Una historia ejemplar
La penosa crispación política en que vivimos convirtió la Cueva de los cuentos en una excusa para la guerra sectaria
Voy a contarte una historia ejemplar. Y no porque resulte admirable, sino porque es el ejemplo de lo que no debería suceder, sobre todo en estos momentos electorales tan hipertrofiados que vivimos. Ana y Diego tienen 57 años; son pareja y llevan 30 años trabajando como contadores de cuentos y montando espectáculos de animación cultural y de fomento a la lectura.
Hace ya mucho que, en colaboración con artistas plásticos, empezaron a crear objetos en los que apoyar sus narraciones. Construyeron libros gigantes que los niños pueden atravesar, cajas de palabras, maletas poéticas… Con los años reunieron tanto material que crearon la Ciudad de los libros, una exposición o más bien un espectáculo itinerante con el que recorrieron numerosos pueblos, en colaboración con las bibliotecas y los colegios. Luego se establecieron en Serón, un pequeño municipio de Almería, en una vieja cochera junto a una vía verde. Así nació la Estación de los cuentos, que mantuvo una intensa actividad durante siete años. Pero la cochera estaba en muy mal estado y las piezas artísticas corrían el riesgo de deteriorarse, al estar hechas fundamentalmente de papel maché.
Durante la pandemia buscaron otro sitio, y una bibliotecaria de Cúllar, de 4.000 habitantes, en el altiplano granadino, les presentó al alcalde. En la zona hay gente que aún vive en cuevas (algunas muy bien acondicionadas) y el Ayuntamiento había comprado una cueva grande a la que no se le daba ningún uso. Cedieron el espacio a Ana y Diego, que repintaron todo, cambiaron las puertas y arreglaron los alrededores. Estaban muy ilusionados: “Los primeros pobladores europeos estuvieron en el altiplano granadino, y quizá algunos de los primeros cuentos del mundo se pueden haber contado en esta cueva”, dice emocionada Violeta, de 24 años, hija de Diego y Ana y que también trabaja con ellos. Así nació, hace tres años, la Cueva de los cuentos. Acuden colegios de toda la comarca; los niños pasan la mañana allí haciendo el recorrido narrativo y luego hay talleres diversos: de arcilla, de cometa. Además, Ana, Diego y Violeta participan en las ferias del libro de otras localidades, promueven encuentros con autores o realizan talleres con mujeres mayores.
Todo iba bien, en fin, hasta las pasadas elecciones municipales. Y ya puedes imaginar lo que sucedió. La penosa crispación política en que vivimos convirtió la Cueva de los cuentos en una excusa para la guerra sectaria. Como el alcalde que los acogió es de Izquierda Unida, la derecha de la zona se despepita insultándolos: “Que se vayan con el cuento a otra parte”, dicen en redes. En un mitin del PP los llamaron “los okupas de la cueva” (tienen un contrato de servicios culturales con el Ayuntamiento y están a la espera de que salga a concurso el espacio público). La cosa se ha puesto tan feroz que, desesperados, pensaron en irse. Pero el apoyo apasionado de parte de los vecinos, que han creado una plataforma ciudadana y han salido a la calle a manifestarse, los ha convencido de seguir luchando: “No queremos crear polémica ni confrontación política. La gente del PP no ha venido a vernos, nos gustaría que lo hicieran, estamos abiertos a todo el mundo. Lo que nos parece terrible es que no se respete el trabajo cultural. La dotación cultural de un pueblo es tan necesaria como construir un bar o una piscina”.
El altiplano norte granadino es una zona deprimida con un índice muy alto de paro y de abandono. Ese PP al que se le llena tanto la boca hablando de las carencias del mundo rural es capaz de hacer esto: sacrificar un eficiente espacio cultural en una comarca en la que hay muy poco, por pura miseria partidista. Por no reconocer que el oponente ha hecho algo bien. La derecha nunca ha destacado por el trato con la cultura, en especial con esta cultura pobre, heroica, viva, de base, de carretera. Me conmueve el esfuerzo constante de Ana y Diego por crear magia a su alrededor, década tras década, con poquísimo dinero, eso seguro, y aún menos apoyo. Y, sin embargo, es la gente así, modesta y entregada, la que cambia el mundo. ¿A qué mejor uso quieren dedicar la cueva los del PP de Cúllar? ¿A poner una bodega? Pero lo peor es que este sectarismo necio y ciego que hoy denuncio en el PP también lo he visto en ocasiones en la izquierda. Aprendamos la lección, maldita sea.
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