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La alquimia suiza de Hublot: así se crean algunos de los relojes más deseados del mundo

La manufactura de la marca en Nyon es como un laboratorio. Se hacen experimentos, se cuecen mezclas y se espera

Hublot es una casa singular. No tiene la antigüedad ni el legado ancestral de otras relojeras suizas —fue fundada en 1980 por el empresario italiano Carlo Crocco—, pero le sobra frescura, audacia y conocimientos para inventar materiales, crear alianzas desprejuiciadas como la del oro y el caucho, o conseguir un tono rojo inédito para pigmentar una cerámica. Son tantas las innovaciones que las han ido patentando metódicamente desde 1986, fecha en que registraron la primera, atrevida y sin prejuicios, mezclando materiales preciosos con otros considerados modestos, o incluso vulgares.

“Aquí todo consiste en fusionar materiales para conseguir algo nuevo”, explica uno de los ingenieros en la manufactura de Nyon, ciudad suiza ubicada entre Ginebra y Lausana donde trabajan 450 personas. Más de 100 son relojeros, el resto son ingenieros —muchos graduados en la Escuela Politécnica de Lausana—, micromecánicos y expertos en materiales y en robótica. Trabajan en el equipo de Mathias Buttet, director de investigación y desarrollo de Hublot. Un hombre del Renacimiento que dice que lo suyo siempre ha sido ir en sentido contrario.

La cerámica de alta tecnología desarrollada en esta manufactura da forma a las cajas y biseles. Es un material duro y resistente a los arañazos, pero a la vez ligero y moderno. Se compone de circonio cocido a altas temperaturas, es inoxidable y casi inalterable al paso del tiempo. A partir de ese material se han desarrollado procedimientos únicos para obtener cerámicos brillantes en colores como el rojo escarlata y el azul real, emblemáticos de Hublot y que apenas se veían en la relojería.

Lo primero que nos enseñan en la División de Innovación y Desarrollo son unos polvos blancos en unos botes de plástico muy bien tapados. Es carburo de boro, nos dicen, y gracias a su dureza sirve de cimiento a todas las fusiones. En otra caja hay cientos de muestras de los materiales más diversos: zafiro, plástico, oro, madera. Todo es susceptible de mezclarse y cualquier cosa puede pasar. A veces, como con la cerámica roja que se creó para la colaboración con Ferrari, se tardan años, en este caso cuatro, en conseguir el tono deseado.

“Nos equivocamos miles de veces, se trata de hacer química con materiales que son sensibles a 30 parámetros diferentes, entre ellos la humedad y la temperatura”, explica Buttet. Cuenta que al principio empezó a fusionar elementos por razones prácticas. “Cuando los mecanismos relojeros llegan a su nivel máximo, ya no se puede seguir innovando porque un movimiento solo tolera un máximo de componentes y ya no hay sitio para añadir nuevas complicaciones sin hacer el reloj grueso y pesado. La única solución es crear otros materiales que permitan la misma competencia técnica, pero en una pieza más compacta”. Su primera innovación fue en 2007: usó fibras de carbono para la repetición de minutos tourbillon. Este material dotaba al reloj con un nuevo sonido y empezó a ser muy apreciado entre los coleccionistas.

En 2011 Hublot presentó un material exclusivo al que llamaron Magic Gold, una aleación de oro de 18 quilates resistente a los arañazos que la casa desarrolló junto al Instituto Federal Suizo de Tecnología de Lausana. En una fundición instalada en esta misma fábrica se fusionó carburo de boro con oro de 24 quilates hasta conseguir el oro más duro del mundo.

En los amplios talleres se trabaja con luz natural y ventanales al campo suizo. Cada relojero hace como máximo 25 piezas en un día. Trabajan en sillas graduadas a medida y en una posición que los expertos en ergonomía llaman postura del codo, con los brazos abiertos reposando a la misma altura sobre una superficie blanda. De ese modo se evita la tensión en los hombros. Nunca se cambian de sitio.

Este año celebran los 20 años de su reloj más icónico, el Big Bang original, un superventas desde su llegada al mercado en 2005. Es un reloj que resume los valores de Hublot, en términos de diseño y materiales, pues es una simbiosis perfecta entre funcionalidad, arquitectura y diseño con un rango único de movimientos creados y manufacturados en la casa.

Lang Lang, Haruki Murakami, Mbappé, Djokovic…, la lista de los embajadores de Hublot es tan versátil e impredecible como sus propias mezclas de materiales y colores. Explicaba en una conferencia Jean-Claude Biver, ex CEO de Hublot y uno de los líderes de la industria relojera, que ya nadie se compraba un reloj para mirar la hora: “Hay muchísimas maneras de hacer eso sin pagar. Ahora los relojes sirven para otra cosa. Son una herramienta para expresar riqueza, buen gusto y elegancia”.

Buttet, en cambio, no usa relojes. Dice que como llega tarde a todas partes prefiere no controlar el tiempo. Su creación más fascinante se llama “la llave del tiempo”, un reloj que permite convertir una hora en 15 minutos, y viceversa. “Con un botón puedes acelerar o ralentizar el tiempo cuatro veces”, explica. Lo hizo para él y pensaron en la casa que como mucho se venderían unas 20 piezas en todo el mundo. Se vendieron 200 a unos 350.000 euros. A mucha gente le gustó la idea de una memoria mecánica, un reloj filosófico que marcara al fin el tiempo como lo que es, una categoría relativa.

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Sobre la firma

Karelia Vázquez
Escribe desde 2002 en El País Semanal, el suplemento Ideas y la secciones de Tecnología y Salud. Ganadora de una beca internacional J.S. Knigt de la Universidad de Stanford para investigar los nexos entre tecnología y filosofía y los cambios sociales que genera internet. Autora del ensayo 'Aquí sí hay brotes verdes: Españoles en Palo Alto'.
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