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Eulogio Sánchez crea un espacio para el arte y los amigos en Santander

El coleccionista español ha aunado en un mismo espacio el trabajo, el ocio y la creación contemporánea. Un proyecto con el que soñaba de niño y que ha hecho realidad en su ciudad natal

Varias obras en la sede de la Colección Eulogio Sánchez en Santander: escultura de cristal soplado de Francisco Tropa, pintura de Antonio Mesones, fragmento de una escultura de Susana Solano y dos pinturas de Antonio Ballester Moreno. Al fondo, Usdre nesod, obras sobre papel del artista Zush.
Varias obras en la sede de la Colección Eulogio Sánchez en Santander: escultura de cristal soplado de Francisco Tropa, pintura de Antonio Mesones, fragmento de una escultura de Susana Solano y dos pinturas de Antonio Ballester Moreno. Al fondo, Usdre nesod, obras sobre papel del artista Zush. Alex iturralde
Ianko López

Eulogio Sánchez (Santander, 70 años) fue, según cuenta, un niño raro. “Mi hermana dice que, de pequeño, quería tener una casa llena de cuadros igual que otros niños querían coches”, recuerda. En el colegio, un profesor de Historia del Arte le dio a conocer las vanguardias y el arte moderno: “Cuando nos enseñó a Miró, en clase le dijimos: esto lo puedo hacer yo. Él nos hizo copiarlo en un papel, y nos dimos cuenta de lo complicado que es”. Así empezó todo.

Ya adulto, después de haber estudiado Ciencias Matemáticas y de haber trabajado como profesor de instituto, Sánchez se puso a adquirir arte con el fin de decorar su casa. “Al principio eliges las obras en función del color de las cortinas o para que te quepan sobre el sofá”, admite. “Pero luego fui entrando en un vicio, y en cierto momento tuve que levantar una pared solo para colgar una pieza. De ahí pasé a comprar otras que sabía que nunca podría tener en mi casa”. Con una colección de más de 200 obras, muchas de ellas repartidas entre almacenes y galerías, se planteó hacerse con un espacio para albergarlas. Tras dos años de búsqueda, encontró algo más amplio de lo previsto, una antigua escuela de artes escénicas de 575 metros cuadrados en el centro de Santander. Y esa fue su apuesta para la sede de la Colección Eulogio Sánchez.

Eulogio Sánchez, ante el cuadro Théière (1989), de Miguel Ángel Campano. El sofá es el modelo Costura, de Stua.
Eulogio Sánchez, ante el cuadro Théière (1989), de Miguel Ángel Campano. El sofá es el modelo Costura, de Stua. Alex iturralde

Para acometer el proyecto de reforma recurrió a Andrea y Galo Carbajo, socios fundadores del estudio de arquitectura Carbajo Hermanos, a los que conocía de toda la vida por su amistad con el padre de ambos. “Eulogio me ha paseado en cochecito de bebé por El Sardinero”, incide Andrea. Él les explicó sus necesidades. Quería un híbrido de centro de arte y lugar de trabajo, y también de ocio. “Donde de pronto pudiera decir a unos amigos: vamos, nos abrimos un vino y sacamos unos quesos y unas anchoas y seguimos hablando”, lo define él.

El resultado, inaugurado el pasado verano, aúna todas esas funciones sin confinarlas en espacios estancos. “No separamos espacios privados y expositivos, por eso hay ventanas al interior en las salas donde están las obras”, explican Andrea y Galo. Lo contrario que hicieron en otro de sus proyectos recientes, el local de la galería madrileña Maisterravalbuena, frente al Museo Reina Sofía. Allí, siguiendo las necesidades de los galeristas Pedro Maisterra y Belén Valbuena, el área dedicada a la exposición quedaba separada del sector más privado, casi doméstico. Una frontera marcada por detalles sutiles, como la presencia de rodapiés solo en la zona privada. “Con el espacio de Eulogio hemos dado un paso más al romper esa barrera”, concluyen.

