El trabajo de Joan Humawid se lo dieron a un hombre
“La pandemia nos condena a ser de nuevo amas de casa y la sociedad nos juzga si trabajamos teniendo familia”, resume esta mujer filipina que denuncia que las empresas en su país están primando a los hombres a la hora de contratar
La voz de la filipina Joan Humawid suena cada vez más trémula a medida que explica cómo ha cambiado su vida en los últimos meses. Esta mujer de 31 años, casada y madre de una niña, Lara, de cinco, perdió su empleo en una empresa de electricidad en noviembre. “La compañía no extendió mi contrato. Debido a la pandemia, hay tanta gente sin trabajo que dijeron que preferían cambiar”, cuenta Humawid desde el pequeño estudio que comparte con su familia en Mandaluyong, al este del área metropolitana de la capital de Filipinas, Manila.
Desde su vivienda, Humawid cavila sobre qué llevó a sus empleadores a finalizar su contrato. “Debido a la pandemia, se ha hecho mucho más difícil encontrar o mantener el trabajo porque [las empresas] están dando prioridad a los hombres”, declara con timidez. Los datos la avalan: según estadísticas oficiales, son las mujeres —sobre todo las que tienen hijos— las que están saliendo peor paradas de la crisis provocada por la pandemia, como en otros lugares del mundo. Filipinas, el segundo país más afectado por la covid del sureste asiático con casi medio millón de infecciones, se enfrenta a su peor recesión desde la II Guerra Mundial, con una tasa de desempleo del 10,4%. Se trata de la más alta de los últimos 15 años, debido en parte a las duras medidas de cierre impuestas para frenar sin gran éxito los contagios.
Humawid y muchas de sus amigas han sido víctimas de la tormenta perfecta; a la falta de puestos de trabajo se suma a veces la imposibilidad de aceptarlos, debido a la clausura de escuelas y la imposición de clases por internet, si no se tiene con quién dejar a los niños. Humawid podría recurrir a sus suegros, que viven en el mismo edificio; podría encontrar un empleo, lo que les ayudaría a llegar a fin de mes con mayor holgura. Ahora lo logran a duras penas: solo cuentan con los exiguos ingresos que su marido percibe como repartidor de comida. “Me gustaría encontrar trabajo… Quiero recuperar la confianza en mí misma, no sentirme inútil”, admite, sin poder evitar romper a llorar.
Psicóloga de formación, aunque nunca ejerció, Humawid asegura que esa impotencia es un sentimiento compartido por muchas mujeres de su entorno. “Sé que no estoy sola en esto. Hablo con amigas y todas estamos sufriendo mucho por esta pandemia, que nos condena a ser de nuevo amas de casa porque además la sociedad nos juzga si trabajamos teniendo familia”, añade, ya un poco más serena.
Filipinas todavía tiene un largo camino por recorrer en materia de igualdad. La mujer sigue muy asociada a la vida doméstica en un país en el que su presidente aún puede permitirse hacer comentarios misóginos sin mayores consecuencias.
Dispuesta a encontrar nuevas fuentes de ingresos como sea, Humawid emprende sus propios proyectos. Mientras estudia por su cuenta edición fotográfica en internet, intenta también cocinar y vender hamburguesas y patatas fritas a domicilio. Tareas que la ayudan a estar ocupada y a no perder la esperanza de encontrar algo mejor cuando la pandemia amaine. “Querría”, añade, “volver a tener una profesión y poder combinarla con mi rol de madre y esposa… Sé que es muy difícil, pero, si me dan una oportunidad, un trabajo sería una ayuda muy grande para mí y mi familia”.
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