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Cristina Celestino reivindica “la alta costura del interior”

La arquitecta italiana apuesta por el uso de materiales nobles, el cuidado por la historia y la artesanía

Cristina Celestino
Cristina Celestino, fotografiada en la floristería Florilegio que ideó en la ciudad de Milán.Pasquale Maffini
Anatxu Zabalbeascoa

Con menos de una década al mando de su propio Studio Celestino de Milán, la arquitecta Cristina Celestino (Pordenone, 1980) se ha convertido en una marca de diseño internacional. Fue elegida diseñadora del año en la feria parisiense Maison & Objet y lo celebró utilizando sus dos recursos fundamentales: la historia y la naturaleza. Desde el restaurante que ideó para esa feria, Palais Exotique, rindió tributo a la época de los viajes de las plantas, de los invernaderos de acero y cristal y de los jardines botánicos. Así, con un pie en el huerto de su abuela —”ella mezclaba rosales con coles y eso me marcó”— y otro en la historia que aprendió de la mano del profesor Francesco Dal Co, esta arquitecta crecida al pie de los montes Dolomitas, entre Venecia y Trieste, y formada en la Escuela de Arquitectura de Venecia, trabaja desde la piel. Prefiere el tacto al mundo virtual, esto es: la cerámica a las pantallas, el mármol a las fibras sintéticas y las flores naturales a las decoraciones. También elige la curva frente a lo rectilíneo y lo mullido frente a lo rígido. Con esos valores clásicos, vistosos y cómodos, ha levantado un mundo propio. Su lenguaje personal, intensamente coloreado, está transformando tiendas (zapaterías Sergio Rossi), restaurantes (Experimental Cocktail Club de Venecia o Caffè Concerto Cucchi en Milán) y la línea de muebles de la marca Fendi.

A pesar de su juventud, Celestino no ha necesitado oponerse al pasado. No ha hecho tabula rasa para diferenciarse. Al revés, ha recurrido al pasado para establecer sus cimientos. Y, sin embargo, ese recurso está lejos de ser nostálgico. Más bien parece una forma de protesta: “Creo que me marcó la rigidez de los estudios de arquitectura. Rara vez entrábamos en los edificios. En ningún momento aprendimos de interiorismo. Eso me convirtió en una arquitecta profesional y en una diseñadora autodidacta”, cuenta sentada en su Palais Exotique de París. Explica que, como autodidacta, uno es libre, intuitivo, “me acerqué a lo que me llamaba la atención. Y me paré a analizar por qué me apasionaban algunos interiores”.

Cerámicas Giardino all’Italiana, diseñadas por la arquitecta para la marca de materiales de terracota Fornace Brioni.
Cerámicas Giardino all’Italiana, diseñadas por la arquitecta para la marca de materiales de terracota Fornace Brioni.

Los interiores que la fascinaban eran, precisamente, los que no habían ideado diseñadores. Le atraían los que habían proyectado arquitectos clásicos de la modernidad: Le Corbusier, Adolf Loos, Carlo Scarpa o Gio Ponti. “Me apasionaba la idea de hacer, para los interiores, trajes a medida: dibujarlo todo, del pavimento al tirador. La alta costura del interior”. “He aprendido del tiempo en el que, más allá de hacer ciudades enteras o grandes edificios, los grandes maestros diseñaban interiores memorables. Scarpa o Le Corbusier se quedaban en ellos: edificios de apartamentos, restaurantes, iglesias, colegios o museos. Piense en Alvar y Aino Aalto dibujando iglesias, en Carlo Scarpa diseñando para Olivetti o en Gio Ponti convirtiendo un hotel en un mundo submarino… Esa manera de diseñar, con una explosión de belleza y con cuidado milimétrico, motiva el descubrimiento”.

Sofá Aldora, ideado por Celestino para la empresa holandesa Moooi, fundada por el diseñador Marcel Wanders.
Sofá Aldora, ideado por Celestino para la empresa holandesa Moooi, fundada por el diseñador Marcel Wanders.
Colección de sofás Peonia,diseñados este año por Celestino para la empresa Pianca.
Colección de sofás Peonia,diseñados este año por Celestino para la empresa Pianca.
Sofá Panorama, creado para la empresa de lujo brasileña Etel.
Sofá Panorama, creado para la empresa de lujo brasileña Etel.

Como sucedía con los maestros, el estilo de Celestino también se distancia: “Yo no trato de domesticar. Trato de ilusionar”. Y a la vez acerca a universos táctiles y coloristas que parecían perdidos, inalcanzables. “Me interesan todas las interpretaciones que juegan, abren mundos y llevan a descubrimientos. El surrealismo, por ejemplo, combinar materiales que se extrañan, descontextualizar objetos, emplear el humor”, explica. Y puntualiza: “Mi idea del diseño no es seguir modas, ni siquiera crearlas. Me interesa conseguir permanecer. Que mis muebles y mis interiores no cansen, como sucede con los clásicos”.

¿La modernidad condenó el clasicismo a la posmodernidad? ¿Se puede ser clásico sin ser sobrio? Celestino defiende la intensidad para permanecer como clásico. “Es verdad que lo clásico precisa de cierta prudencia, de decoro. Pero también es necesaria la osadía”, apunta. “Un proyecto mezcla muchas cosas, pero, al final, tiene que cuajar en algo que no canse, que no sea excesivo, que se asiente y se equilibre.

Rincón del estudio de la arquitecta, llamado Attico Design.
Rincón del estudio de la arquitecta, llamado Attico Design. Davide Lovatti
Modelo CCX, diseñado para la casa de cerámica artística de Salerno De Maio.
Modelo CCX, diseñado para la casa de cerámica artística de Salerno De Maio. Chiara Cadeddu

—¿Ese equilibrio lo da el color? El color es clave en su trabajo.