'Sin título' (2018), escultura de Jacobo Castellano que superpone un proyector de cine en una pieza de madera de olivo, recibe a los visitantes en la entrada del espacio.
'Sin título' (2018), escultura de Jacobo Castellano que superpone un proyector de cine en una pieza de madera de olivo, recibe a los visitantes en la entrada del espacio.Alex iturralde

Ambos proyectos están unidos por el factor común de la generosidad: “Hay que ser generosos con las obras de arte, como hay que ser generosos con los habitantes en el diseño de una casa”. De esto, es una declaración de principios la entrada, que acoge una gran escultura de Jacobo Castellano: un proyector de cine montado sobre una raíz de olivo de resonancias autobiográficas (la familia del artista tuvo una sala de cine en su Jaén natal) con la que también puede identificarse un público muy amplio. Es el caso del cineasta Manuel Gutiérrez Aragón, primo de Eulogio Sánchez y asiduo visitante. “Es, de todas mis obras, la que de verdad le entusiasma”, revela el coleccionista. A continuación, van saliendo al paso las demás, colocadas por la galerista Belén Valbuena, a veces propiciando encuentros inesperados: una escultura de Asunción Molinos Gordo convive con un retrato de Alex Katz, y un oscuro cuadro de Miriam Cahn conduce hasta la naturaleza muy colorida de Antonio Ballester Moreno, mientras cerca de la cocina, que hace las veces de un txoko vasco, destacan los collages fotográficos de Miguel Ángel Tornero. Eulogio suele adquirir sobre todo obra de artistas vivos por la importancia que para él tiene la relación personal con ellos.

También los colores comunican. Junto al blanco y al tono caramelo de la madera de abedul, destacan el azul celeste y el rosa, asociados a la infancia, que fueron elegidos de común acuerdo entre propietario y arquitectos. “Siempre utilizamos los colores en función de la personalidad del cliente, y en este caso es alguien muy sensible y reservado, pero con algo de niño”, explican los hermanos Carbajo. “Lo mismo sucede con el mobiliario, donde hemos buscado una sobriedad que se corresponde con él”. Han combinado los muebles de diseño propio con otros de Josep Mora (“la silla Egoa, un clásico de los noventa”) y Jon Gasca para la firma de este último, Stua.

Todas estas decisiones hacen confluir conceptos a priori opuestos, como el trabajo y el ocio, el arte y la vida cotidiana, la sobriedad y el hedonismo. Una combinación que retrata al propietario, pero que también se corresponde con los principios de los arquitectos. Haber residido en Japón hace más de una década les aportó, dicen, “una idea de respeto y de humildad propia de esa cultura” que después han aplicado a proyectos tan diversos como heladerías, locales de café de especialidad o diseños expositivos en museos como el Reina Sofía. “La construcción es una extensión de la creatividad. Nunca planteamos ideas locas que luego no sepamos resolver”, dicen.

Andrea y Galo Carbajo, socios del estudio de arquitectura Carbajo Hermanos y autores del proyecto de reforma, ante una obra del dúo artístico Patricia Gómez y María Jesús González.
Andrea y Galo Carbajo, socios del estudio de arquitectura Carbajo Hermanos y autores del proyecto de reforma, ante una obra del dúo artístico Patricia Gómez y María Jesús González.

Ese fue un factor clave para que Eulogio Sánchez los eligiera. “Me horrorizan los edificios exagerados donde la arquitectura toma mucho protagonismo”, asegura. Su mesa de trabajo ocupa la estancia más luminosa, frente a un enorme ventanal. Actualmente, Sánchez, que vive entre Madrid y Santander, administra su patrimonio tras la venta del negocio familiar, la empresa de supermercados Uvesco (de la que formaban parte BM y Super Amara), a un fondo francés. Considera que el arte le ha aportado mucho en el ámbito personal, pero también en el profesional: “Te hace mejor persona y te da una mente más abierta, te enseña a tener curiosidad y a no despreciar lo que no entiendes. Porque no hay nada preestablecido ni verdades absolutas en el arte contemporáneo”. De eso da cuenta este nuevo rincón de Santander, el refugio de un niño raro. 

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Sobre la firma

Ianko López
Es gestor, redactor y crítico especializado en cultura y artes visuales, y también ha trabajado en el ámbito de la consultoría. Colabora habitualmente en diversos medios de comunicación escribiendo sobre arte, diseño, arquitectura y cultura.
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