12 destinos para vivir aventuras extremas
De la ruta ciclista más peligrosa del planeta a explorar en camello la inmensidad del desierto Rub al-Jali, en la península Arábiga, o 'cazar' tornados en las llanuras de Estados Unidos. Propuestas para los viajeros más intrépidos
Carreteras casi imposibles, pasos extremos entre océanos o entre continentes, volcanes que invitan a bañarse en saunas marinas improvisadas, lugares donde se puede nadar entre orcas y ballenas, llanuras por las que podemos pasear entre leones… estos son algunos lugares de la Tierra que animan a embarcarse en aventuras extremas.
El cabo de Hornos (Chile)
El extremo meridional de Sudamérica divide una de las zonas oceánicas más famosas del planeta. El paso de Drake, donde se unen los poderosos océanos Pacífico y Atlántico, es un mar de crestas blancas, vientos huracanados e incluso algún iceberg. La utilidad de la ruta comercial por el cabo de Hornos, en el archipiélago de Tierra del Fuego, en la zona austrual de Chile, hace tiempo que desapareció, pero su atractivo no ha disminuido. En todo el mundo se organizan regatas que pasan por él, al igual que muchos marinos siguen fascinados (y a veces arrepentidos) por el desafío que supone atravesarlo. Y es que esta zona entre la Antártida y el límite austral del continente americano ha sido testigo mudo de cientos de naufragios. Cruzar el cabo de Hornos es el equivalente marino a escalar el monte Everest.
La carretera más peligrosa del mundo (Los Yungas, Bolivia)
En 1995, el antiguo camino que comunicaba la región boliviana de los Yungas y su capital Coroico con La Paz, un total de 80 kilómetros serpenteantes con un sinfín de curvas, se convirtió en un oscuro objeto de deseo para los amantes del riesgo extremo. Ese año, el Inter-American Development Bank la encumbró como la carretera más peligrosa del planeta. Sobraban los motivos: 300 accidentes y 100 muertos de media al año. Más conocida como la carretera de la muerte, la calzada, con firme de gravilla, tiene un ancho de tan solo tres metros, por la que transitan vehículos en ambas direcciones, sobre todo camiones que apuran las curvas asomando sus ruedas a precipicios de 1.000 metros. Desaparecen una media anual de 26 vehículos y la ausencia de guardarraíles o quitamiedos hace que muchos de los nativos no se arriesguen a atravesar una de las pocas rutas que conectan la selva amazónica del norte del país con la urbe paceña. La peligrosidad de esta ruta ha propiciado el nacimiento de una industria de la aventura a su alrededor. En La Paz se pueden alquilar bicicletas para aquellos dispuestos a correr el riesgo de compartir vía con los coches, furgonetas y camiones. La adrenalina está asegurada.
Las orcas de Tysfjord (Noruega)
Cuando se sale a navegar en barco en Tysfjord, en la costa noroccidental de la península escandinava, es mejor pensar que las criaturas que hay debajo son orcas y no ballenas asesinas. En esta helada muesca de la costa noruega, 250 kilómetros al norte del Círculo Polar Ártico, los visitantes se ponen trajes de neopreno y nadan junto a las mal llamadas ballenas asesinas (en realidad son delfines), que suelen tener cuatro veces el tamaño de una persona. Aunque la consigna no sea exactamente “si el frío no mata lo harán las orcas”, es bueno tenerlo presente cuando se entra en el agua.
El callejón de los tornados (montes Apalaches, EE UU)
Entre las Montañas Rocosas y los montes Apalaches, el llamado callejón de los tornados (Tornado Alley, en inglés) registra una media de 1.000 huracanes anuales, con vientos de hasta 500 kilómetros por hora que destruyen cosechas y hogares, al tiempo que matan personas y ganado. En vez de huir de las tormentas, hay quien corre hacia ellas para contemplar su hipnótica belleza. Ayudados por imágenes de satélites radar, los denominados cazadores de tornados recorren la zona en busca de la mejor perspectiva, generalmente la más cercana, del ojo de la tormenta. Hay varias agencias de viajes que ofrecen vacaciones para cazar tornados.
Salto base en Voss (Noruega)
Acrónimo de “Building, Antenna, Span y Earth”, el salto base consiste en lanzarse (con paracaidistas) desde puentes, montañas y acantilados. Con una media de cuatro muertes anuales desde 1981, se ha prohibido en muchos países. Pero en la localidad noruega de Voss, a 100 kilómetros de Bergen, su práctica se anima durante la semana de los deportes extremos, que se celebra en junio y en la que se realizan saltos desde el acantilado Nebbet, de 350 metros de altura, para caer en un fiordo. Aterrador, pero pintoresco.
