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Maneras de vivir
Columna
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Un puñado de palabras en una sábana

Está la vida entera de esa mujer, la pobreza extrema, los violentos abusos de los terratenientes, las epidemias…

La sábana de Clelia Marchi, fotografiada el 24 de marzo del 2018.
La sábana de Clelia Marchi, fotografiada el 24 de marzo del 2018.Sailko (Wikipedia)
Rosa Montero

Tengo una amiga de 73 años que está participando en un bonito proyecto de la Fundación Lo que de Verdad Importa. Consiste en poner en contacto a personas de cierta edad con jóvenes voluntarios para que les cuenten su vida. Son 48 horas de entrevista en total, distribuidas a lo largo de tres meses a razón de un encuentro semanal. Con ese material, el voluntario escribirá un libro del que se imprimirán 10 ejemplares que se entregarán al biografiado. Esta preciosa iniciativa se lleva haciendo desde 2016; ya se han publicado más de 300 biografías en Madrid, Valencia, Galicia y País Vasco, y este año está previsto sacar 100 libros más. Es un proyecto que fomenta la transmisión de experiencia y conocimientos entre generaciones y que crea duraderos lazos de afecto.

Comprendo que los participantes estén entusiasmados: es una idea maravillosa. Aunque no es el caso de mi amiga, para muchos mayores más o menos aislados el poder contar su vida a alguien, y que ese relato sea escuchado con atención, valorado y recogido en un libro, debe de proporcionar una crucial sensación de sentido y de logro. De continuidad y de paz. La escritura puede salvarnos de muchas maneras, y en concreto la escritura biográfica y, aún mejor, autobiográfica, tiene al parecer poderosos efectos sanadores y consoladores. Eso sostiene el pedagogo y filósofo italiano Duccio Demetrio, que, junto al escritor Saverio Tutino, ya fallecido, fundaron en 1998 en Anghiari (Italia) la Universidad Libre de Autobiografía, una asociación cultural sin ánimo de lucro para promover la redacción de libros de memorias por parte de aquellas personas que, sin su ayuda, nunca se hubieran acercado a un ejercicio literario semejante. Los integrantes de la Libera (que es como se conoce coloquialmente en Italia a esta organización) consideran que “la escritura autobiográfica representa un medio y un método insustituible para la autoestima” y por eso llevan años dando charlas y seminarios por el mundo para enseñar su “pedagogía de la memoria”.

Agradezco al editor Max Lacruz, que participó en uno de estos seminarios en Luxemburgo, que me haya hablado de la Libera y también de la asombrosa historia de Clelia Marchi (1912-2006), una campesina de un pueblecito del valle del Po (Italia) que apenas asistió dos años a la escuela primaria y además parcialmente: sólo iba a clase cuando hacía frío, porque con el buen tiempo tenía que trabajar la tierra. Clelia soportó una vida de miseria y sufrimiento; de los ocho hijos que tuvo, cuatro fallecieron en la niñez. En 1972 también murió, atropellado, su querido marido, al que había conocido a los 14 años. Por vez primera, con 60 años y los hijos ya independizados, Clelia se quedó sola. Entonces, en la oscuridad del vacío y del duelo, tuvo la luminosa, extraordinaria idea de sacar del armario la sábana de su noche de bodas y ponerse a anotar el relato de su vida sobre la tela. Imagino a esa mujer casi analfabeta yendo a buscar esa sábana que había guardado tan amorosamente durante décadas, sin duda una de sus más caras y preciadas posesiones, y atreviéndose a hincar la tinta de sus palabras sobre ella. Puesto que ya no podía utilizarla con su marido, declaró después, pensó en utilizarla para escribir. No se me ocurre un mayor homenaje al amado perdido.

La sábana de Clelia, cuyas fotos pueden verse en internet, es una obra de arte maravillosa. En su superficie, apretadamente caligrafiada, está la vida entera de esa mujer, que es también un retrato de la sociedad rural en la que vivió, de la pobreza extrema, los violentos abusos de los terratenientes, las epidemias de tifus y de polio. Los críticos dicen que, aunque el lenguaje es comprensiblemente limitado, el texto es inteligente, conmovedor y profundo. Al final, Clelia añadió unos cuantos poemas. Me pregunto qué obras hubiera podido hacer esa mujer tan bien dotada de haber tenido más oportunidades.

En 1985 el alcalde de su pueblo vio la sábana y, pasmado, habló con el citado Saverio Tutino, que ya había creado en Pieve Santo Stefano una fundación para salvaguardar los diarios íntimos. En ese archivo está depositada desde entonces la poderosa, elocuente y bella sábana de bodas. Desde la domesticidad más despojada, Clelia presentó batalla al dolor y la muerte con un puñado de modestas palabras verdaderas.

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