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Reportaje:

Un artista revelación

El pintor Antonio Ballester regresa a la capital tras triunfar en el extranjero

Patricia Ortega Dolz

Es uno más de los que han tenido que marcharse. Pero, a sus 31 años, Antonio Ballester Moreno (Madrid, 1977) no es un exiliado político, ni mucho menos. Él se fue porque este país, España; esta ciudad, Madrid; esta universidad, la facultad de Bellas Artes de la Complutense, no le dejaban crecer y realizar su sueño. Huyó, sí. Y, en cierto modo, salvó su vida.

"Estudié cuatro años en la Complu, sacando buenas notas, pero sin obtener lo que quería", dice, como mascando los pensamientos, uno a uno. "No había buenos profesores, con alguna excepción... Pero una universidad debe ser un puente entre la vida de estudiante y la profesional y, en Bellas Artes en Madrid ningún profesor funciona a la vez dentro del mundo del arte".

"Es imposible crear una corriente cultural en esta ciudad"

Ahora a Ballester se le asocia con el movimiento iniciado a principios de los noventa en Estados Unidos denominado Beautiful Losers, influenciados por la subcultura juvenil del skate, el graffiti y la música independiente y cuyo estilo artístico era un reflejo de su propio estilo de vida.

Después de vender casi todo lo que ha pintado en ferias de Los Ángeles, en Berlín o en Arco; después de haber expuesto en esas mismas ciudades y en el Museo de Arte Contemporáneo de Castilla y León (MUSAC), o en Bilbao o en Santiago de Compostela, regresa a Madrid siendo casi un perfecto desconocido para el gran público. Y monta su primera exposición individual en su ciudad natal: fue un niño en Moratalaz y un joven con monopatín y bote de spray en Las Rozas. Sus últimos cuadros estarán a partir del 16 de abril en una pequeña galería de Lavapiés: Maisterravalbuena. Pero antes pasaron muchas cosas.

Ballester aterrizó en Berlín (Universität der Künste, Universidad de las Artes) con una beca Erasmus en 2000, tras terminar cuarto de carrera. Iba para un año pero se quedó dos, dejándose asignaturas pendientes para prorrogar la estancia.

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"Fue un cambio radical. De la apatía que se vivía en Madrid, pasé a un sitio donde se trabajaba a lo bestia, había una sana competencia entre alumnos alucinante. Tuve la oportunidad de estar con profesores que eran renombrados artistas: desde Georg Baselitz [su expresionismo figurativo contribuyó al renacimiento del arte representacional a finales del siglo XX], Rebecca Horn [cuya obra se caracteriza por los performances, filmes, instalaciones espaciales escultóricas, dibujos y fotografías sobrepintadas] o mi tutor, Lothar Baumgarten [un habitual de la Documenta, una de las exposiciones de arte contemporáneo más importantes del mundo, obsesionado con las falsas construcciones de la identidad]. Ese tipo de estímulos, creo que son imprescindibles", asegura.

De allí se trajo la disciplina y el trabajo. Regresó a Madrid, "por razones personales", e intentó trasladar aquí esa fuerza de trabajo y poner en marcha con otros compañeros, un proyecto cultural con la asociación Los 29 enchufes. "Fracasó. Te cansas de ir contracorriente, de entrevistarte con políticos sin que sirva de nada... es imposible crear una corriente cultural continua en esta ciudad, todo es demasiado puntual y efímero, no se trabaja para generar un caldo de cultivo; en Berlín, a la gente que le alquila locales vacíos a artistas les desgrava Hacienda".

Desesperado, Ballester había dejado de hacer instalaciones y vídeos, y se había entregado a la pintura ("requería menos infraestructura"). Ya tenía mucho trabajo hecho en un estudio de mala muerte compartido de Carabanchel, pero ningún lugar donde mostrarlo. Pidió una beca en el MUSAC y se la dieron. Allí le descubrió Agustín Pérez Rubio, actual director del museo y quien hizo conocer su trabajo a Javier S. Peres, director de Peres Projects, una prestigiosa galería de arte. Desde entonces el éxito no ha parado de llamar a su puerta. Sus cuadros, reivindicadores del arte más básico, del hacer artesano (desde el bordado y el macramé a la cerámica), quizá tengan algo de homenaje. Preguntado por el porqué de esas creaciones, responde: "Mi abuelo era un escultor murciano que nunca vendió nada".

Antonio Ballester Moreno. Galería Maisterravalbuena. Del 16 de abril al 23 de mayo. Doctor Fourquet, 1.

Antonio Ballester, en el estudio que comparte con otros dos artistas en la zona de Marqués de Vadillo.
Antonio Ballester, en el estudio que comparte con otros dos artistas en la zona de Marqués de Vadillo.CARLOS ROSILLO

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Sobre la firma

Patricia Ortega Dolz
Es reportera de EL PAÍS desde 2001, especializada en Interior (Seguridad, Sucesos y Terrorismo). Ha desarrollado su carrera en este diario en distintas secciones: Local, Nacional, Domingo, o Revista, cultivando principalmente el género del Reportaje, ahora también audiovisual. Ha vivido en Nueva York y Shanghai y es autora de "Madrid en 20 vinos".

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