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El pádel deja atrás su pasado elitista

La fiebre por el deporte de la pala corta y las cuatro paredes se ha expandido por todo el mundo, con España a la cabeza en el ‘ranking’ de mejores jugadores

Pádel
Carmen Aradas, de 54 años, durante una de sus clases de pádel en su urbanización, en Madrid.James Rajotte
Julia Roiz

El golpe resuena con fuerza entre las cuatro paredes. Los muros verdes recogen el sonido. Una silueta amarilla recorre el cielo. Apenas pasa un segundo y el ruido vuelve. A la izquierda, Diana Mac Crohon se posiciona para recibir la pelota. Es traductora en una empresa de moda. A su lado, en la pista, se sitúa Rocío Hernández, que en apenas unas horas acudirá a su puesto de odontóloga en una clínica madrileña. Su clase de pádel ha comenzado.

Mac Crohon y Hernández no se conocían hasta hace un mes, cuando comenzaron a juntarse cada martes en una de las pistas del club Bnfit, en Madrid. El sol de una calurosa mañana de octubre cubre sus rostros. Bromean mientras la pelota vuela por encima de la red. Al otro lado, su profesor César González les indica cómo deben colocarse, acompañado de Adrián Villapalos, técnico sociodeportivo en prácticas. Más de 20 personas se han repartido entre los cuadrantes de las cinco canchas. Unos juegan un torneo, otros reciben clases. Hombres y mujeres, de mediana edad y jóvenes. Cada uno tiene un perfil distinto. Desde un profesional de la hostelería hasta una emprendedora.

De izquierda a derecha: Diana Mac Crohon, usuaria, Adrián Villapalos, técnico sociodeportivo, César González, profesor, y Rocío Hernández, usuaria, en el club Bnfit en Madrid a principios de octubre.
De izquierda a derecha: Diana Mac Crohon, usuaria, Adrián Villapalos, técnico sociodeportivo, César González, profesor, y Rocío Hernández, usuaria, en el club Bnfit en Madrid a principios de octubre.James Rajotte

El informe Global Padel Report 2023, que recoge el crecimiento del sector en el mundo, respalda el cambio social del deporte. “El pádel se ha democratizado porque es divertido y no requiere un gran espacio para jugar”, concluye por teléfono desde Barcelona Elena Martín, de Monitor Deloitte, la división de consultoría estratégica de esta multinacional. Las pistas miden 20 metros de largo y 10 de ancho. Son 200 metros cuadrados en total. Para Martín, que también practica el deporte, “eso hace que el espacio se comparta con la pareja”. Al contrario que el tenis, donde lo común es jugar de forma individual, el pádel es de parejas. Mixtas o del mismo género. Es la segunda edición del estudio hecho por Deloitte y Playtomic, la plataforma líder en reservas de pistas de pádel. El informe de este año muestra que España es el país europeo con más canchas construidas: 13.500.

La situación se repite por todo el país. Estudiantes universitarios, funcionarios, amas de casa, familias con niños… “Ya no hay que ser rico para jugar al pádel”, resume Ricardo de las Heras, Richi, en su etapa como jugador profesional. Él fue uno de los impulsores del deporte en España en los noventa. “Era muy elitista”, recuerda. El pádel llegó a un club privado de Marbella a mediados de los setenta de la mano del fundador del centro, el príncipe Alfonso de Hohenlohe, quien trajo el deporte a España tras visitar a su amigo mexicano Enrique Corcuera. Por entonces se jugaba en clubes privados, y solo lo hacían aquellos con un gran poder adquisitivo.

La curva del crecimiento del pádel no parece tener un final. De las Heras, que ahora es gestor de clubes, señala distintas etapas de desarrollo del juego en España. La primera, cuando el deporte se popularizó en los años noventa. “Salieron varias imágenes del presidente José María Aznar jugando”, recuerda. A pesar de que al expresidente se le asoció a un deporte elitista, comenta, eso hizo que el pádel pasara de ser una agrupación a ser federación en 1998 y así poder acceder a fondos públicos e internacionales. De las Heras comenzó su carrera. Una década después abandonó las pistas, tras convertirse en uno de los pioneros del deporte en España y dejando tras de sí una estela de premios que marcarían el camino del deporte en el país.

