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Alex Katz, el artista en su estudio

Diego Mir

EL NEOYORQUINO Alex Katz ha vivido y trabajado desde 1968 en el mismo loft, situado en la quinta planta de un edificio de West Broadway en Manhattan. Aunque sigue trabajando siete días a la semana, ya no puede acometer aquellas largas jornadas de juventud, lamenta: ha cumplido los 89 años. Ahora pinta a intervalos breves e intensos. Y quizá debería haber empezado antes. “Estoy pintando mejor que nunca”, suele repetir. El artista, que en los cincuenta decidió responder a las obras “de gran tamaño, agresivas y masculinas” de expresionistas abstractos como Jackson Pollock y Mark Rothko con retratos y paisajes “agradables”, insiste en que en los rostros –en su mayoría de “poetas y pintores pobres”, aunque reconoce que su particular estilo los envuelve de sofisticación– que habitan el diáfano espacio que comparte con Ada, de 88 años, su esposa y musa, no hay que buscar el mundo interior de los retratados. Él deja esa “sentimentalidad” para el resto de pintores figurativos. Tan solo aspira a capturar la energía de la vida. De la tristeza y la adversidad, que se ocupen otros.

Texto Virginia Collera

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