglipron, un análogo de GLP-1 que será de administración oral (el Ozempic y el Mounjaro son inyectables). Ciudin destaca, además, que están en estudio más formulaciones con otras moléculas, como la amilina o el glucagón, entre otros. Y también se investigan distintas opciones de administración: medicamentos orales, inyectables, diarios, semanales, mensuales… Las expectativas son enormes: “Se investiga, por ejemplo, un triple agonista de GLP-1, GIP y glucagón, que tiene una altísima potencia, se pierde hasta el 35% del peso corporal”, apunta la endocrinóloga.
Hay muchos fármacos en estudio y ninguno sobra. “No todo el mundo tiene alterados los mismos mecanismos. Está bien que tengamos muchos fármacos porque podremos personalizar el tratamiento”, conviene esta médica, que es también miembro de la junta directiva de la Sociedad Española para el Estudio de la Obesidad.
Ahora bien, para alcanzar esa medicina de precisión que ansía Ciudin, uno de los retos pendientes —“el santo grial”, dice— es poder llegar a identificar, en la práctica clínica ordinaria, qué hormonas están alteradas en cada persona con obesidad. “Se puede mirar en la sangre, pero no se puede implementar todavía en la práctica clínica porque es un proceso muy complicado. Pero en tres o cinco años, tendremos tantos fármacos en el mercado, que tendremos que fenotipar de alguna manera” a los pacientes para dar a cada uno el tratamiento más adecuado, augura la endocrinóloga.
Otro de los desafíos que plantean los innovadores fármacos antiobesidad es su control en la calle. Esto es, que no se desmadre su consumo a placer sin supervisión médica. Ya ocurre, de hecho, con el Ozempic y compañía: a su alrededor ha florecido un mercado negro de venta desbocada que mantiene en alerta a las autoridades sanitarias y científicas por su potencial repercusión en la salud. Ciudin teme que la aparición de las nuevas generaciones de ozempics dispare el consumo descontrolado: “Estamos muy contentos porque están llegando los fármacos que siempre habíamos deseado. Pero es el miedo es que cada vez son más potentes y, si no se pauta bien la escalada de dosis, puede ser peligroso para la salud. Hay riesgo, por ejemplo, de malnutrición. Se tiene que regular muy bien la prescripción de estos fármacos”, alerta.
Por ahora, el precio todavía es una barrera de acceso importante. Pero la previsión también es que estos tratamientos se vayan abaratando. Tanto por la entrada de nuevas formulaciones que amplíen la competencia, como por el fin de la patente de Ozempic en países como China (expira a principios de 2026), lo que permitirá versiones genéricas más económicas.

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