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Maneras de vivir
Columna
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Gente que hace cosas

La unión hace la fuerza, ya se sabe. Es decir, se sabe, pero no se practica. Al contrario, lo que cunde es la desunión más desaforada.

Rosa Montero

Que hace cosas buenas, quiero decir. Andamos tan magullados por la sangrante realidad en la que vivimos (asomarse a los informativos de televisión es un suplicio) que conviene recordar que también hay una gran cantidad de personas cuyos actos, silenciosos y modestos, mejoran nuestro mundo. Como esa profesora de un instituto de Ourense, Elizabeth Garrido, que el pasado verano tuvo la idea de catalogar los muchos fondos bibliográficos que posee y ofrecerlos a los vecinos de su pueblo, Castrelo de Miño, a modo de biblioteca improvisada. La idea gustó al concejal de Cultura, que le sugirió que pidiera el uso de una escuela que lleva seis años cerrada. En agosto consiguieron el permiso, así que Elizabeth y otras vecinas limpiaron y acondicionaron la escuela con entusiasmo y abrieron la biblioteca rural Oitopés Macendo, que enseguida empezó a tener usuarios. ¿No es bonita esta historia? Pero ay, maldición de maldiciones, resulta que dos meses más tarde el alcalde les ha quitado la escuela para convertirla en un almacén de albañilería. Así que tal vez no sea un ejemplo especialmente alentador… Aunque espero que el regidor esté en vías de solucionar la pifia tras el pequeño revuelo que se originó en la prensa local. Y es que la buena gente necesita apoyos.

Esto me recuerda el caso del Centro Internacional de la Cultura Escolar (­Ceince), un logro colosal llevado a cabo por una sola persona, el catedrático jubilado Agustín Escolano, que ha ido reuniendo durante décadas, con épico esfuerzo, una biblioteca extraordinaria de manuales escolares con más de 50.000 volúmenes. Es el centro documental más importante de la Península en su campo y recibe a investigadores de todo el mundo. Se encuentra en Berlanga de Duero, un bello pueblo soriano con tan solo 900 habitantes (la España despoblada). Pues bien, estamos a punto de perder esa joya ignorada, porque, entre la crisis, la pandemia y la edad del profesor Escolano, la sostenibilidad del Ceince parece imposible. Se necesita una institución que se haga cargo de ese tesoro. Como digo, conviene apoyar a los hacedores de sueños.

Y un apunte rural más: hace un par de semanas acudí a Villanueva de la Serena, en Badajoz, a participar en un acto de la Unión de Bibliófilos Extremeños (UBEx), un puñado de personas maravillosas que llevan décadas investigando y catalogando los fondos bibliográficos extremeños. Ya la sola existencia de todos estos individuos entregados a la cultura resulta estimulante; pero es que además allí me enteré de algo que ignoraba: del proyecto de fusión municipal entre Villanueva de la Serena y la vecina Don Benito, un sueño que por lo visto llevan acariciando infructuosamente desde 1954, pero que por fin está en vías de convertirse en realidad. Los alcaldes, Miguel Ángel Gallardo, de Villanueva, y José Luis Quintana, de Don Benito (ambos del PSOE), han conseguido la aprobación del Consejo de Ministros; ahora sólo falta que los ciudadanos lo ratifiquen en una votación que se hará en febrero. Juntos pasarán del umbral de 50.000 habitantes, lo cual les permitirá acceder a fondos europeos y del Estado que mejorarán de manera notable la vida de la gente. La unión hace la fuerza, ya se sabe.

Es decir, se sabe, pero no se practica. Al contrario, lo que cunde es la desunión más desaforada. Teniendo en cuenta que los municipios más grandes están mejor dotados y más protegidos, ¿por qué no abundan más las fusiones municipales en el mundo rural? Sólo ha habido dos en España, una en A Coruña y otra en Pontevedra, y ésta de Badajoz sería la más grande, la primera en implicar un núcleo judicial. Pero es que lo que impera en nuestra sociedad es la riña vecinal, la furia contra el pueblo limítrofe: cuanto más cercano, más enemigo. Odiamos al de al lado como si esa fuera la base de nuestra identidad. También existe esa vieja rencilla entre Villanueva y Don Benito, me cuentan; pero es más fuerte el deseo de construir futuro y de ser mejores (las encuestas señalan un voto a favor entre el 66% y el 76%). Tendrán nuevo nombre y nueva bandera: qué magnífico ejemplo contra el fanatismo patriochiquero de la horda. Por lo visto, los alcaldes han dicho que no se presentarán a reelección; esto es, no aspiran a la unión por propio interés. Tan sólo son personas haciendo buenas cosas.

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