—Dicen que es mi fuerte. Es un mundo tan amplio y transforma tan radicalmente los ambientes que no sé por qué no se utiliza más.

—¿Se necesita ser muy seguro para ser atrevido con los colores?

—No soy una gran dibujante a mano alzada. Pero jamás dudo con los colores. Tengo preferencia por los intensos: turquesas, naranjas…, pero soy consciente de que el color marca mis interiores. El resto se adapta. Para mí el color no es una decisión final. Es lo primero que pienso. El resto llega después. Y eso me sucede siempre disponga de más dinero o de menos. Con prisas —para espacios temporales— o sin ellas. Soy muy precisa en la elección del color, muy certera. Veo los lugares a partir de colores. Por eso trabajo tanto con cerámicas y con telas. Porque visten los espacios, convierten los lugares en destinos. Los alejan de ser sitios de paso.

Cristina Celestino, en la sede de la empresa de cerámicas Fornace Brioni.
Cristina Celestino, en la sede de la empresa de cerámicas Fornace Brioni.

Hace nueve años, Celestino abrió estudio en Milán. “Llegué poco a poco. Para empezar, estudié en Venecia. Luego comencé a trabajar en Florencia. Al final me sentí preparada para llegar a Milán”.

—¿Es una chica de provincias?

—No sé si eso hoy existe. En Pordenone había tranquilidad. En mi familia no hay personas creativas. Mi padre tenía un taller de reparación de automóviles. Y mi madre es contable. La única hermana que tengo es médica. Y yo quise ser arquitecta porque me apasionaba la historia del arte y mi profesora de esa asignatura, en el instituto, era arquitecta. Fui una niña indecisa. Dudé mucho hasta aprender a tomar decisiones, por eso el paso por Venecia me vino muy bien.

Celestino cuenta que viviendo en Venecia aprendió el valor del silencio. “Venecia te abruma, pero, al llegar la noche, te deja tranquila. No hay coches. No hay ruido. Los turistas se han ido. Los grandes interiores bizantinos no se ven. Te quedas sola tú, con la piedra, el agua y el silencio”. “Allí aprendí muchas cosas, claro: el valor del tiempo, la relación espacio-tiempo. Allí se llega a los sitios andando. Y uno lo hace habiendo pensado, habiéndose relajado”.

En Venecia, Celestino observó la importancia de las capas y la fuerza del conjunto: “Hay edificios de todos los momentos históricos, pero lo importante es el conjunto. La plaza de San Marcos —ese gran vacío que todos compartimos— parece hecha de una única intervención radical. Sin embargo, es una suma de partes. Hace convivir varias épocas, es la negociación de muchas discusiones y la decisión de poner la ciudad por delante de las disputas. La armonía es eso: una búsqueda de lo que nos une”.

Sistema de sillones-sofá Parterre, ideado este año para la firma Quinti.
Sistema de sillones-sofá Parterre, ideado este año para la firma Quinti.

Explica que, aunque como persona es prudente y algo reservada, es más cauta que tímida y recurre más al instinto que al cálculo para trabajar el equilibrio de sus diseños. Es consciente de que la historia del diseño ha borrado buena parte de las huellas de las figuras potentes femeninas, por eso, con humor, sostiene: “La primera conclusión que uno deduce atendiendo a la historia es una regla de oro: no trabajes nunca con tu marido”.

—¿Está casada?

—Tengo pareja. Es creativo, pero se dedica a la moda. Veremos en 10 años. El paso atrás de las mujeres no es privativo del diseño. Nos quedamos detrás cuidando: a la familia, a los niños, la casa… O hacemos eso o somos unas mandonas, unas histéricas…

—¿Cómo compagina vida profesional y personal?

—Yo, de momento, no me he casado con un arquitecto y tomo melatonina para estar descansada y poder enfrentarme a lo que traiga el día… Tengo una buena vida, vivo en Milán. Pero me falta la relación con la naturaleza. Me falta el huerto. Me gustaría tener una casa en el campo.

—Veremos en 10 años.

—Sí. Mis padres siempre tuvieron un huerto. Mi abuela tenía un jardín donde convivían hortensias y zanahorias. Lo mezclaba todo. Para ella todo era lo mismo. Desde pequeña he vivido esa cercanía, la celebración de la vida que es una cosecha. El orden de lo vivo se impone a cualquier orden que busquemos construir. No quiero vivir alejada de esa idea. La mezcla tiene un sentido de verdad. Los pequeños errores acercan las cosas, las humanizan.

Cristina Celestino, retratada en su estudio.
Cristina Celestino, retratada en su estudio. Davide Lovatti

—¿Las referencias históricas, en cambio, pueden resultar elitistas?

—En absoluto. Hago un diseño personal, pero nunca lo haría elitista. Para mí lo clásico es lo que permanece. Lo que se explica por sí mismo y no por un contexto. No soy conservadora por miedo o por nostalgia. Lo soy imaginando el futuro. No quiero prescindir de lo que otros soñaron.

—¿Cuál es su relación con la tecnología?

—Es un instrumento, no un objetivo. Sirve para verificar la realidad, pero no fuerzo jamás la realidad a través de la tecnología. Tiendo a esconderla.

—¿Qué ha aprendido de los artesanos?

—Te enseñan que un arquitecto no crea solo. No quiero ser una diseñadora que manda, una que consigue imponer modas, quiero ser una creadora que escucha.

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