—¿Pudo vivir como profesional?

—No ganábamos un duro. En un torneo, mi única reclamación fue que nos pusieran sillas y botellines de agua fría.

Francisco Iznaola es coordinador del club Bnfit y coincide con De las Heras: “Hace 20 años era imposible dedicarte al pádel”. Tiene 63 años y ha empleado toda su vida al deporte. En los noventa, cuando era profesor de squash y tenis en la Estación de Chamartín, empezó a interesarse por el pádel. Recuerda las primeras palas, que las veía llegar desde su trabajo en trenes, camiones y autobuses de mercancías que provenían de Argentina —que ahora, junto con España, lidera el ranking de mejores jugadores del mundo—, y eran de madera. En 2001, dio un salto más en su carrera al sacarse la titulación de entrenador nacional de pádel. Pero el deporte aún estaba estancado: “No se podía vivir de ello”. Apenas 10 años después, en plena crisis económica —e inmobiliaria—, muchas naves se quedaron abandonadas y se reconvirtieron en pistas de pádel indoor, es decir, cubiertas.

“Fue un empujón. Nos formamos, creamos escuelas de pádel y la práctica profesional empezó a crecer”. Pero el mercado se mantuvo plano hasta la pandemia. “Con la covid-19 esto ha explotado”, comenta Richi de las Heras.

Carros de pelotas en el club Bnfit (Madrid).
Carros de pelotas en el club Bnfit (Madrid).James Rajotte

Iznaola coincide con el exprofesional en las claves del éxito del pádel en España. La primera, su facilidad. “Es como las palas de la playa. Cualquiera sabe jugar”, explica el coordinador. Otra de las ventajas, dicen ambos, es el poco espacio que ocupan las canchas: “Se montan dos pistas donde antes cabía una de tenis”. Eso hace que los jugadores no requieran tanta capacidad física como aquellos que practican el deporte rey de la raqueta. Con dureza, Iznaola tira una bola contra una de las paredes acristaladas. El juego dentro de la pista central se retoma. Vuelve el sonido. No cesa hasta que una de las parejas anota un tanto.

—¿Por qué suena tanto?

—Las pelotas tienen menos presión que las de tenis y son ligeramente más pequeñas.

El auge se ve en todo el mundo. Elena Martín señala dos situaciones diferentes extraídas del Global Padel Report. La primera, en países en los que el deporte ya está consolidado. España y Argentina, a la cabeza. La segunda, en aquellos sitios en los que el juego empieza a crecer. “El pádel empieza por un estrato social mucho más alto, con gente de negocios. Después se democratiza”, explica. Pone como ejemplo Arabia Saudí y Oriente Próximo, donde los jugadores están relacionados con las familias reales y el deporte apenas acaba de llegar. En España, en cada pista hay un perfil distinto. Parejas de un mismo género o mixtas dibujan una estela amarilla por encima de la red. En una de ellas, una familia con niños golpea la pelota. En la de al lado, varias mujeres de diferentes edades, desde veinteañeras hasta jubiladas, responden al peloteo de su profesor.

El pádel ha revolucionado también los planes de los más jóvenes. Las veinteañeras María Recuero, Ángela Alonso y Ana Campos se reúnen cada semana en la urbanización de Raquel Bescos en Las Rozas (Madrid) para su partido de pádel. Bescos cuenta que hace tres años la cancha situada entre los edificios estaba vacía: “Ahora es muy raro encontrar a alguien que no juegue al pádel”. La situación se repite en las pistas municipales de todo el país. En el Retiro, Vallecas o las instalaciones repartidas por cualquier ciudad o pueblo. Mikel Larrea tiene 23 años y es un estudiante de máster de Ingeniería Industrial que cada semana acude a las canchas de su ciudad, Santander. Empezó en 2010, pero desde hace cinco años es un recurrente en los centros municipales. “Se está poniendo muy de moda entre la gente de mi edad”, apunta.