Dormir entre leones en Matusadona (Zimbabue)
En las riberas del lago Kariba, al norte de Zimbabue, el parque nacional de Matusadona protege un área en la que se asentaron muchos animales en la década de 1950, cuando se construyó una presa en el río Zambeze para crear dicho lago. En sus llanuras se halla una de las mayores concentraciones de leones de África, felinos que muchos consideran como los peores compañeros posibles para un paseo. Sin embargo, en Matusadona, los safaris a pie para ver leones son el premio de los visitantes, y si se quiere más “diversión” se puede acampar entre estos peludos amigos. Por si acaso, se recomienda permanecer cerca de quien lleva el rifle.
Salto desde La Quebrada (Acapulco, México)
El salto de acantilados se realiza sin equipo de seguridad, traje, calzado ni guantes. Todo comenzó en Hawái (Estados Unidos) hace muchos años, pero la mala reputación de esta práctica tiene su origen en las numerosas muertes de saltadores que se han dejado la vida en el acantilado de La Quebrada, en Acapulco (Estado de Guerrero, México). Hasta los más expertos suelen rezar antes de lanzarse al agua desde una altura de 45 metros (equivalente a un bloque de 10 pisos), y no es de extrañar, porque si cometen el más mínimo error se arriesgan a golpearse contra la abrupta pared o a realizar una mala y muy dolorosa entrada en el agua, que solo tiene cuatro metros de profundidad. Si no se tiene experiencia, mejor ni intentarlo.
Buceo en el hielo en el Mar Blanco (Rusia)
El mar Blanco recorta la costa norte de Rusia, cerca de la fronteras con Finlandia, y ofrece una experiencia invernal interesante: bucear bajo el hielo. La temperatura del agua ronda -1ºC, pero las vistas a través de las gafas de buceo serán únicas, con colinas heladas y corales suaves que crecen bajo la superficie helada. Tras prepararse en un muelle para la inmersión, a una profundidad de entre 7 y 10 metros se visitan lugares como el cabo Kindo, las islas Krestovi y un pesquero naufragado.
En camello por el desierto de Arabia
Para descubrir al Wilfred Thesiger (aventurero y explorador británico que dignificó en sus libros a los pueblos que habitan África y los desiertos de Arabia) que todos llevamos dentro no hay más que montar en un camello y explorar el agorafóbico Rub al-Jali (“lugar vacío”); la mayor extensión desértica del mundo, que ocupa una quinta parte de la Península Arábiga y se extiende por partes de Arabia Saudí, Yemen, los Emiratos Árabes Unidos y Omán. Es tierra de beduinos y el viajero contará con uno de ellos como guía, que le instruirá en las costumbres del desierto, revelando como estas gentes han sobrevivido durante milenios en uno de los entornos más duros que existe. De noche, al apagarse la hoguera del campamento, empieza el caleidoscópico espectáculo de estrellas en el cielo.
La puerta del cielo (China)
Cuando uno observa un teleférico a veces piensa que parece imposible que esas cajas metálicas se columpien sobre el vacío y no se desenganchen de vez en cuando. Quizá por sensaciones así es tan escalofriante la subida al Tianmen Shan (la “puerta del cielo”), con el teleférico más largo del mundo: cubre siete kilómetros y medio entre rocas escarpadas y llega a 11.279 metros de altitud para alcanzar la cima de este pico. Pese al riesgo, real o imaginario, muchos prefieren este mareante transporte a su ardua alternativa: una subida pronunciada y sudorosa de 999 escalones. Tianmen Shan está ocho kilómetros al sur de Zhangjiajie.
La carrera de caballos más dura del mundo (Mongolia)
El derbi mongol es el evento deportivo que el emperador Gengis Kan (1162-1227) organizaba para sus tropas: una carrera de caballos de 1.000 kilómetros por las estepas de Mongolia. Los caballos se cambian con frecuencia y hay veterinarios que velan por su bienestar, pero el jinete recorre toda la distancia sin comodidades: solo puede llevar un kit de emergencias de 5 kilos, y dependerá de los criadores de caballos de la zona para refugiarse en sus yurtas (viviendas típicas de los nómadas de las estepas de Asia Central) y comer algo. Durante el Mongol Derby, Conviene acostumbrarse a la leche fermentada de yegua; durante la carrera de caballos más larga del mundo se bebe hasta la saciedad.
El parque nacional de los Volcanes (Hawái, EE UU)
Normalmente, la actividad volcánica se contempla mejor de lejos, a una distancia prudencial de seguridad. Sin embargo, los viscosos ríos de lava que emanan del Kilauea, uno de los volcanes más grandes y activos del mundo, en el archipiélago estadounidense de Hawái, se deslizan tan despacio que en cierto modo resulta seguro acercarse a ellos. Y para descargar cantidades ingentes de adrenalina, nada mejor que observar de noche esta mezcla de piedra fundida incandescente y calor abrasador. Como la lava se desplaza, para contemplar el fenómeno el cono volcánico Pu’u O’o no suele defraudar. También se puede ir a la costa por la carretera Chain of Craters Road para disfrutar de una sauna improvisada en el punto donde la lava entra en contacto con el mar.
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