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El regreso de los dorados de Rueda

La recuperación de los vinos oxidativos de antaño aporta una singularidad inusitada a la región comodín de blancos españoles

Patio de damajuanas de Bodegas De Alberto, en Serrada, en los años sesenta.
Patio de damajuanas de Bodegas De Alberto, en Serrada, en los años sesenta.Bodegas De Alberto
Amaya Cervera

Cuesta pensar que hasta hace no tanto los blancos de Rueda tenían más similitudes con los vinos de Jerez que con cualquiera de los estilos actuales de la denominación. En sus etiquetas incluso aparecían términos propios de los vinos generosos como fino o amontillado.

Parte de la región vinícola que se corresponde con la actual DO Rueda ya era famosa por sus blancos en el siglo XVI y alcanzó un gran esplendor en los dos posteriores. El geógrafo francés Alain Huetz de Lemps, que estudió ampliamente los vinos del noroeste español en la década de 1960, sostiene que su cercanía al poder real (fue el vino de la corte de los Reyes Católicos y se vio muy favorecido por la breve capitalidad de Valladolid a principios del XVII) le llevó a buscar la mejor calidad posible y a crear un estilo de vino envejecido que encontró después un sólido mercado en las regiones de la cornisa cantábrica.

Los actuales blancos oxidativos de la zona son herederos de ese estilo, pero reformulado por la entrada masiva de la uva palomino tras la filoxera frente a la verdejo tradicional y por la creación de bodegas con gran capacidad productiva como la cooperativa vallisoletana de La Seca (1937, hoy Bodega Cuatro Rayas) o la actual De Alberto, creada por Alberto Gutiérrez en 1941 tras adquirir la antigua bodega de los dominicos de Serrada, también en Valladolid. El negocio iba tan bien que su hijo José Gutiérrez introdujo las damajuanas que había visto en el sur de Francia: frascas de vidrio de 16 litros que, dejadas a la intemperie, aceleraban la oxidación.

El nuevo proceso, que la familia Gutiérrez llegó a registrar como patente, incluía el encabezado con alcohol, el llenado de las damajuanas hasta 12 litros y su exposición al clima continental castellano durante dos ciclos de seis meses. Carmen San Martín, actual gerente y biznieta del fundador, recuerda como parte de sus juegos de infancia recolocar los tapones que saltaban de las bombonas de cristal. Llegaron a tener más de 100.000.

La normativa actual exige un mínimo de cuatro años de crianza, los dos últimos en envase de roble. El dorado De Alberto se distingue por la antigüedad de la solera: procede de las botas encontradas en la bodega de los dominicos en el momento de la compra. La de Cuatro Rayas data de 1950.

Cada una de las tres bodegas que comercializan vinos con esta categoría en la DO, y que ofrecieron una cata conjunta el mes pasado en el Salón de Vinos Radicales, tiene su propio estilo. La tercera es Félix Lorenzo Cachazo, cuyo Carrasviñas se ha dejado de encabezar desde que Ángela Lorenzo, actual directora técnica (con sus propios recuerdos de los patios que su padre y su abuelo llenaban de damajuanas en Pozaldez), recuperó esta elaboración tradicional.

En la región hay otros ejemplos de vinos oxidativos que, por procedimiento de elaboración u otros motivos, no utilizan el sello de la DO. El año pasado, José Pariente lanzó 25 Aniversario, un verdejo complejo y profundo criado 25 años en roble y sujeto, por tanto, a un largo proceso de concentración y oxidación. En una línea más salina, la familia Vidal Soblechero hace embotellados muy limitados de La Oxidativa, un verdejo que tiene su origen en un bocoy regalado en 1948 y que alimentan con vinos criados seis meses en damajuana, y Bodegas Menade ha creado Adorado a partir de un vino de 1967 que alimenta ahora con blancos de verdejo y palomino criados en tinajas bajo velo de flor.

Los vinos de flor eran otra especialidad que desapareció del reglamento y se retomó en su última actualización. Las conexiones con Jerez son poderosas, aunque estos blancos oxidativos castellanos tienen más acidez, son más afilados y con menos concentración al envejecer, a caballo entre el sur y los icónicos estilos del Jura.

Ahora que la DO ha creado la etiqueta “gran vino de Rueda” como figura de seriedad y alta gama frente al verdejo más comercial que reina en las barras de los bares españoles, cabe preguntarse si la distinción no resultaría más adecuada para estas escasas joyas oxidativas que tienen hilo directo con el pasado.

La bodega: Tres productores, tres estilos

Sin alcohol añadido. Carrasviñas
Dorado. Blanco, Rueda.
Sin alcohol añadido. Carrasviñas Dorado. Blanco, Rueda.

Carrasviñas Dorado

Sin alcohol añadido

Blanco, Rueda.

Félix Lorenzo Cachazo. Verdejo y palomino fino. 15% vol. 20 euros.

A diferencia de otros dorados, aquí se busca que todo el alcohol venga de la viña. El vino permanece en vidrio a la intemperie durante 18 meses y luego pasa a barricas de roble. Es un estilo ideal para iniciarse en el conocimiento de estos vinos, con las notas de membrillo de la oxidación en damajuana y un paladar elegante y nada excesivo, con buena acidez y persistencia. La producción es muy reducida, apenas comercializan entre 1.500 y 2.000 botellas al año. La etiqueta de corte retro resulta muy acertada.

Directamente de la bota. 61 Dorado en Rama. Blanco, Rueda.
Directamente de la bota. 61 Dorado en Rama. Blanco, Rueda.

61 Dorado en Rama

Directamente de la bota

Blanco, Rueda.

Bodega Cuatro Rayas.

Palomino fino y verdejo. 17% vol. 24 euros.

Mucho más cercano a un generoso, procede de una selección de 15 botas de las 160 que componen la solera (el resto se destina al 61 estándar). Son botas de 500 litros que se llenan a 1/6 de su capacidad, lo que permite que aparezca la flor en distintos momentos de la crianza. Desde 2005 no utilizan damajuanas en la crianza. Especias dulces, caramelo, tostados y frutos secos en nariz. Con mucha entidad en boca, potente y carácter de vejez. Solo 700 botellas al año a un precio muy asequible teniendo en cuenta su vejez.

Damajuana + solera. De Alberto
Dorado. Blanco, Rueda.
Damajuana + solera. De Alberto Dorado. Blanco, Rueda.

De Alberto Dorado

Damajuana + solera

Blanco, Rueda.

Bodegas De Alberto.

Verdejo. 17% vol. 30 euros la botella de 50 cl.

Con crianza oxidativa en damajuanas de cristal y luego en botas de 600 litros en la que debe ser la solera más antigua de la región. El vino originario contenía palomino, pero desde hace años solo se alimenta con verdejo. El hecho de que las sacas se limiten a un 10% le da entidad y profundidad. Se distingue por su complejidad aromática (barniz, tostados, frutos secos) y por su textura envolvente. La presentación puede resultar un tanto sorprendente para este estilo de vino, pero el contenido de la botella es 100% recomendable.

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Sobre la firma

Amaya Cervera
Licenciada en Periodismo por la Universidad de Navarra y especializada en vino, es fundadora de la página web www.spanishwinelover.com. Ha sido redactora-jefe de la revista Sibaritas y miembro del equipo de cata de las guías Peñín y Todovino. Colabora con revistas nacionales e internacionales y participa como jurado en competiciones vinícolas.

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