Carlos Martín, funcionario madrileño de 45 años, participa en una prueba de nivel organizada conjuntamente por Playtomic y BMW en el club La Masó, al norte de Madrid. Se prepara para sacar. El movimiento es distinto al del tenis. No salta. Solo hace botar la pelota contra el suelo y la golpea con su pala por encima de la cadera. En la pista de al lado, Ana Martín saca bolas de un carro con ruedas azules. Una tras otra, hace que las pelotas lleguen a los cuatro jugadores que se sitúan tras la red. Es una de las profesoras del club. Lleva 20 años jugando. Burgalesa de 25 años, entró a una pista por primera vez a los cuatro. Ahora se dedica al pádel. No es profesional, pero sí puede vivir como profesora.

Un partido de pádel en el club La Masó, en Mirasierra (Madrid) a finales de septiembre.
Un partido de pádel en el club La Masó, en Mirasierra (Madrid) a finales de septiembre.James Rajotte

Responde mientras golpea con su pala. Al otro lado, un niño, una mujer joven y dos hombres de mediana edad responden a las pelotas de la profesora. Practica la volea, el revés, el saque y la bandeja. Los mismos movimientos que en el tenis. Sale de la pista y divide a los cuatro jugadores. Empieza el juego. En el caso del pádel amateur, lo normal es jugar dos sets, si el partido dura una hora. Si el tiempo se alarga —suele llegar a una hora y media, según los usuarios consultados por El País Semanal— se juegan tres.

En las urbanizaciones, las pistas de pádel empiezan a ser el lugar de reunión de los vecinos. Ana Ruiz, de 43 años, hace un pequeño descanso de su teletrabajo en una consultoría, junto con Carmen Aradas, de 54, desempleada. Ambas bajan de sus pisos a la una de la tarde para su clase semanal. Comenzaron hace tres años. “Aquí hay 108 viviendas y esto ha hecho que nos conozcamos”, cuenta Ruiz. Coinciden en que lo que más atrae del deporte es su facilidad y su capacidad de socializar. “No hay que correr tanto como en el tenis ni tener tanta fuerza psicológica porque tienes una pareja”, explica Aradas antes de entrar a la pista. Víctor González, profesor de Pádel Acción, empresa dedicada a impartir clases en urbanizaciones, les enseña a hacer un revés, uno de los movimientos básicos, ayudándose de la pared. Tras la pandemia pasó de tener menos de 100 alumnos a más de 300.

Vista aérea de la pista de pádel de la urbanización en la que Ana Ruiz y Carmen Aradas tienen sus clases de pádel en Madrid.
Vista aérea de la pista de pádel de la urbanización en la que Ana Ruiz y Carmen Aradas tienen sus clases de pádel en Madrid.James Rajotte

Los comercios se han unido a la fiebre por el pádel. La empresa alemana Tennis Point abrió su primer establecimiento en España en Cataluña con una subdivisión para el pádel a finales de 2020. “Fue porque aquí empezaba a despuntar más”, cuenta el encargado de su primera tienda en Madrid, que abrió un año después, junto al estadio del Santiago Bernabéu. Una pared llena de palas cubre casi la mitad del establecimiento del paseo de la Castellana. Diferentes colores, tamaños y precios ilustran la pared. Las pelotas, a un lado, son difíciles de diferenciar de las del tenis.

Entre 20 y 400 euros. Esa es la franja de lo que le puede costar a los usuarios jugar al pádel. Pero, por lo general, como han comentado varios jugadores amateurs, la pala para una principiante ronda los 100 euros, y la ropa deportiva puede ser cualquiera, al igual que las zapatillas. En total, entre la reserva de pistas y sus clases, jugadores de nivel intermedio como Carlos Martín, Diana Mac Crohon o Rocío Hernández gastan una media de 60 euros mensuales.

El tenis ha caído de su trono. El número de federados ha descendido frente al auge de licencias de pádel. En 2021, la distancia entre ambos ya era amplia —la Federación Española de Tenis contaba con poco más de 80.000 federados frente a los más de 96.000 del pádel—. Tras la pandemia, el número de federados aumentó en más de 20.000.

