El gran cuñado
Tener a Trump en la Casa Blanca puede ser un desastre, pero también una oportunidad, sobre todo para los europeos


Segun Fundéu —el buscador de dudas de la RAE—, el término “cuñadismo” se usa en España “para referirse a la tendencia a opinar sobre cualquier asunto, queriendo ser más listo que los demás”, y el “cuñado” es “quien aparenta saber de todo, habla sin saber, pero imponiendo su opinión, o se esfuerza por mostrar a los demás lo bien que hace las cosas”. Sí: quien más, quien menos lleva un pequeño cuñado dentro, que reprime como puede (o no); pero ¿acaso no son esas palabras un retrato robot exactísimo de un tipo a quien todos conocemos muy bien, porque lo vemos a diario?
Exacto: Donald Trump. Trump es —salta a la vista— el cuñado por antonomasia, la quintaesencia del cuñado, el cuñado elevado a la enésima potencia: un hijo consentido de multimillonario, irresponsable, inmoral, machista y narcisista, que saltó a la fama gracias a un programa de televisión escalofriante y que no es que no haya leído un libro en su vida: es que, como cuenta Michael Wolff, algunos de sus asesores más estrechos lo consideran casi iletrado, es incapaz de leer informes de una página y, según Gary Cohn, que fue su asesor económico, “se levanta a mitad de reuniones con líderes mundiales porque se aburre”. Rex Tillerson, ex secretario de Estado de Trump, dijo de él: “Su comprensión de los acontecimientos globales y de la historia de Estados Unidos era realmente limitada”. ¿Solo de eso? Antes de su segunda presidencia, Trump aseguró que terminaría con la guerra de Ucrania en 24 horas, o incluso “antes de tomar posesión del cargo”, pero dentro de poco llevará un año en el poder y la guerra ruge con más fiereza que nunca, Putin está más fuerte y feliz que nunca y, gracias a su encuentro de agosto con Trump en Alaska, ha dejado de ser un paria internacional sin haber cedido un milímetro en sus pretensiones imperiales, ni sobre Ucrania ni sobre los países del este de Europa. Obsesionado con el Nobel de la Paz (que no sería extraño que obtuviera, dado que Henry Kissinger también fue agraciado con él), Trump sostiene que ha acabado con seis guerras, cuando la verdad es que, como explica Sophian Aubin, solo ha puesto fin a una: la que enfrentaba a Armenia con Azerbaiyán. Trump aseguró que la economía estadounidense se arreglaba imponiendo aranceles, y los ha impuesto, pero con ellos no ha conseguido más que perjudicar a la economía estadounidense y sembrar el caos y la inestabilidad en el mundo, estropicio que aprovecha China para presentarse como una alternativa de estabilidad y fortalecerse acumulando amigos mientras Estados Unidos se debilita acumulando enemigos: MAGA (Make America Great Again) se está convirtiendo en MALA (Make America Little Again). Esto son hechos, pero Trump sigue cautivando al mundo. El poder es extraordinario. José María Aznar no era el más listo de su clase, pero una vez dijo una cosa inteligente; quizá es de Sun Tzu o de algún otro chino del siglo VI antes de Cristo, pero es muy inteligente. Debía de ser 1994 o 1995, Felipe González se eternizaba en el Gobierno y se decía que Aznar no tenía carisma suficiente para sustituirlo. Fue entonces cuando lo dijo: “A mí dadme una mayoría absoluta y veréis el carisma que me sale”. Así fue: apenas logró la mayoría absoluta, empezó a codearse con Bush, se largó a Irak y aquí sigue, con su empaque y su salero de siempre, convertido en el oráculo de la derecha nacional. Por supuesto, lo de Trump es mejor: la Casa Blanca no es La Moncloa; quizá a lo que más se parece es a Bienvenido Mr. Chance, aquella fábula setentera filmada por Hal Ashby en la que un jardinero analfabeto e incapacitado para la realidad acaba fascinando a los norteamericanos, convencidos de que se trata de un gran estadista. Claro que Mr. Chance era un hombre dulce, educado e inofensivo, mientras que Trump es lo que es.
Pero no dramaticemos. Lo dije aquí hace un tiempo: no hay bien que por Trump no venga. Tener al gran cuñado en la Casa Blanca puede ser un desastre, pero también una oportunidad, sobre todo para los europeos; claro que para aprovecharla deberíamos unirnos de veras, plantar cara al cuñado, emanciparnos de él y hacer lo que está haciendo China. O eso, o el drama.
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