La expansión del deporte ha sido la causante de que cientos de profesores emigren a otros países. Javier Hernán, madrileño de 31 años, juega al pádel desde hace más de una década. Su etapa deportiva estuvo ligada al tenis, hasta que cambió de pista. Hace apenas un mes se mudó a Australia para dar clases de pádel.

—¿Por qué Australia?

—Es un país con gran tradición en el tenis en el que ahora hay una demanda de profesores de pádel.

Pablo Carro, cofundador de Playtomic, dice que el éxito del pádel en el ámbito mundial se debe a que, cuando las restricciones de distanciamiento de la pandemia permitieron la actividad deportiva, el pádel fue uno de los primeros deportes que se pudo practicar. La plataforma nació en 2017 como una start-up y ahora es una de las empresas más importantes internacionalmente. En una de las últimas pruebas de nivel organizadas por la aplicación, se apuntaron 130 personas en 30 minutos. Playtomic, que funciona en más de 40 países, tiene más de un millón de usuarios al mes. “Es una fiebre masiva en Europa”, señala Carro. El pádel generó cerca de 2.000 millones de euros en el mundo en 2022, según el Global Padel Report de este año. Solo en España, según Carro, que fue uno de los creadores de este informe, “se pudo generar entre el 25% y el 30% de esa cifra”. Para 2026, la estimación es que el pádel genere 6.000 millones de euros.

Ahora, al contrario que en la época de Richi de las Heras, los jugadores profesionales pueden vivir del deporte. Verónica Virseda, toledana de 31 años, dejó el tenis a los 18 y a los 19 ya entrenaba en los clubes de pádel de su ciudad. Dos años después, tras empezar a jugar en las pistas de Madrid, Virseda se profesionalizó. “Empecé tarde, pero este deporte te permite alargar tu carrera deportiva”, explica en las instalaciones de un centro deportivo madrileño. Vestida con una camiseta con varias empresas patrocinadoras y su nombre a la espalda, no duda a la hora de decir que una de las claves del auge del pádel profesional ha sido la mejora de las condiciones de los jugadores.

La jugadora profesional de pádel Verónica Virseda, durante un entrenamiento en octubre en Las Rozas (Madrid).
La jugadora profesional de pádel Verónica Virseda, durante un entrenamiento en octubre en Las Rozas (Madrid).James Rajotte

Un inicio distinto lo tuvo Alejandro Galán, madrileño de 27 años. Ale Galán, como es conocido en las pistas, empezó a jugar cuanto tuvo uso de razón. Sus padres se mudaron a una urbanización con una pista en el centro. “En ese momento casi pensábamos que era una pista de tenis mal hecha”, bromea. Acababan de empezar los años dos mil y el deporte seguía teniendo la imagen elitista que poco después se rompería.

Los jugadores aparecen en las redes sociales de los amateurs del deporte. Las pistas del World Padel Tour y Premier Padel han sido los escenarios de una fama en ascenso. Galán rememora sus últimos dos años en ambos torneos. Con una semana de diferencia, Madrid podía albergar un torneo de un circuito y del otro.

El jugador profesional Alejandro Galán, de 27 años, durante su entrenamiento en las pistas de Euroindoor Alcorcón, en Madrid.
El jugador profesional Alejandro Galán, de 27 años, durante su entrenamiento en las pistas de Euroindoor Alcorcón, en Madrid.James Rajotte

A finales de agosto y tras la insistencia de los jugadores profesionales, que habían sufrido lesiones por la falta de descanso y entrenamiento entre una competición y otra, World Padel Tour y Premier Padel decidieron unificar sus calendarios con vistas a la próxima temporada. “El pádel es el deporte del pueblo”, sentencia Nacho Palencia, del departamento de comunicación del World Padel Tour. A finales de septiembre, la fiebre por este deporte hizo que pasasen más de 45.000 personas por la Caja Mágica de Madrid.

En las pistas, la bola sigue dibujando siluetas amarillas. A veces choca con las paredes para, un segundo después, volver a trazar su camino. Virseda y Galán entrenan para sus próximos torneos. Ámsterdam, Menorca, Malmö, México, Milán… Son algunos de los siguientes destinos de las nuevas estrellas del deporte.

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